martes, 28 de febrero de 2017

“Yo no robé, tomé lo que era de todos”


Una entrevista hecha en 2019 a un alto funcionario chavista recluido en la cárcel de Albany New York
                                                            NOTA
 Este es un caso gerencial preparado por el suscrito para el uso de una universidad latinoamericana. Como tal, es parte ficción, parte realidad. Es un ejercicio en futurología porque 2019 aún no ha llegado. Y por  supuesto, todavía no existe un Roberto Ramos preso en Albany. El nombre dado a la Compañía Estatal es ficticio. Cualquiera similitud con la realidad es pura coincidencia.
INTRODUCCIÓN
La compañía estatal de Energía de Venezuela, EDVSA, se declaró en bancarrota a fines del año 2017. Sus finanzas sufrieron un progresivo deterioro por años, hasta que no le quedó otro camino que declararse en cesación de pagos ante sus cada vez más numerosos acreedores. Las razones para este colapso fueron múltiples, entre ellas, el abandono de su misión original a favor de actividades agrícolas y pecuarias que no tenían relación alguna con su trabajo, el desvío de grandes sumas de dinero hacia actividades políticas del gobierno destinadas a perpetuar a los gobernantes en el poder y, especialmente, al robo y corrupción generalizada existente en la empresa por parte de sus gerentes y contratistas.
Al poco tiempo del colapso de EDVSA se derrumbó el régimen. Se llevaron a cabo elecciones generales y llegó a la presidencia Luis Lozano, quien había estado preso por algunos años y había llegado a ser el líder democrático con el mayor número de seguidores. Entre las acciones que se tomaron de inmediato se incluyó el enjuiciamiento de aquellos gerentes de EDVSA quienes habían sido los principales responsables de la debacle de la empresa. En paralelo, sin embargo, las investigaciones de la justicia estadounidense habían llegado a establecer la culpabilidad de uno de ellos, Roberto Ramos, quien había estado en la presidencia de esa empresa en el pasado. Los Estados Unidos lo enjuiciaron y lo condenaron a 20 años de prisión en la cárcel de Albany, Nueva York.
Allí fue entrevistado por Edward Smith, un profesor de la Universidad de Harvard, quien estaba escribiendo un libro sobre criminales de cuello blanco, a lo Bernie Madoff (esquema Ponzi) o a lo Kenneth Lay (Enron). Smith estaba interesado en saber la razón por la cual este funcionario había robado tanto dinero y se había comportado como si fuera el dueño de la empresa que había presidido. Lo normal es que un gerente del sector público o del sector privado tenga el interés de la empresa y de sus accionistas como su primera prioridad, no su enriquecimiento personal o el uso de la empresa para lograr objetivos políticos o tribales, como fue el caso en Venezuela. ¿Que lo hizo actuar de manera diferente? Comprender los motivos por los cuales Roberto Ramos había malgastado y robado tanto dinero del sector público era el objetivo fundamental de su entrevista con el recluso.
LA ENTREVISTA
El profesor Smith llegó a la cárcel de Albany a las 8 de la mañana y, después de identificarse, fue llevado a una pequeña sala donde solo había una mesa y dos sillas de material plástico, además de un inmenso espejo a lo largo de una de las paredes. Se le dio un control similar al de un televisor y se le dijo que, si tenía necesidad, apretara el botón único que poseía el control y de inmediato tendría ayuda. La entrevista sería monitoreada por funcionarios de la cárcel a través del espejo. Sobre la mesa había un termo con café, una jarra con agua y vasos, todo de material plástico. A escasos minutos de su llegada se abrió la puerta y entró el recluso, vestido con unas bragas anaranjadas, acompañado de un funcionario, quien lo presentó al profesor y se retiró. El recluso era un hombre aun joven, alto, de aspecto tranquilo. Smith le dio los buenos días y le preguntó si sabía cuál era su objetivo. Ramos asintió y le manifestó, con voz lenta y tranquila, que estaba listo para responder a sus preguntas, porque se sentía inocente.
