Cambur, si. Trabajo, preferiblemente no

Esperando por el pote de leche


Gracias, Enrique, por el envío del artículo de Uslar Pietri

Quien no ha oído esta canción? :
A mí me llaman el negrito del batey
Porque el trabajo para mí es un enemigo
El trabajar yo se lo dejo todo al buey
Porque el trabajo lo hizo Dios como castigo.
http://www.youtube.com/watch?v=-pOt6T8tY1w

Ese es un merengue dominicano pero se baila mucho en Venezuela. Historicamente , millones de venezolanos han visto al trabajo como una manera “ineficiente” de obtener riquezas. En un lúcido ensayo (“Los Venezolanos y el Trabajo”) escrito en Marzo de 1997, Arturo Uslar Pietri hablaba de esto y decía que los españoles, nuestros antepasados, desdeñaban el trabajo. Mencionaba Uslar al Quijote y al Lazarillo de Tormes como modelos de esta aversión. Los españoles eran “hidalgos” como el Quijote o como el Lazarillo, quien enviaba a su criado a pedir limosna antes de salir a trabajar. Agrega Uslar en su artículo que los otros importantes componentes étnicos de nuestra sociedad, el indio y el negro, tampoco tenían el trabajo como actividad prioritaria. En el caso del indígena, porque su costumbre era hacer solo lo suficiente (aún somos reacios a hacer más de lo estrictamente necesario). En el caso del negro esclavo, raído a la fuerza, porque el trabajo era una actividad impuesta, de la cual no derivaba provecho alguno. Se preguntaba, con razón, “para que trabajar para el amo”?

Dice Herrera Luque que los españoles que llegaron a Venezuela no eran los mejores ni llegaron a trabajar sino a tratar de hacerse ricos. No fueron, como los colonos estadounidenses, granjeros, herreros, carpinteros, gente que venía a echar raíces en el nuevo mundo. Fueron conquistadores y se dejaron arrastrar por el mito de El Dorado. El genio que era Uslar continúa diciendo en su ensayo que, una vez agotado el mito de El Dorado, este fue reemplazado por la guerra y por el concepto del botín. Añade Uslar que todos los presidentes de la Venezuela del siglo XIX usaron la guerra y el botín como pretexto para enriquecerse. Uno podría agregar que, durante el siglo XX y hasta hoy, la explotación petrolera constituyó la versión moderna de la via expedita hacia la riqueza, nunca el trabajo. Pero ese no ha sido un camino transitado equitativamente. Quienes llegaron primero a la piñata, otro símil apropiado para hablar del sistema de distribución de la riqueza en Venezuela, fueron los venezolanos dueños del poder político, quienes sistematicamente han confundido adrede a la nación, que somos todos, con el estado, que eran y son ellos. De esta manera, la vida económica venezolana puede visualizarse simplemente como una larga “cola” en la cual los más poderosos están de primeros, hasta llegar al final de la cola, donde están los más ignorantes e indefensos, quienes se resignan en silencio a esperar por horas por un pote de leche regalado por el estado-taita.

Me veo obligado a pensar en esto porque doy charlas en USA donde las audiencias me preguntan con frecuencia sobre las diferencias culturales entre nuestro país y el de ellos. Se que este es un tema difícil y muy fácil de ser visto como “politicamente incorrecto”. Pero lo creo insoslayable. Cuando era joven me leí a Rodó y a su Ariel y Calibán y, como muchos latinoamericanos, me acostumbré a pensar que nosotros éramos espiritualmente superiores. Ahora creo que ello no es cierto. Cuando llegué a estudiar en la universidad de Tulsa, en USA, a los 17 años, me dí cuenta de que el pueblo estadounidense tenÍa una ética religiosa y del trabajo hasta superior a la nuestra. Ellos se basaban en el trabajo, en el ahorro y en las obras. Nosotros nos basábamos y seguimos basándonos en la “hidalguia”, en el golpe de fortuna y en la fé. Y ello explica bastante del por qué, siendo un país independiente desde hace ya 200 años, no hemos podido tener el mismo grado de desarrollo social y ciudadano que nuestros vecinos del norte, cuya indpendencia es apenas unos 30 años más antigua que la nuestra.

En fin, este un tema para discutir abiertamente, no para barrerlo debajo de la alfombra.