domingo, 23 de agosto de 2015

82: breve resumen de un viaje

Desde los días brumosos y fríos de Los Teques de mi niñez  hasta este verano de Virginia han transcurrido 82 años, un largo tiempo. Sin embargo,  me parece ayer cuando, a los seis años, fui a ver mi primera película en el único cine del pueblo, el cual llevaba el pomposo nombre de Teatro López. El teatro tenía dos localidades: Preferencia y Gallinero, este último  constituido por las primeras diez filas, en una de las cuales me senté. La película era Gunga Din, con Cary Grant, Douglas Fairbanks Jr. y el inolvidable Sam Jaffe en el papel de Gunga Din. Esta película me enseñó el inmenso valor del sacrificio individual para ganar el bienestar colectivo y me transmitió el mensaje de que ese sacrificio es casi siempre anónimo y que los seres pequeños y aparentemente poco importantes pueden surgir como gigantes y protagonistas de los grandes gestos.   
En aquella Los Teques que se ha ido para siempre formé parte de un “Club de Tímidos” que se auto-definían como “intelectuales” solo porque no se atrevían a hablar con las muchachas: Julio Barroeta, Luis Ayesta, Germán Luna, José Balbino León. Caminábamos hasta la madrugada del Pueblo al Llano y retorno, hablando sobre Tomás Mann o sobre  Herman Hesse y su lobo estepario. Nos sentíamos lobos esteparios, seres misteriosos, inescrutables, destinados a grandes hechos. Y la verdad es que aquel grupo luego se dispersó por todo el planeta. Barroeta a Italia, León a Francia, yo a USA. Pasamos de la extrema parroquialidad del pequeño pueblo a los grandes escenarios geográficos con una pasmosa naturalidad.
Armado con una sólida educación hogareña y del Liceo San José, alumno de Isaías Ojeda y de Jorge Losch, alias “Puyula”, pasé de Los Teques a Nueva York en Enero de 1951, a estudiar el idioma inglés en Queen’s College  y luego tomé un autobús para Tulsa, Oklahoma, ciudad de la cual me enamoré a primera vista y a la cual regreso una y otra vez, a sentarme en el mismo banco en el cual me sentaba cuando era estudiante de geología a pensar en el futuro, ahora a recordar, con alguna nostalgia, el pasado.  
Graduado de geólogo regresé a Venezuela y pasé cinco años haciendo geología de campo para Shell. Un grupo geológico estaba constituido por el geólogo, el caporal, unos 4 o 5 trabajadores, el cocinero y el chofer, una camioneta Power wagon, un Land Rover y, en ocasiones, unas mulas para los terrenos montañosos. Conocí  a la Venezuela rural, los pequeños pueblos, las aldeas semi-abandonadas, las casitas y ranchos con familias viviendo en la más completa soledad, el desamparo del venezolano del monte, las bellas jóvenes pueblerinas que veían en cada forastero una oportunidad para escapar del tedio que las rodeaba. Llegué a amar a esa gente noble y cordial. Caujarao, Pedregal, Bariro, Bucarito, Matatere, montañas de Trujillo, Quebradas y ríos de Venezuela, Paraguaná, Carorita, quebrada La Luna, Seboruco. Viví en la Venezuela adentro inolvidable.
Regresé del “monte” con algún dinero ahorrado y decidí que era hora de casarme. Así lo hice, en Maracaibo, hace ya 57 años. Cuando estábamos recién llegados a Lagunillas, donde trabajaba como ingeniero de producción en el Lago, viajando constantemente en pequeños helicópteros por aquella negrura del lago, una negrura solo interrumpida por el relámpago de Catatumbo, me propusieron ir a Indonesia, ya que Sukarno había botado a todos los holandeses e ingleses del país y Shell requería seguir operando en Kalimantan, la parte indonesia de la isla de Borneo, la cuna