Vista desde el faro de DUNES
28 de enero 2016
Lunes 25 y martes 26 de [Enero] han
sido días de parálisis en la isla de Margarita. Se suspenden las clases, se
desvía el tráfico, se acortan las reuniones, se anuncia un peregrinaje al
santuario de la Virgen de El Valle. Los niños no salen, los centros comerciales
se vacían, la gente se expresa a través de las redes sociales. Se escuchan
sirenas, pasan patrullas, se instalan alcabalas móviles. En la autopista Juan
Bautista Arismendi, que une a Porlamar con el aeropuerto, se ven atajos de
policías y guardias cada cinco kilómetros, y a la altura del centro
penitenciario de San Antonio, la concentración es casi mitinesca. Los guardias
están apostados con rifles FAL en el entrelineado de la autopista, y hunden sus
ojos en cuanto vehículo les pasa por el lado. A los jóvenes los hacen bajar y
les piden que se den vuelta: buscan revólveres que pueden estar ocultos bajo el
cinto, a la altura de las caderas. Nadie sabe muy bien qué pasa, o apenas unos
pocos, y de todos lados se desprende un bullicio, como de quien quiere contar
algo y no se atreve.
Muy pronto, de un celular a otro,
saltan las imágenes de unos presos en el techo del presidio. Vociferan bajo la
tarde soleada. Comienzan a echar tiros al aire, con armas de todos los
calibres. Descargan las municiones y las reponen, una y otra vez. Quieren ser
vistos por curiosos e indiferentes. Es una afrenta, una proclama, un clamor.
Dicen que honran al pran acribillado, aseguran que esos son sus
ritos luctuosos. Tiros y tiros al aire, como en ráfagas, para que también los
escuchen en los cielos. Se habla de marcha fúnebre, de un recorrido, de calles
y esquinas tomadas. Dicen que pasará por aquí, o por allá, o por donde nadie
sabe. Es un misterio, un acertijo, y todos se convierten en adivinadores.
¿Pasará el cuerpo por Los Robles? ¿Se hundirá en la multitud que lo espera en
el centro de Porlamar? ¿Llegará hasta Manzanillo, al parecer su pueblo natal?
Existe y no existe. Ya es un fantasma, una aparición, un simulacro. ¿En qué
mundo estamos? ¿A qué respondemos? ¿Quién muere y quién vive?
No hay noticias, ni información
oficial, ni ruedas de prensa. Apenas un funcionario policial declara por la
radio que habrá alcabalas aquí y allá. Como si los hechos fueran normales, como
si se tratara de una tragedia natural. Una sensación de fondo deja ver que los
reclusos tienen ese derecho y más. Una puntada nos dice que las autoridades son
complacientes. ¿No es el difunto promotor de casinos, discotecas y piscinas
dentro del centro penitenciario? Una portada en el The New York Times no es poca cosa, y eso es quizás lo
que honran sus acólitos, ahora que tendrán que pensar en un sucesor o heredero.
Un estado gobernado por un ex
ministro de Defensa así responde: procurando que los reclusos se expresen, se
explayen. Suben al techo, disparan, gritan. Contaminan los ánimos de ex
reclusos o matones para que les hagan eco desde todos los rincones de la isla.
Celebran con robos, hurtos, saqueos; matan a un curioso que en la vía fúnebre
expresa sus diferencias. Alguien pensará que la libertad de expresión es
importante, incluso en la cárcel, y por eso alientan los desafueros. Las
imágenes de los disparos siguen muy vivas, como si el paso del tiempo no las
borrara, como si las señales de furia fueran una advertencia. “Aquí gobernamos
nosotros”, podría inferirse del gesto que se repite en las pantallas de los
celulares. Y la gente se esconde, o calla, o claudica, porque los verdaderos
presos, que no quepa duda, somos nosotros, y nos los que alardean frente a
nuestra narices. Si hubiera que traducir el lenguaje de las balas, un curioso
que se escurre por las calles diría: “Esta es la isla del Conejo”.
Es esta la misma Margarita que me
recibió en 1959, la misma Margarita que existía todavía en 2001? Ni prójima. Esta es una Margarita deshojada,
envilecida. Espejo de la pútrida tierra firme.
¿Podremos los venezolanos recuperar
esos espacios para la bondad, la honestidad y la cordialidad que han
desaparecido? ¿No es, acaso, esta Margarita la hechura de los venezolanos del
siglo XXI, la Margarita del Conejo y de Iris Varela, donde Gadafi instaló su
tienda de campaña, donde Chávez repartió
espadas de Bolívar como arroz, donde los terroristas y narcotraficantes son
ahora quienes disfrutan de las puestas de sol en Juan Griego?
Ya no tengo tiempo para verla, de
nuevo, como fue en 1959. Mis mejores deseos para quienes aún luchan por ponerle
de nuevo sus pétalos perdidos.
1 comentario:
Gracias, Gustavo Coronel, por llamar nuestra atención hacia Margarita.
Para los interesados en su historia ofrezco:
Historia de la Isla de Margarita
(Hoy Nueva Esparta)
Biografías del General Juan B. Arismendi
y de la Señora Luisa Cáceres de Arismendi
por Mariano de Briceño
Segunda Edición
Caracas
Imprenta de "El Monitor"
1885
En http://www.oarval.org/avalencia/Margarita/
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