La entrevista se transcribe a continuación:
Smith: A usted se le ha acusado y sentenciado por malversación de fondos, apropiación indebida de unos $1500 millones, lavado de dinero, fraude cambiario y ejercicio de su actividad gerencial para el beneficio de un grupo de relacionados y socios. En primer lugar, ¿acepta usted la validez del veredicto que lo ha llevado a prisión por 20 años?   
Ramos: Por supuesto que no. Soy un preso político de los Estados Unidos. Mi sentencia ha sido el resultado de mi actividad anti-imperialista y de mi gran afinidad ideológica con nuestro gran presidente Hugo Chávez, que en paz descanse. Fui uno de sus más íntimos colaboradores, lo acompañé en sus actividades anti-imperialistas en todo el planeta y eso no me lo perdona este gobierno de derecha, colonialista y reaccionario.
Smith: Sin embargo, las pruebas exhibidas durante el juicio suenan contundentes. Hay depósitos bancarios que han sido hechos a sus cuentas en diferentes bancos de Europa y Asia, hay testimonios de empresarios quienes alegan que fueron objeto de extorsión por parte de usted o de sus representantes. Que me puede decir sobre esto?
Ramos: Ustedes nunca podrán comprender que nuestra revolución posee una cultura diferente. Nuestra ética es diferente. Ese dinero no es mío, es de la revolución. Está al servicio de la revolución. Así lo decía con claridad Antonio Rodríguez, uno de mis predecesores: utilizar el dinero del estado para los fines de la revolución no es robo, no es un crimen. Es un deber revolucionario.
Smith: Pero, ¿no es evidente que el uso de ese dinero para fines particulares representa una violación de los derechos del pueblo, de los accionistas de la empresa? ¿No siente usted que su acción ha dañado a la gente?
Ramos: No. Yo no le hecho daño a nadie. No he asaltado a nadie, no le he robado la cartera a nadie, no he agredido a ningún venezolano. No conozco a nadie a quien yo haya defraudado. Ese dinero pertenecía al estado y el estado es un ente difuso, impersonal. El criminal comete un crimen contra alguien pero yo no he cometido un crimen contra nadie en particular
Smith: Pero….
Ramos (Interrumpiendo): Cuando hay un terremoto en la India y mueren 5000 personas, usted se siente triste al ver la  noticia pero a los 30 minutos esa tristeza se ha olvidado. La tragedia está muy lejos de usted para ser internalizada. Pero si usted ve que alguien apuñalea a otra persona y ve al cuerpo allí tirado en el suelo, eso no se le olvida nunca.  Yo tuve que tomar decisiones en la empresa para el bien de la revolución, no para perjudicar a nadie en particular. Al contrario, fíjese que le dedicamos mucho dinero y esfuerzos a las viviendas, a la comida gratis, a la siembra de sorgo y a la cría de ganado, todo para beneficio del pueblo.
Smith: todo esto que usted me dice confirma las razones para el enjuiciamiento, Sr. Ramos. Usted utilizó la presidencia de su empresa, una empresa de la Nación, para fines propios.
Ramos: Mire. Yo actué como un verdadero gerente. Todo lo que yo hice estuvo determinado por un análisis previo de costo-beneficios, eso es gerenciar. Cuanto me va a costar y cuanto beneficio voy a derivar de lo que hago. El costo de mis decisiones lo veía muy bajo. ¿Quién me iba a impedir que hiciera lo que decidiera hacer? Teníamos…  yo tenía un poder absoluto. Y ese poder absoluto eliminaba todo posible costo, todo riesgo, nos daba total vía libre. Si cometía un error, ¿quién me lo iba a echar en cara? ¿Quién me iba a enjuiciar desde la revolución? Mis decisiones sobre personal, sobre utilización de recursos, sobre las políticas de la empresa nunca tuvieron costo, solo beneficios para nuestro proyecto.
