En 1995 publiqué un libro sobre
la Corporación Venezolana de Guayana. Semanas después, el 29 de Enero de 1996
recibí una carta que consideré una condecoración. Era de Arturo Uslar Pietri y
decía, entre otras cosas:
“Distinguido profesor:
De una manera completamente
azarienta ha llegado a mis manos un ejemplar de su extraordinario trabajo: “Una
perspectiva gerencial de la Corporación Venezolana de Guayana” que usted publicó
en Caracas a fines del año pasado.
Quiero decirle a usted, con toda
sinceridad, que la lectura de esa obra me ha impresionado profundamente. Con su
publicación le ha prestado usted al país, en un acto de evidente valor cívico,
un inmenso servicio al revelarle, de la manera más documentada y precisa, el
desastre nacional que ha significado la gerencia de la Corporación Venezolana
de Guayana…. Lo que usted dice allí, con excepcional valor, sinceridad y
apreciación, debía ser conocido por todos los venezolanos para que se den
cuenta de la verdadera dimension de esa tragedia… Lo felicito muy cordialmente
y le agradezo desde lo más profundo de mi condición de venezolano la
invalorable contribución que usted ha hecho a la salvación y enmienda del
torcido rumbo que el país lleva.
…. De quien se declara su amigo,
Arturo Uslar Pietri”.
Para mí esta carta representó una
distincion superior a cualquier otro reconocimiento. Uslar Pietri era mi ídolo
en lo intelectual. Su lenguaje de altura siempre me conmovió. De allí que, al recibir
su carta, llamé a su casa, hablé, creo
que con su hijo, y pedí una cita para conversar con él. La cita me fué
concedida con asombrosa prontitud y una mañana de Febrero me presenté en su
casa, en La Florida. Una amable señora
me hizo pasar a su biblioteca, amplia y sencilla.
Uslar Pietri ya estaba allí,
sentado, con gruesos lentes puestos. Había libros en los estantes, sobre el escritorio y desparramados por casi todo
el piso. Me saludó efusivamente con su voz inconfundible, aquella voz cadenciosa
y atractiva que oíamos los venezolanos cada vez que sintonizábamos sus “Valores Humanos”. Me llamó desde el
primer momento Profesor, con gran deferencia, a pesar de que yo no lo era. Quizás
intuyó que eso era lo que yo hubiera deseado ser.
“Recibí su libro enviado por
Jorge Olavarría”, me dijo al inicio de nuestra conversación. Y hablamos unos
minutos sobre Olavarría, por quien él siempre sintió un gran afecto. Uslar Pietri estaba por
cumplir 90 años cuando lo visité. Veía poco y se hacía leer libros o
periódicos. Su mente estaba intacta. Pero más que su mente intacta, me
impresionó su entusiasmo, el cual me atrevería a definir como juvenil.
Sin una agenda pre-establecida
inicié mi conversación con él, comentándole
mi admiración por su entusiasmo. Me dijo: “Cada mañana me despierto anhelante
por aprender. Cada día trae una nueva oportunidad para conocer algo nuevo y
maravilloso”.
Le comenté: “Usted ha hecho
tantos aportes a la sociedad venezolana, Don Arturo. Es una suerte para el país
que tuviera usted esa vocación de servicio”. Y él me dijo: “Vocación no sería
la palabra exacta, profesor. Diría más bien que siempre comprendi que ese era
mi deber. Mi vocación verdadera ha sido el estudio de la naturaleza, de nuestro
hermoso planeta, de ese cosmos repleto de estrellas a las cuales viajaremos uno
de estos días. Me hubiera gustado ser un poco a lo Humboldt, quien fue la
antítesis de la especialización. Pero las exigencias de la vida nos llevan a actuar
en una arena más modesta.”
“Modesta? Don Arturo? Usted se ha
movido en un escenario nacional. Usted ha sido protagonista de la historia de
Venezuela de los últimos 50 años. Uno de los venezolanos más prominentes de la
escena nacional!”
“Mire, profesor. No hay tal cosa
como una escena nacional en Venezuela. Para que la hubiese tendríamos que ser
una nación. Y ello no es así. Nuestros
escenarios aun son tribales. Carecemos del sentido de identidad nacional que
poseen algunos otros países en grado superlativo. Ese sentido de identidad
nacional es el producto de una historia, de la conciencia de pertenecer a un
todo superior, de generar y cultivar héroes civiles, logrando que los líderes
se bajen del caballo”.
Algunas otras cosas conversamos,
ya olvidadas. Pero lo que fué inolvidable para mí fué el hecho mismo de mi
visita a este hombre legendario.
De esa conversación han
transcurridos unos 16 años. Arturo Uslar falleció el 2001. No ha sucedido
nada en nuestro querido país que haya
desvirtuado sus palabras. Al contrario, las tribus de las cuales él me habló se
han fragmentado, ahora convertidas en pandillas semi-anárquicas, cada cual con
agenda propia, pandillas anti-nacionales empeñadas en llenar sus alforjas con la mayor rapidez
posible.
Aquella mañana de Febrero de 1996 subí al Olimpo. Si no he podido ver a mi país como nación, al
menos he tenido la suerte de compartir momentos con algunos de sus notables héroes:
Uslar Pietri, Gallegos, Antonio Estévez, Vicente Emilio Sojo, Enrique Tejera Guevara,
Rafaél Alfonzo Ravard, Aquiles Nazoa, Isaías Ojeda.
2 comentarios:
Felicitarle Sr. Profesor, por tener Ud. el privilegio contarse entre los amigos de Don Arturo Uslar Pietri. Hablar de Uslar es referirse a la media docena de los más grandes valores de las letras y hombría de bien que haya parido Venezuela.
LGS
Tres de los culpables de ese desastre que es hoy la CVG, todavía andan pululando y se hacen los inocentes: Pablo Medina (el sujeto más chambón de la tierra), Pastora Medina y el miserable del Andrés Velásquez. Lo que le cayó a la CVG con la peste roja lo que da es ganas de llorar. Empezando por el José Khan y el bicho ese que es gobernador (rangel) y su hijo, que lo sacaron del país cuando el rollo del "rey de la cabilla" (luis salvador velásquez)que acaba de ser puesto en libertad.
Los familiares del presidente de Ferrocasa-CVG están allí agarrando sin que nadie haga nada: uno, el hijo es el gerente general de Recursos Humanos y gerente de Ventas; dos, la esposa es la jefa de Atención al Ciudadano; quien funge de nuera es la gerente de Administración y Finanzas. Amigos importados desde Caracas ocupan las gerencias Jurídica, Compras, Seguridad y Proyectos. El cuñado del Presidente aparece como dueño de la Constructora Joeli C.A., la mayor firma contratista de Ferrocasa-CVG. Reinaldo García es el nombre del tipo.
Acabaron con Venezuela, Gustavo.
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