El artículo de Fernando Mires: “La
Difamación de la Política” nos genera algunas interrogantes y diferencias de
perspectivas. Un comentario inicial es sobre el título. Difamar es desacreditar
sin que ese descrédito esté fundamentado en pruebas fehacientes. Si lo está, no
hay difamación. El título del artículo de Mires pareciera sugerir que hay que
eximirse de criticar duramente al adversario (difamar?) porque ello sería
indeseable en el contexto de lo que él llama “el juego político”.
Según Mires: “En la política, para que sea política, no
puede haber enemigos mortales. En la política el enemigo de hoy puede ser, si
no un amigo, por lo menos un aliado de mañana. Así se explica por qué en la
mayoría de las campañas electorales la autocontención de las partes puede ser
tan efectiva como la contención que proviene de las leyes”.
El mensaje de Mires no puede ser más
claro. No critiques duramente al
adversario porque mañana él podría ser tu aliado. Tu crítica de hoy cerraría
esa futura vía posible. Difiero de Mires en esto. Solo lo aceptaría como
válido si las partes estuvieran compitiendo dentro de un estado democrático,
pero no lo aceptaría si las partes están compitiendo con diferentes reglas del
juego, una parte aferrada a las reglas democráticas y la otra violando sistemáticamente
esas reglas. Este es el caso de Venezuela y en este caso el lenguaje no puede
ser equívoco, tiene que ser de confrontación en contra de la dictadura. Y el
uso de ese lenguaje no sería difamatorio puesto que está basado en hechos
comprobables.
La política no puede ser un sistema
encapsulado, el cual corra como un tren en rieles paralelos al tren de la
ética. La política es inseparable de los valores. No era esto lo que propugnaba
Aristóteles en su “Política”? Desde ese punto de vista de los valores hay
posturas políticas que son incompatibles con la ética.Con esas posturas no puede haber alianzas
posibles ni debemos inhibirnos de combatirlas con decisión.
Al hablar del caso venezolano Mires
apunta:
“En Venezuela, digámoslo con muy pocas
palabras, no hay justicia… Las revelaciones del fiscal Franklin Nieves
quien fuera forzado desde el ejecutivo para presentar pruebas falsas en contra
de Leopoldo López y así hacer posible un veredicto ya dictado antes del juicio,
es un testimonio de los tantos que vendrán. Testimonio que muestra, en todas
sus formas la degradación a que ha sido sometida la justicia por el régimen
venezolano. Solo en un país sin ley ni justicia un mandatario puede cometer el delito
de declarar en público y a viva voz que ganará las elecciones “como sea”.
O el delito de declarar que “no entregará a la revolución” (léase,
el gobierno y sus instituciones) en caso de perder las elecciones. O el delito
aún mayor de amenazar a la ciudadanía con un golpe de estado: no otra cosa es
la alianza del “pueblo” (es decir, Maduro, Cabello y su gente) con la Junta
Cívico-Militar (el generalato chavista).
Estamos
100% de acuerdo con estas palabras de Mires. Este es un juicio muy duro en
contra del régimen venezolano y no es difamatorio puesto que todo lo que dice
Mires es comprobable. Pero no lo acompañamos en el siguiente párrafo: “Solo después de las
elecciones -después, Henri Falcón, solo después- podrán ser abiertos los
espacios para el diálogo político. Pero un diálogo político precisa de un
lenguaje político. Rehabilitar el lenguaje político, es decir, a la política
(pues la política es lenguaje) deberá ser una tarea ineludible para la
oposición, aunque eso signifique deslindar a quienes, aún desde la propia
oposición, han hecho suyo el lenguaje de la dictadura. Más adelante vendrán los
momentos de la re-institucionalización”.
No lo acompañamos porque sugiere que se debe establecer
un diálogo político con el régimen “después de las elecciones” y que ese
diálogo político deba ser llevado a cabo con un lenguaje “político”, es decir,
sin acusaciones o críticas que disminuyan las posibilidades de entendimiento.
Antes, durante y después del 6D el régimen seguirá siendo
una pandilla de malhechores, ladrones, narcotraficantes e ineptos. Dialogar,
negociar con ellos conduciría inevitablemente a una entrega de valores y
principios que haría posible, no que los malos se parezcan más a los buenos, sino
que los buenos se parezcan más a los malos.
Mires termina su interesante artículo de una manera con
la cual estamos plenamente de acuerdo: “Todos esos momentos deberán culminar en el
objetivo principal: la democratización del país. Pero siempre paso tras paso,
de modo civil, con la frente en alto y con la constitución en la mano. No hay
ningún otro camino”.
Estoy de acuerdo con este párrafo porque todo lo que
pienso que puede y debe hacerse para restituir la democracia en Venezuela está
contenido en la Constitución, incluyendo una intervención de la Fuerza Armada
para llevar al país de nuevo a la perdida senda democrática. Así lo rezan los
artículos 328 y 350, los cuales exigen a los venezolanos, militares y civiles,
rebelarse cívicamente en contra de un régimen dictatorial para recuperar la
democracia y la libertad.
1 comentario:
Gracias, Gustavo Coronel, por la acertada discusión.
Estoy de acuerdo; "Antes, durante y después del 6D el régimen seguirá siendo una pandilla de malhechores, ladrones, narcotraficantes e ineptos. Dialogar, negociar con ellos conduciría inevitablemente a una entrega de valores y principios que haría posible, no que los malos se parezcan más a los buenos, sino que los buenos se parezcan más a los malos."
Pero, como dice Fernando Mires, "el objetivo principal: la democratización del país".
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