Una vez más
hemos tenido la suerte de estar juntos en año nuevo, el hijo, las dos hijas,
sus cónyuges, tres de los cuatro nietos. Pasamos cinco días juntos en
Providence, Rhode Island, donde una de las hijas reside. Para llegar allá fuimos
desde Washington DC, o desde de Oregón o Arizona, en avión o en tren.
Providence,
RI, es una pequeña ciudad de los Estados Unidos, la capital del Estado más
diminuto del país. Por lo que pudimos ver es una ciudad encantadora, con gente
muy cordial, rodeada de pequeños pueblos alineados a la vera de la I-95, la gran arteria que
recorre la costa Este de los Estados Unidos de norte a sur. Los pueblos tienen
frecuentemente nombres indígenas, de origen Algonquino: Narragansett, Pawtuckett,
Natick. En los días que tuvimos allí la temperatura osciló entre 15 y 20 grados
centígrados bajo cero, con un factor de enfriamiento producido por el viento
que llegaba en ocasiones hasta 30 grados centígrados bajo cero. Tuve que
comprarme interiores largos y camisetas térmicas para salir. Con guantes, tres
estratos de ropa, un gorro de lana cubriendo hasta las orejas, dos pares de
media, pude caminar las cuadras que tuvimos que caminar, afortunadamente no fueron muchas. Uno de los días fuimos
al bellísimo pueblo de Newport, donde todas las casas parecen estar en el
registro nacional de antigüedades y donde existe una sección del pueblo que
aloja las grandes mansiones de los millonarios del siglo XIX y principios de
siglo XX. Estas mansiones eran las casas de veraneo de estos multimillonarios.
Hoy en día están abiertas al público, manejadas por una asociación Histórica,
la cual las mantiene en excelente estado. Visitamos la mayor de las cinco o
seis mansiones existentes, la llamada The Breakers, la cual había sido
propiedad de la familia Vanderbilt. Visitar esta mansión es retroceder en el
tiempo hacia esa etapa de la vida estadounidense. Son mansiones de gran tamaño
con 60 o más áreas sociales, cocinas, baños, dormitorios, salas de billar, en
fin, toda una cadena de salones para el esparcimiento de la familia y de sus
invitados. The Breakers incluye un gran jardín con vista al océano. Durante
esta época navideña estaba adornada de acuerdo a la temporada y la belleza de
esos adornos se mezclaba con el dudoso buen gusto de los objetos originales.
Estos millonarios imitaban el estilo de los palacetes italianos o franceses de
la época, bastante abigarrado y hasta cursi. Pero, eso sí, todo de primera
calidad, hecho con materiales importados de Europa, el mármol, la madera, hasta
los menús diarios estaban en francés.
El primer
día del año nos fuimos a un pueblo cercano, Pawtuckett, donde habíamos
localizado “La Arepa”, restaurant pequeño de comida venezolana y donde nos prepararon
una mesa para toda la familia y almorzamos con papelón con limón, pabellón con
baranda, hallacas, cachapas y dulce de tres leches, todo ello amenizado con
corridos llaneros. La dueña, de Valencia, tiene ya 25 años en Rhode Island y ya
la arepa exhibe, en su forma y sabor, un cierto sincretismo, influenciada por
las pupusas centroamericanas y las delgadas
arepas andinas.
Nos
recuperamos así de la celebración del año nuevo. Esa celebración la pasamos en un sitio bañado en
luces de reflectores multicolores, donde el Disc Jockey programaba la música de
baile, toda la cual me sonaba igual a mí, ya que casi toda era del siglo
XXI, con mucho púm púm púm. . Nos dedicamos a bailar toda la noche, para lo
cual solo tuve que imitar las contorsiones que veía alrededor. Habíamos dejado
nuestros abrigos en el área dedicada para tal fin, obteniendo nuestro respectivo
número. Llegamos bien al año nuevo, pasaron las copas de champaña y, estábamos
viendo los fuegos artificiales de la ciudad desde las ventanas del edificio,
cuando – de repente – sonó la alarma
contra incendios, lo cual produjo una estampida hacia la zona de los abrigos,
en intento casi siempre fallido de rescatarlos para salir corriendo. El 80% de
los asistentes tuvo que salir a toda prisa sin los abrigos, lo cual no era la
mejor manera de comenzar un nuevo año, incluyendo jóvenes semi-desnudas de minifalda
y escote, a 30 grados centígrados bajo
cero. La iniciativa de nuestros hijos nos permitió rescatar los abrigos a
tiempo y escaparnos del salón donde ya entraban los bomberos. Realmente una
aventura en el Polo Norte, mientras el disc jockey, imperturbable, seguía
generando aquella música de aquelarre.
Tuvimos
memorables visitas, buena comida criolla, aventuras hasta peligrosas, pero lo
más importante fue tener la suerte de estar juntos en Providence, rodeados del amor de nuestros hijos y nietos. Mi más ferviente
deseo es que esa misma providencia que nos acogió a nosotros cubra con su manto
a todos nuestros compatriotas en este nuevo año y les regrese la sonrisa y el
bienestar a la cual todos los seres humanos tienen derecho.
3 comentarios:
Gracias por narrarnos y así incluirnos en la aventura de la familia Coronel. Creo que el mensaje más importante fue el poder reunirse casi toda la familia en un lugar lleno de paz tranquilidad y opciones que disfrutar.
El contraste con lo que hoy viven muchos venezolanos en lo que queda del país, un desastre con una inflación de más del 2000 %, sin medicinas, sin comida, sin seguridad personal y menos jurídica, muchos sin electricidad o agua corriente, enfatiza lo increíblemente desgarrador de la situación de todos los venezolanos que aún están en el país.
Es triste que en 20 años Venezuela a pasado de república (con sus cosas buenas y algunas malas) a una tierra de nadie manejada por una pandilla corrupta y donde hay muchos metidos en el narcotráfico internacional.
Sólo queda desear que en algún momento a futuro, que no será nada corto ni fácil, Venezuela pueda regresar a ser un país de verdad. Un abrazo a todos.
Gracias por compartir esa bella experiencia...........ese frio polar se derritio con el calor que su familia le otorgo..........es otro privilegio de ser ciudadano de un pais civilizado y no de una pais en donde la barbarie tiranica e indolente ha secuestrado un pais de 30 millones de habitantes, sometiendolos a ni siquiera poder disfrutar de un rato digno juntos porque la preocupacion generada por la inseguridad personal, la injusticia y la escases siempre esta latente en la secuestrada Venezuela actual.
Me alegró mucho que pudieran disfrutar la Navidad y Año Nuevo y tuvieran la oportunidad de reunir toda la familia y visitar sitios tan interesantes.
Feliz Año con la eternal esperanza....
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