Pedaleando mi media hora en el gimnasio ví hace un rato en CNN una historia que me llamó la atención. Una señora de color, empleada por casi 40 años en el Departamento de Desarrollo Agricola del estado de Georgia, había sido despedida por haber hecho comentarios “racistas” durante una charla. Un grupo que oyó las palabras de la señora la acusó de hacer comentarios impropios y pidió su destitución. La Asociación Estadounidense por el Desarrollo de la Gente de Color, NAACP, se hizo eco de la denuncia. El supervisor de la señora la despidió.
Horas más tarde, algo maravilloso comenzó a suceder. El supervisor dijo que verían el video completo de lo dicho por la señora. La asociación se retractó al decir que solo habían visto una parte del video, aparentemente tomada fuera de contexto. CNN trajo a la señora a una entrevista. Oyéndola me conmoví mucho. Es una señora de hablar pausado, de gran dulzura de gestos. Contó como en su discurso había narrado la historia de su familia como ejemplo. Vió a un hombre blanco asesinar a su padre cuando niña y se dijo que ella jamás podría vengarse con violencia. Se dedicó a tratar a los demás, blancos, negtros, latinos, asiáticos, como ella desearía que hubiesen tratado a su padre. Predica que el enemigo no es el color de la piel sino la pobreza y la ignorancia. La entrevista de CNN fue magistral y la buena señora se manejó con dignidad y sencillez. No está segura, dijo, de poder regresar a su trabajo, no tanto por ella sino por quienes la juzgaron precipitadamente.
Lo maravilloso de la historia, aparte de la señora, es la manera como la sociedad ha reaccionado. Ha habido una inmediata rectificación ante lo que era claramente una injusticia. Se han pedido excusas. Los medios han respondido de manera ejemplar. La sociedad ha mostrado su capacidad de redención, de rectificación. Esa maravillosa cualidad de rectificación es algo que no todas las sociedades poseen.
Pienso en mi pequeño país, Venezuela, donde la sociedad ha sido inoculada con una alta dosis de odio racial y de clases por parte de quien había sido llamado a ser el gran conciliador, el gran inspirador, nuestro “Mandela” pero que ha resultado ser nuestro “Mugabe”. Quien nominamos como pastor de todas las ovejas en 1998 ha preferido pintar unas de color rojo y otras de color gris, para estar seguro de que solo se come a las que él detesta.
La lección de la señora de Georgia alienta nuestras esperanzas sobre la capacidad de regeneración que tienen las sociedades. Así como la pradera se viste de nuevo de verde tierno apenas semanas después de un pavoroso incendio y los pelícanos se van quitando la costra de petróleo adquirida en el Golfo de México, así nuestra sociedad despertará algun dia de la pesadilla que los hacía ver enemigos donde no hay sino compatriotas, una pesadilla generada por un sociópata emparentado con Nerón, Hitler y otros grandes criminales de la historia.
Nos despertaremos y podremos sonreír de nuevo al vecino y compartir con el, en solidaridad, felices y tristes momentos, tal y como ocurría en la Venezuela amable que yo conocí.
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