miércoles, 2 de junio de 2010

Viaje con Chávez, sin retorno, al siglo XIX.


Durante un acto de promoción de la Misión Sucre, el primer mandatario dijo que el problema de la vivienda se heredó de la ambición del capitalismo.

Once años después de haber llegado al poder y de contar con ingresos por casi mil millones de millones de dólares el desvergonzado Hugo Chávez todavía tiene los riñones de decir que la culpa por la inactividad total en la construcción de viviendas es del pasado, del capitalismo. Ya no puede quedar nadie en Venezuela que se llame a engaño sobre la ineptitud y corrupción de los hampones que manejan nuestro país.
Este sujeto ha perdido toda dignidad, toda pretensión de respeto hacia su persona. Lo que suele estar asociado con la figura de un presidente ya no existe para Chávez. Eso de Sr. presidente no le aplica. Un sujeto que hable de forma tan vulgar como él habla, que asalte con sus compinches armados la propiedad privada, que permita que se pudran los alimentos del pueblo, que pase el dia “tuiteando” o jugando softbol o manipulando la realidad venezolana, que no haga sino regañar publicamente a sus arrastrados servidores, eso no puede ser un Sr. presidente sino un vulgar “mira tú”.
El país no parece darse cuenta de que se degrada al tolerar a un sujeto de esta calaña en la presidencia. Cada venezolano que guarde silencio frente a las barrabasadas de este hampón se convierte en cómplice de la tragedia que acogota a la sociedad venezolana, pertenece a una Venezuela apta para la esclavitud. Cada militar venezolano que desfile vestido como payaso, chillando consignas extranjeras, frente al déspota, se convierte en su cómplice y tendrá que responderle a la justicia, cuando ella regrese al país. Muchos venezolanos asisten a la prisión de los comisarios, al asalto a La Carolina, a los ataques contra POLAR, a los desmanes en contra de los gobernadores y alcaldes de la oposición, como si asistieran a una velada de teatro del absurdo, curiosos por saber quien será el próximo que caerá, siempre y cuando no sean ellos. Y dirán que la cosa no está tan mala porque a ellos “no le han hecho nada”. Y se sentirán felices de regresar a casa sin un balazo o una puñalada. Y se contentarán cuando les llame un vecino para decirle que en el mercado de San Fernando llegó el pescado salado, pero que se apure. Y harán su cola para recibir un saco de papas de las podridas de Puerto Cabello porque son gratis. Y, quien sabe, hasta se pondrán una gorra roja para que crean que son “revolucionarios”. Y en Barrio Adentro, el paciente que requiere cirujía agradecerá con una triste sonrisa la aspirina.
Este proceso de progresivo embrutecimiento, de creciente miseria material y moral, necesita de un déspota sin escrúpulos pero también necesita de invertebrados, de seres débiles e indefensos ante la agresión. Hay un gran segmento de la sociedad venezolana que ya no vive en el siglo XXI sino en el siglo XIX. Está viviendo en la Venezuela de los hermanos Monagas y su corrupción en el poder, en la Venezuela de cuatreros al mando de zamoras de nuevo cuño, en la Venezuela de obscenos comisionistas a lo Guzmán Blanco, ahora llamados Nobrega, Chacón o Fernández. En la Venezuela de los aduladores y mercenarios, ahora llamados Escarrá (Carlos), Arias Cárdenas, Chaderton, Alvarez Herrera o Alfredo Toro.
La manera como actuemos hoy frente al déspota determinará nuestro futuro como país. No es posible que los venezolanos esperemos que otros hagan el trabajo que nos corresponde a nosotros. Por cada Brito, Simonovis, Arria o Mendoza. Por cada venezolano digno hay miles de venezolanos sentados en la barrera como si la tragedia no fuese de ellos. Esta gente que hoy se comporta así no puede construir un país decente, libre y democrático. Representan una carga muerta para quienes tienen conciencia ciudadana. Prefiero a los chavistas declarados, a quienes presa del resentimiento o el complejo de inferioridad pretenden ver en el déspota su campeón. Por lo menos con ellos no hay equivocación posible. Ellos nos ven como enemigos, nosotros los vemos con tristeza, porque representan el lastre mayor que el país deberá cargar por generaciones, hasta que la educación adoptada como política de estado nos haga ciudadanos libres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vergüenza de gobierno y vergüenza de gobernados que lo permiten.