del orangután (“Orang Utan “= hombre de la selva). No lo pensé mucho para ir porque deseaba conocer Hong Kong y Bali y negarme hubiera sido no responderle a la empresa. Al principio  estuve unos seis meses solo, porque la situación era muy peligrosa para llevar a la familia. Otros de los  venezolanos que fueron allá: Roberto Rodríguez, Hugo Finol, Emmanuel Valbuena, así como mi querido amigo Francisco (Frank) Rubio, nacido en Puerto Rico, uno de los mejores gerentes que he conocido. Corrimos peligro de muerte cuando se nos atascó el petróleo en el oleoducto de Tandjung a Balikpapan  y Sukarno nos amenazó con fusilarnos si no resolvíamos el problema. Estimulados por este poderoso incentivo lo pudimos hacer.
 Esta fue una gran aventura que duró casi dos años, al cabo de los cuales salí con mi esposa y dos hijos en un barco italiano hacia Hong Kong con lo que teníamos puesto, dada la inminencia del baño de sangre que se llevó a cabo en aquel país, cuando el ejército mató a unos 500.000 comunistas. Yo no era comunista pero había comprado las obras completas de Mao Tse Tung, en 30 volúmenes, para usarlas como papel toalé y ello me había ganado la fama de ser rojo en Balikpapan, la gran aldea (hoy una gran ciudad) donde vivía.
Al regreso a Venezuela fui seducido por la idea de ser más útil a Venezuela desde las filas de CVP, la pequeña empresa venezolana de petróleo, cuyo Director General, Rubén Sáder Pérez, me impresionó mucho. Allí también estaban el admirado Fernando Delón y el maestro Efraín Barberii y se hizo una razonable labor en exploración y producción, con un grupo de jóvenes muy valiosos, entre otros: Enrique Vásquez, José Chirinos, Alberto Barnola, Héctor Ross, Ricardo Corrie y Elías Zambrano.
De la CVP pasé a Phillips Petroleum y me fui a trabajar en Bartlesville, Oklahoma y en Lafayette, Luisiana, como geólogo de producción en la Costa del Golfo, aficionándome a las ancas de rana y a la comida “Cajun”de Luisiana.  Al regresar a Venezuela me llamó Shell para regresar a ellos y allí estaba cuando se estatificó la industria petrolera venezolana y, para mi sorpresa, fui nombrado miembro de la primera directiva de PDVSA, por deseo expreso de Carlos Andrés Pérez. A Pérez aparentemente le pareció positiva mi labor como presidente de AGROPET, la organización de empleados petroleros que fundé junto con Odoardo León Ponte y Marcos Marín Marcano para intervenir en el debate sobre nacionalización, a fin de contrarrestar la ignorancia y fanatismo de la izquierda extrema (y hasta de algunos adecos y copeyanos), quienes deseaban una nacionalización a sangre y fuego.
Este nombramiento me permitió trabajar junto a un grupo de notables gerentes petroleros venezolanos: Alberto Quirós, Guillermo Rodríguez Eraso, Ernesto Sugar, Jack Tarbes, Gustavo Aristeguieta, Francisco Prieto Wilson y jóvenes brillantes como Jorge Zemella, Arnoldo Volkenborn, Claus Graaf, Luis Giusti y muchos otros. Especialmente me dio la oportunidad de trabajar estrechamente con el General Rafael Alfonzo Ravard, uno de los venezolanos más distinguidos del siglo XX.
Durante estos cuatro años, 1976-1979 tuve la oportunidad de ir a Cardón como gerente general de la refinería, donde aprendí mucho sobre refinación, gracias a  extraordinarios ingenieros como Leo Wilthew, Leopoldo Aguerrevere y otros y llegué a admirar la mística y dedicación de los trabajadores de aquella refinería.
