Ludmila vinogradoff / corresponsal en caracas
Día 06/06/2013 - 22.18h
El encargado del «Excelsior Gama», de
la capital venezolana, asegura a ABC que puso en la estantería la margarina
«Chiffon», que escasea, y al cabo de una hora no quedaba nada
ludmila vinogradoff
La «papachip» es el tema del día. Todos lo comentan y todos lo
rechazan. Los caraqueños sienten indignación por el racionamiento de alimentos,
que al mejor estilo de la cartilla cubana, temen que muy pronto la apliquen
también en los supermercados de la capital, como ocurrirá el próximo lunes en
Maracaibo. La cartilla de racionamiento, pero con sistema electrónico y
detector de huellas, «captahuellas» para los venezolanos, ha sido defendido
nunciado por el gobernador del Zulia, Francisco Arias Cárdenas.
El gobernador Arias niega que esté inspirada en la legendaria
cartilla cubana, pero nadie le cree cuando dice que se usará para controlar el contrabando,
o «bachaqueo», de alimentos que pasa en camiones hacia Colombia, pues la
vigilancia fronteriza está bajo control de la Guardia Nacional. La gobernación
de Mérida también quiere adoptar el «papachip». Ya es el segundo de los 23
estados en anunciar la medida.
En la urbanización de Los Palos Grandes, el «Excelsior Gama»,
cadena de supermercados de propietarios españoles, no se salva de la escasez y
del racionamiento. El encargado Jesús Vargas no está autorizado para declarar a
la prensa pero aún así comenta brevemente que la margarina «Chiffon» llegó el
jueves y la colocó en la estantería. Una hora después ya no quedaba nada. Los
clientes habían arrasado con los botes de margarina. Y así con todos los veinte
productos de mayor demanda o escasez, según se mire, como el papel higiénico.
El encargado Jesús Vargas impidió que siguiéramos tomando fotos.
Pero el revuelo ante el puesto frigorífico de carnes llamó la atención de ABC.
En ese momento había llegado pollo congelado de Brasil y la cola era muy larga.
«Tome su número señora», nos indicó una clienta pensando que íbamos a comprar.
Flor Quintana, de 78 años, sentenció: el «papachip» no hay que lo
«monten», ¿y cómo lo impide?, le preguntamos. «Pues protestando. Si dejamos que
nos impongan la cartilla de racionamiento no habrá manera después de
eliminarla».
En la cola del pollo, otra clienta llamada Rina Romero, de 55
años, profesora de inglés para adultos e hija de españoles, propuso: «Hay que
armar un lío con el papachip y protestar, no podemos permitirlo. Nadie nos
puede decir cuánto y lo que podemos comprar».
Sergio Hernández, de 50 años, la escuchaba y comentaba: «Para qué
vamos a protestar si luego la protesta no termina en nada. Tenemos miedo
incluso de protestar, nos pueden matar, pegar un tiro. Vivimos como en una
guerra. Los que se preocupan son gente mayor adulta pero a los jóvenes no les
importa lo que sucede en Venezuela».
Luis Vicente León,
director de la encuestadora Datanálisis, y cliente de Gama, comentaba en su
cuenta de Twitter su rechazo a la medida de control que
se quiere implementar en los estados fronterizos con el «papachip». «Marcar a
la población como si fueran culpables de violaciones para que no puedan comprar
tres kilos más de comida es inaceptable», escribió.
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