viernes, 29 de septiembre de 2017

Una Venezuela fundamentalmente ética, no pragmática


Los últimos 18 años han sido especialmente trágicos para Venezuela, no solo porque la tribu dominante ha sido inepta, corrupta y amante de una fracasada ideología sino porque, en el camino, los venezolanos hemos adoptado actitudes que obedecen a la coyuntura, a lo que sucede en el momento, sin tener una visión de largo plazo sobre el país que realmente deseamos.
Es decir, se nos ha perdido la brújula. 
Como país hemos decidido luchar batallas con una visión de corto plazo, algunas veces guiados por principios, otras veces guiados por el pragmatismo, todo con el buen propósito de lograr la victoria sobre la pesadilla de régimen que se ha montado en el poder. Pero esas batallas han seguido un camino zigzagueante, algunas veces tomando atajos, otras veces regresando al camino principal. El resultado no nos  ha sido favorable.
Este caminar vacilante, a veces en direcciones contradictorias, nos han proporcionado algunos triunfos pero también derrotas que  nos han hecho perder mucha de la confianza en nosotros mismos. La sociedad venezolana exhibe, en un 85%, el deseo de salir cuanto antes de la pesadilla chavista que nos acogota pero ello no sucede. Y no sucede porque ese 85% está fragmentado en sus perspectivas sobre el cómo salir de la pesadilla. Unos deseamos la resistencia, otros desean la conciliación y el arreglo, hay muchos quienes viven de la confusión reinante y le sacan provecho personal. Una gran masa de la población se muestra impotente y hasta indiferente para decidir su rumbo y, en la práctica,  se mantiene al margen de la tragedia. No son actores sino espectadores aunque lo que suceda finalmente en el país los afectará a ellos. Son una carga terrible para quienes tratan de salir adelante. Son habitantes pero no ciudadanos.  
El país no saldrá del empantanamiento hasta que no prevalezca una identidad de propósitos sobre el tipo de país que deseamos tener. Si logramos ponernos de acuerdo sobre la Venezuela que deseamos ello nos dará luces para iluminar el camino y podríamos minimizar  las desavenencias cada vez que llegamos a una horqueta en el camino. Las elecciones regionales de Octubre de este año son una de estas coyunturas que han sumido al país en confusión, precisamente porque no nos hemos puesto de acuerdo sobre el país que deseamos, sobre el objetivo final de nuestra lucha.  
La Venezuela que yo desearía tendría un apego total a los principios y los valores de la democracia, de la libertad y de la buena ciudadanía. Ello significaría que los venezolanos nunca aceptarían un régimen demagógico, basado en promesas incumplibles, sino gobiernos responsables, basados en programas estructurales de mejoramiento nacional y no en soluciones mágicas. Pero, para tener esa Venezuela se requerirían actitudes diferentes en su concepción a lo que hemos venido aceptando en estos años.
¿Cuáles serían esas actitudes? La actitud fundamental, creo yo, es el rechazo  intransigente  a la coexistencia pacífica con la corrupción, una coexistencia que nos está llevando, de manera inevitable, a la entrega de nuestros principios y valores. Ponernos de acuerdo sobre esta actitud nos ahorraría muchas peleas fratricidas, cada vez que se nos presenta una horqueta en el camino, tipo diálogo o tipo elecciones regionales conducidas bajo las reglas de un régimen inaceptable. En lugar de pesar las ventajas o desventajas de corto plazo de una decisión para esas coyunturas, simplemente nos mantendríamos firmes en nuestra actitud principista de rechazo a la corrupción y a los enemigos de nuestros principios y valores. Podríamos ver que ganar una batalla de corto plazo puede significar una derrota en términos de nuestro objetivo final. Si tenemos siempre claro el objetivo final de una sociedad honorable, digna, democrática y libre, no tendríamos dudas sobre el que hacer cada vez que se nos presentan encrucijadas en el camino.  

Esto que digo representa una sobre simplificación, lo admito. Para que podamos ponernos de acuerdo sobre la Venezuela que deseamos debemos acercarnos mucho más en materia de educación ciudadana. No hablo de la educación formal, la que separa al ingeniero del analfabeta. Esa educación puede darle al ingeniero una mejor oportunidad de ganarse la vida pero no le da necesariamente una superioridad ciudadana sobre el analfabeta. De lo que hablo es de la educación que hace posible pensar en términos de nuestra sociedad, de nuestro país, y no solo en términos de nuestras conveniencias personales. La riqueza o la posición social no nos da la buena ciudadanía de manera automática. Es la conciencia de pertenecer a un todo  más importante que las partes es lo que nos permite llegar a tenerla.  Por lo tanto, la primera prioridad para lograr desarrollar una visión de la Venezuela que deseamos es nivelar nuestros habitantes en materia de conciencia ciudadana y ello es enteramente posible. Para ello será necesario tener un gobierno razonablemente honesto y decente, en lugar de la pandilla de delincuentes que hemos tenido durante estos últimos 18 años. Un programa de esta naturaleza no es utópico. En otras ocasiones hemos descrito un programa nacional de Buena Ciudadanía, que podría lograr resultados significativos en una generación, al transformar nuestra gran masa de habitantes indiferentes e ignorantes en buenos ciudadanos activos.  

2 comentarios:

Ubaldo dijo...

Lo primero es lo primero: Cómo quitarnos de encima a la pandilla narco-castro-chavista-madurista. Esa es la piedra de tranca. Por el lado opositor hay mucho pillo, jugando a favor del enemigo. En eso han sido muy hábiles los delincuentes. Siempre hemos tenido troyanos, desde Arias Cárdenas, pasando por Rosales, Capriles, y ahora a la cabeza Ramos Allup, Borges, Guevara, López(aunque ud. no lo crea) García, etc. Ahhhhh olvidaba a Teodoro Petkoff, que ahora lo quieren poner como víctima. Es difícil hablar de valores cuando las personas que fungen como líderes son unos falsos, hipócritas, sinverguenzas, etc.

Jack McDowell dijo...

Gus,
También nos hizo daño que pocos se hicieron eco de la cubanía que Chávez mostró desde 1994 en La Habana. Otra historia hubiera sido si a diario se hubiera informado cómo se vivía en cuba y cómo se sería Venezuela bajo Chávez y Castro. Allí colaboraron Otero el del nacional la mujer que no me acuerdo cómo se llama el despreciable ramos allup y el miserable Oswaldo Álvarez paz entre otros que jugaron cuadro cerrado para tumbar a CAP. Luego te paso la entrevista de Carratu donde dice como fue la conspiración.