El SUEÑO AMERICANO?
Desde Washington DC.
Hace unos días debí realizar un viaje muy corto, de 24 horas, a Miami. Lo hice tratando de gastar el menor dinero posible, como corresponde a alguien ya retirado. Encontré un vuelo de ida y vuelta desde Washington DC por $175 (más impuestos!) y una habitación en un motel cercano al aeropuerto por $75. Para ir a mi reunión pensé que lo más eficiente era tomar un taxi a la zona de Kendall. No sabía que un viaje de unos 20 minutos costaría $42, en un taxi con defectuoso aire acondicionado, manejado por un señor de Haití con cara de pocos amigos. Mi primera lección: si hay que movilizarse en Miami puede ser más económico alquilar un auto.
Después de mi reunión decidí que no iba a gastar otros $42 en regresar a la zona del aeropuerto donde estaba el motel seleccionado. Iría en tranporte colectivo. Caminé unas tres cuadras bajo el sol inclemente y tomé el bus que iba hacia el norte. Este bus, sin embargo, solo iba hasta la estación del Metro-Rail. Tomé el Metro-Rail y continué hacia el Norte, hasta un terminal de autobuses donde tomé el número 37 que iba hacia el aeropuerto. El viaje de este bus me llevó por Coral Gables, dando vueltas y más vueltas, y tomó casi una hora para llegar al aeropuerto. En el trayecto pasamos por zonas residenciales de mucho lujo, casas con hermosos jardines y con muelles hacia los canales, en los cuales habían bellas lanchas estacionadas. Hace años visité una de estas casas, propiedad de un venezolano muy hábil para los negocios. Me dijo, complacido: “Se la compré a un tipo que estaba necesitado de dinero. Se la quité por la mitad de lo que valía y le obligué a dejarme hasta la cama que tenía en el cuarto principal”. Y agregó sonreído: “Recuerdo que se puso a llorar cuando tuvo que dejarme la cama”. Todavía no sé si me habló en serio, espero que no.
En el aeropuerto encontré una camioneta del motel que había seleccionado, la cual me llevó sin costo hasta el motel, a unos 15 minutos del terminal. Esa zona del aeropuerto de Miami y sitios adyacentes es un infierno. El gentío es espeluznante. Conseguir donde sentarse en el terminal central es punto menos que imposible. El aspecto del sitio es el de un inmenso galpón que alojase a víctimas de un tsunami. Mucha gente se acuesta en el suelo usando los maletines como almohadas. Muchos se quitan los zapatos dándole al ambiente un aspecto primitivo y un pronunciado aroma a queso llanero. En el aeropuerto de Miami puede verse, en todo momento, una sección transversal de la humanidad sufrida, cansada y sudorosa, gente de todos los colores y de todas las razas. Quienes ya estamos en la tercera edad recordamos con alguna nostalgia que viajar por avión fue, en algun momento, glamoroso. Las mujeres se ponían sus mejores galas y los hombres nos poníamos generalmente una combinación gris-azul para disfrazarnos de hombres de negocios. Hoy en día las mujeres andan con los rollos de la cintura en plena exhibición y muchas hasta muestran el incio del sunsum corda, donde la espalda pierde el nombre. Los hombres elegantes andan en sandalias y en chancletas los mas deportivos. Lo que domina la escena es la proliferación de bojotes, de todos los tamaños. Especialmente los latinoamericanos no parecemos ser capaces de viajar sin varios bojotes guindando. La cultura del sur, llámese Argentina o Venezolana, es una cultura del bojote.
El motel resultó estar en medio de una especie de isla urbana, rodeado de construcción por todas partes y, a juzgar por el ruido de los aviones, parecia situado en una de las pistas de despegue. No tenía nada en los alrededores que no fuesen otros moteles de modesto aspecto. Salir a comprar un cepillo de dientes me hubiese costado alrededor de $15 en taxis. Afortunadamente tenían uno de cortesía en el motel. Al lado del motel había un restaurant, tipo pub irlandés, donde había buena cerveza y hamburgers y tres televisores mostrando diferentes eventos deportivos.
En esta breve visita, un tanto deprimente, a Miami, vi la cara pobre y triste de una ciudad que es considerada como la máxima aspiración de millones de latinoamericanos, como la meca para quienes desean salir de la pobreza y desesperanza que experimentan en sus propios países. Lamentablemente, Miami se parece ya a muchos de esos países. Por cada Antonini, por cada Carruyo Jr., por cada ladrón de la revolución chavista o de la cuarta república de Lusinchi que han encontrado refugio en la Miami de los rascacielos, suntuosos apartamentos, jets privados, yates y en los salones VIP del aeropuerto, hay miles de latinoamericanos que llevan una vida, día trás día, que no está muy lejos de la que llevaban en sus países de origen.
Esta es la Miami de los pobres, la negación del sueño americano. Ese sueño aun vive un poco más hacia el norte, donde la dignidad y el decoro todavía no son incompatibles con la pobreza.
2 comentarios:
Me parecen muy interesantes sus comentarios y estoy totalmente de acuerdo con usted acerca de MIami. Pero me pregunto y le pregunto Sera que la idiosincrasia latinoamerica transforma lo que toca en desorden,anarquia y pobreza?
Que sobrepoblamos lugares sin orden ni concierto. sera tal vez que no respetamos las leyes y los lugares publicos y que no tenemos mucha conciencia civica?
Es probable mi estimado anónimo que eso influya al resultado que ahora vemos en la ciudad de Miami. La verdad es que es una ciudad con una mezcla de tantas culturas y a la vez tan carente de ella, en donde cada quien vive su propia vida a su manera perdiendo la noción de lo que es la familia, la unidad, y las buenas costumbres; luchando para no contagiarse de la "baja cultura del otro" termina perdiendo su propia identidad y convirtiéndose en una estadística más en los Estados Unidos de América. Un latinoamericano más o mejor dicho como nos llaman los estadounidenses "hispanos", un hispano más tratando de sobrevivir y gastando más de lo que gana para poder aparentar que aún tiene apellido y status aún fuera de su propio país. La verdad no los culpo, como dice la canción de Franco De Vita "Extranjero", después de todo no es fácil asimilar que ya no tienes patria.
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