Smith: ¿No pensaba usted que la moral debía ser un componente importante de su análisis costo-beneficio?
Ramos: Por supuesto que sí. Yo soy un revolucionario moral. Dentro de la revolución cabe todo, fuera de la revolución nada. Nosotros encontramos al llegar al poder una deuda social inmensa con los pobres. Nos decidimos a pagarla, no importaba cómo. Tomamos el dinero del estado para darlo a los pobres o para utilizarlo a fin de consolidar a la revolución en el poder.
Smith: Pret Bharara, el fiscal de estado de Nueva York ha dicho que gente que actúa como usted “pesa el riesgo de que lo apresen contra los beneficios de su acción y, basado en eso, toman su decisión”. Por lo que usted me dice, su decisión de tomar el dinero que era de la Nación fue un acto muy racional.
Ramos: Bharara tenía razón. Mis riesgos eran nulos en un país que controlábamos totalmente. Todas las instituciones estaban en nuestras manos. La vía de la revolución estaba abierta de par en par.  Pero debo agregar algo. Mis decisiones estaban respaldadas por mi sentimiento, por razones totalmente intuitivas, no enteramente analíticas. Cuando uno tiene poder, lo ejerce. Yo vi que tenía la oportunidad de darle un vuelco a la situación social en Venezuela, una en la cual los ricos explotaban a los pobres. Decidí ayudar a voltear la tortilla: comenzamos a darle dinero a los pobres y a expropiar a los ricos, a los explotadores. Decidí que ahora era nuestra oportunidad de progresar y nivelar a la clase burguesa hacia abajo, dándoles a probar su propia medicina. La clase media había sido la causante de casi todos nuestros males. Ahora nos tocaba a los de abajo. Bastante nos habían humillado en el pasado. Mi comandante Chávez lo entendía así y por ello decidí colaborar con él cien por ciento y convertir a EDVSA en una empresa al servicio de la revolución.
Smith: Y ahora, ¿como explica usted que la nación esté arruinada, que la empresa haya colapsado, que los pobres sean hoy más pobres que nunca?
Ramos: Los Estados Unidos codician nuestras riquezas, sienten envidia de nosotros y ello la ha hecho promover una guerra económica inmisericorde. Han visto como nuestra revolución estaba a punto de capturar la solidaridad de toda la región, desde Cuba hasta Nicaragua y Bolivia y ello la hizo reaccionar en contra nuestra. Ellos son los culpables.
Cuando el profesor Smith regresó a Harvard puso sus notas en orden y combinó el resultado de esta entrevista con las otras que tenía sobre el crimen de cuello blanco. Una de sus conclusiones fue que la gente que comete estos crímenes no cree estar haciendo nada pecaminoso. Y ese sentimiento de no estar haciendo nada malo se debe, en gran medida,  a que no existe suficiente sanción social y moral en contra de los criminales. A quien se roba un bastón de pan en una panadería se le aplica todo la sanción social.  Pero a quien roba el pan de miles de accionistas de la empresa que desfalca, lo promueven con frecuencia a posiciones de todavía mayor responsabilidad. Ramos, por ejemplo, ya pensaba en ser presidente de Venezuela, antes de ser enjuiciado por una autoridad foránea. En Venezuela nunca lo hubieran enjuiciado y probablemente hubiera sido elegido presidente.  
La tragedia personal de Roberto Ramos, hoy en una celda de Albany, fue causada no solamente por sus carencias de honestidad y de conciencia cívica sino por la cobardía de quienes estaban a su lado, por el silencio cómplice de quienes lo criticaban de manera velada pero nunca lo acusaron abiertamente.

Si el profesor Smith hubiera conocido el dicho probablemente lo hubiera utilizado: “La culpa no es solo del ciego sino de quien le da el garrote”.  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que caradura la de Ramos! Dan asco y creen que el mundo se comen sus cuentos revolucionarios cuando son unos vulgares ladrones.

Ana María Pinto dijo...

¡Que Gran Verdad! Roban lo que es de Todos.