Al regresar a Maraven como miembro de la Junta Directiva fui enviado a Meneven, como vicepresidente y encargado de la presidencia por enfermedad de Bernardo Díaz. Meneven era una excelente empresa operadora y allí encontré  extraordinarios gerentes como Francisco Pradas, Nelson Olmedillo y Antonieta Mendoza. Su mudanza a Puerto La Cruz y mi protesta ocasionó mi salida de la industria, a la cual ya no regresaría.
Me fui a Harvard por dos años, donde tuve la gran oportunidad de trabajar y conocer gente extraordinaria como Pedro Pick, Jorge Domínguez, Samuel Huntington, Joseph Nye, Daniel Yergin, Larry Harrison y Raymond Vernon y donde escribí un libro sobre la nacionalización del petróleo en Venezuela. De allí me fui al Banco Interamericano de Desarrollo por siete años. Desde allí pude trabajar en, y visitar casi todos los países de Sur y Centro América analizando proyectos de energía y pude vivir con una gran comodidad en Bethesda, Maryland, en una bella casa con piscina y todo.
No pude aguantar tanta felicidad, pues comprendí que el único problema que estaba resolviendo era mi problema, no el del desarrollo de  América Latina.  Me regresé a Venezuela, atraído por la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez, la cual prometía un regreso a la prosperidad del país, la cual nunca llegó, a pesar del extraordinario gabinete que formó. Gardenia, la falta de ignorancia de CAP y el elefante en la cristalería,  Hugo Chávez,  se encargaron de torcer el rumbo del país hacia el abismo.
En la década de los 90 pude ir a la CVG como Director General y hasta Presidente encargado, hasta que me convencí de que aquello era una misión imposible. Me fui a Carabobo, a trabajar con el gobernador Henrique Salas Feo, porque me pareció que Carabobo era una isla del primer mundo en una Venezuela de segunda. Allí estuve varios años, incluyendo un año en la presidencia del Puerto de Puerto Cabello. Ganaba unos Bs. 600.000 al mes y mis gastos eran de un millón de bolívares. Ello me descapitalizó y me obligó a renunciar e irme a Margarita, a manejar el hotel DUNES, el trabajo más complicado que jamás he tenido. Allí estuve dos años acompañado por un gerente extraordinario llamado Juan Carlos Báez, logrando mantener el hotel en operación. Al cabo de dos años salí de Venezuela, rumbo a Virginia, cuando ya me había convencido de que Chávez nos llevaba al despeñadero y cuando la situación de inseguridad en Carabobo, donde tenía mi casa, se había tornado crítica.
Desde 2003 vivo en Virginia, físicamente lejos de Venezuela pero muy cerca de ella. Asisto al trágico proceso de destrucción que han llevado a cabo Chávez y Maduro en nuestro país. Muerto Chávez, vivo Maduro, la llamada revolución que nunca existió cubre de ignominia a Venezuela. Escribo sobre lo que veo y lo que oigo y actúo para acelerar el día en el cual esa gentuza se vaya del poder, sea castigada y Venezuela pueda re-encontrar el buen camino.
Ha sido un maravilloso viaje donde he tocado muchos puertos y conocido muchos compañeros extraordinarios de travesía, quienes me han hecho una mejor persona. Sus nombres llenarían muchas páginas y ellos saben quiénes son.   He disfrutado plenamente y espero seguirlo haciendo hasta que llegue al puerto de Ítaca del cual nos habla Constantino Kavafis. Él lo ha dicho muy bien:
Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta,
no apresures el viaje,
es mejor que se extienda largos años,
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te regaló un hermoso viaje,
sin ella el camino no hubieras emprendido,
mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañaría Ítaca.
Rico en saber y en vida como has vuelto
comprenderás ya que significan la Ítacas.


