Especial DE ELIZABETH FUENTES
¡¡¡Uy, qué horror!!!
VAMOS A DALE
Elizabeth Fuentes
Y a una vez escribí que "cuando un revolucionario llega al poder es lo más parecido a casarse con el amante: pierde la gracia..." Y no es que pretenda iniciar la ridiculez de autocitarme, válgame Dios, sino porque ahora tengo muchas más razones para apoyar mi sentencia. Me explico: los amantes tienen que mentir constantemente, disimular que andan en una gozadera, hacerse los locos frente a ridículos problemas terrícolas como pagar la luz o asistir a reuniones de Padres y Representantes. Y para mantener esa fachada, hay que reconocerlo, deben meterle mucho a la hipocresía. Pero como las pasiones son de corta duración, según algunos siquiatras expertos en el asunto, pues esto no daña seriamente a nadie y la historia termina convertida en un recuerdo de esos que nos hacen sonreír a solas. Extrapolando mi reflexión cursilona a la política rural en la que andamos, afirmo en consecuencia que los revolucionarios sólo resultan atractivos en la oposición. Esa es su gracia. El tirapiedrismo, la reunidera hasta las tantas, la publicación de periodiquitos de bajo tiraje repartidos a mano, las promesas de un paraíso en la Tierra, resultan su hábitat natural. La discusión a muerte entre tendencias, la acusación de reaccionario a quien se salga de la línea de La Verdad previamente establecida porque yo sé más que tú, el look tan sin jabón de las compañeritas todo con su correspondiente soundtrack de trova cu- bana, trazan el fresco perfecto de nuestros filósofos teóricos-prácticos de cafetín. Que hasta Jorge Rodríguez y Elías Jaua han debido ser un encanto cuando andaban encapuchados todos los jueves del mundo, trancando la Plaza Venezuela porque les salía del forro. Pero hénos aquí, hoy y ahora, calándonos a esta partida de buenos para nada, echando mano otra vez de sus viejos hábitos hipócritas izquierdosos porque, ¡uy, qué horror!, hubo un golpe de Estado en Honduras y, ¡uy qué rico!, podemos volver a la discutidera y la reunidera y a las acusaciones; es decir, podemos regresar a lo único que hemos hecho durante años para prepararnos a la hora de tomar el coroto: ¡vamos a hablar pistoladas, compañeros, y a escala planetaria! Y entonces se vuelven tan responsables, tan comprometidos, hasta puntuales en cada una de las citas importantísimas a las que tienen que acudir para denunciar la intromisión en Honduras del Imperialismo y la Reacción, caminando apuraditos en grupote, de la OEA a Nicaragua, de Nicaragua a la ONU, con aquella cara de angustia, igualita a la que pone cualquier mamá venezolana cuando le dicen que a su hijo lo asaltaron anoche y está vivo de milagro. Con aquella actitud tan decidida, como si estuvieran implementando la recolección de basura de Caracas y su posterior reciclaje en beneficio de la capa de ozono, convocan a ruedas de prensa interminables para solidarizarse con el compañero Zelaya, un Presidente tan electo por el pueblo como Carlos Andrés Pérez o, sin ir muy lejos, el alcalde Antonio Ledezma... pero, camaradas, ocurre que los votos de ese pueblo sí se respetan. Con el ceño fruncido, el gesto sesudo, sus fluxes planchaditos, las contundentes declaraciones en beneficio de la Constitución hondureña nos han permitido hasta mantener la leve esperanza de creer, vía CNN, que aquí como que sí hay gobierno. Pero qué va: como a cualquier amante con 10 años de dudas en su contra, a esta gente ya se le agotaron las mentiras, las excusas, las promesas. Hasta los temas de debate porque a mí, que hago mercado, pago IVA, seguro médico porque ningún hospital sirve para nada, me la paso de virus en virus respirando la inmundicia de la ciudad comandada por Jacqueline Farías, y vivo entre rejas y en constante toque de queda por culpa de la delincuencia y la ineficiencia en combatirla, me sabe a caramelo si la promesa del socialismo para Honduras está en pico de zamuro o si la Constitución de por allá permitía, legalmente, salir de Zelaya y compañía. Como una vez dijera el líder máximo de los habladores de pistoladas, y cierro casualmente con una cita amorosa, les exijo pero ya: "A mí que me den lo mío"... y aclaro, por supuesto, que se trata de la larga lista de quejas y reclamos esbozada en el párrafo anterior. Después que se encarguen de Honduras completica.
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