Me acaban
de informar la muerte de mi viejo amigo Roberto Palmitesta. Tenía muchos años
sin verlo pero nos manteníamos en contacto por Internet. A través de esos
mensajes conocía lo difícil que era su vida, fisicamente muy limitado debido a
una operación fallida de la columna, con los apuros financieros tan frecuentes
en el hombre honesto, pero al mismo
tiempo siempre lleno de ideas, sueños y proyectos orientados a mejorar la
condición humana y la sociedad. Lo que probablemente no pudo superar animicamente
fue la enfermedad de uno de sus dos hijos, afectado por un raro síndrome
neurológico. Una persona amiga me dice que Roberto había perdido mucha de su ansia de vivir.
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Lo que nos
unía era el interés por la educación ciudadana. Durante mis años como presidente
de Pro Clidad de Vida mantuvimos una estrecha relación y recibí mucha ayuda de
su parte. Nunca abandonó la vision optimista de nuestra sociedad, aun después de
tanta pesadilla política y tantas indignidades sociales como las que hemos
tenido que presenciar. En estos momentos Roberto estaba promoviendo un proyecto
sobre educación para la juventud venezolana, aun en medio de su conjoga por la
enfermedad de su hijo y los problemas financieros que le impedían atenderlo
debidamente.
Roberto
Palmitesta DiGiulio fue un venezolano ejemplar, un hombre íntegro a carta
cabal. Su esposa, maracucha y pariente de mi esposa, lo acompañó hasta el final,
en las buenas y en las malas.
Roberto murió del corazón. En la Venezuela de
nuestros días esa es la principal causa de muerte. No importa cual sea la razón
directa del fallecimiento, miles de venezolanos dignos mueren esencialmente del
corazón.
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