Aún no logro divisar las costas de la isla, pero sé que están un tanto más allá de la bruma.  

  


      

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno Gustavo, lo de Dunes no lo sabia y me quedo sorprendido con eso. Te entiendo cuando me dices que un resort es uno de los lugares mas complicados de manejar a todo nivel y mas con el nivel de instruccion del 90% del personal de hoteleria que pudiste tener en Venezuela. Alla NO existe cultura de servicio al cliente. Y sin eso, cualquier negocio hotelero esta destinado a fallar. Mayor desastre me imagino tuviste frente a ti!.

Hubo, si, una epoca, que yo creo que seria hacia los mediados del 93 maximo finales de 1999 en que la Isla de Margarita tenia un potencial extraordinario para convertirse en lo que nunca fue: Una Punta Cana o una Cancun. Playas, buena infraestructura y buen comercio. Un amigo margariteno me ofrecio una tierrita para hacerme una casa no lejos de Playa Manzanillo e irme a vivir para alla de forma definitiva.

Yo me sente con los mios y saque mis numeros y de verdad que si daban sin endeudarme. Pero sinceramente vi el asunto a futuro y considere que no era prudente irme a esa isla basandome en que aun con el cierto esplendor de mitad de los noventa, era tipicamente la isla un caso modelo de falta de agua y luz. Irene ya era la candidata con mas perfil para ganar en 1998 y ya Chavez andaba por alli visitando La Habana. Algo bien feo venia.

Entonces tocaba cambiar mi carro, lo cual hacia aproximadamente cada lustro. Cargaba una Bronco 1991 y me gustaba mucho la Ford Explorer y me la iba a comprar chinchin cuando en Venezuela solo ibas a la agencia y sacabas tu carro del color que te diera la gana. Que tiempos aquellos. Volkswagen llegaba con la famosa camionetica alargada GOL pero aun a mi me encantaba la Explorer. En eso mi gran amigo Reinaldo Leandro Mora en la epoca en que tuvo el accidente con la camioneta Ford Explorer, que fue causado por un problema con los firestones que le colocaron y el diseno de ingenieria automotriz y obviamente detuve la operacion de compra.

Pero eso me hizo reflexionar mucho sobre el futuro. Reinaldo compro su camioneta pensando que todo iria bien pero carajo me di cuenta que nada es seguro. Eso pues me hizo pensar que debia poner el dinero en un fondo mutual y olvidarme de inventar nada en Margarita. El Cash es el que manda. De la que me salve!

Despues del 2000 vino el desastre que hoy convierte a Margarita en la isla sucia y sobre todo insegura que puede mostrar la robolucion. Margarita es mas agua para el molino de lo que es el fracaso total del chavismo.

Buena la decision de irte de alla cuando habia que hacerlo, no se puede cambiar nada por salud, calidad de vida y algo que los venezolanos desconocen: certidumbre. En esa vaina uno nunca sabe que va a pasar y lo peor es que o todo es malo o muy malo. Quien vive asi?

Yo tambien me lo pense mucho para irme de mi pais, Gustavo. Que por mas defectos que tuviese era mio y uno mas o menos bandeaba esos problemas que tenian que no eran ni remotamente los de ahora que son inmanejables. Alla no sabes donde esta el riesgo porque esta en todas partes a toda hora. Que carajo me fui porque asi no era posible seguir alla.

Ahora vivo en un pais donde no me falta nada, estoy 100% legal y trabajo no me falta.

Pero es que ver la sonrisa de mi familia al comer tranquilos carne, pollo, azucar, leche, cafe, pan y frutas me hace estar 100% seguro de lo bueno que fue montarme en ese avion y no regresar a esa Somalia en la que transformo Chavez a Venezuela y ahora sigue destruyendo el indocumentado Nicolas Maduro.






Anónimo dijo...

Como me encanta leerle Don Gustavo.......Siga escribiendo, que yo seguire leyendole y cuando pueda, le podre constestar o agregar algun comentario

Itaca esta lejos aun..........I hope.

Anónimo dijo...

:) Cuanto más leo en su blog más triste me pongo que país pudimos tener, lástima que hoy por hoy sea tan difícil salir de aquí, saludos

Tocuyito85