Leyendo “El último castillo”, un
cuento de Jack Vance escrito en 1976 , intuyo que algo de lo allí planteado
pudiese aplicar a la situación
venezolana. Dice Vance que escribió este cuento inspirado en la rígida
estructura social japonesa pre-II guerra mundial. Era una estructura en la cual
la diferenciación entre clases era extrema, hasta el punto de que,
practicamente, existían dos idiomas: uno
con el cual la clase “noble” hablaba al pueblo y otro utilizado por el pueblo
para dirigirse a los “nobles”. Segun Vance, alguien del pueblo no le preguntaba
al “noble”: “Va usted a cazar jabalíes
mañana”?, porque la pregunta sugeriría que el “noble” trabaja para cazar
jabalíes, se esfuerza, suda (horror!), algo que sería indigno. La pregunta
sería acuñada en términos como este: “Va el caballero a distraerse mañana jugueteando
con el jabalí”?
En el cuento se narra como una
casta de señores vive en castillos, rodeados de tesoros y elaborando delicadas
esencias que le hagan honor a su elevado olfato. No hacen trabajo manual por
considerarlo indigno y se apoyan en una casta sumisa para todas su exigencias
mundanas, como el transporte, la limpieza, la reparacion de artículos
electro-mecánicos o la preparación de comidas. Los esclavos reciben el nombre
de MEKS (la palabra en ingles para dócil,
manso, es MEEK, no creo que sea coincidencia) . Un dia los MEKS se rebelan y se ausentan de los
castillos. Se reunen en un gran ejército y comienzan a atacar a los castillos, cercándolos
y esperando que sus sistemas se deterioren por falta de matenimiento que solo
ellos saben hacer, ya que los señores consideran
ese trabajo por debajo de su categoría. Asaltan un castillo trás otro y todos
van cayendo, sin que los señores se dignen pelear. Prefieren morir como nobles,
a vivir peleando con una raza que juzgan inferior. Los MEKS actúan sistematicamente,
sabiendo que los señores no responderán. Y así llegan al último castillo. Pero
allí se encuentran con un pequeño grupo de señores que decide pelear,
defenderse, porque consideran que la sobrevivencia es más importante que mantener una cultura de
elevado aislamiento.
Se van a la guerra de guerrillas
y muestran ser muy eficientes, logrando que los MEKS se pongan a la defensiva.
Les sabotean los centros generadores del jarabe que los nutren y los llevan a
rendirse, dejando los castillos y sus tesoros sin daños y aceptando ser
transportados a un planeta cercano.
Sin embargo, la vida de los
señores cambia. De ahora en adelante tendrán que hacer las tareas que antes hacían los sumisos
trabajadores. La cultura de aislamiento feudal se derrumba y de este
enfrentamiento surge una nueva sociedad más igualitaria.
Al leer este cuento pensaba en
Venezuela y en lo que nos sucede. No es algo idéntico pero tiene similitudes
subyacentes. No es idéntico porque en Venezuela no ha existido esa separación
rígida entre dos clases sociales. Más aun, una de las características de la sociedad
venezolana en la cual me ha tocado vivir buena parte del tiempo ha sido su relativo
alto grado de mobilidad. Muchos “señores” nacieron en cuna humilde y llegaron a
tener poder, reconocimiento o estatus a través de sus esfuerzos y gracias a un sistema
social poroso que les permitió cruzar
fronteras entre clases. Crecí en Los Teques, un pequeño pueblo de unos 12000 habitantes,
donde solo había un rico. Los demás éramos clase media-baja y clase trabajadora.
Sin embargo, de allí salimos a conquistar
el mundo, sin complejos o resentimientos, aceptados y hasta protegidos
por los mejores que encontramos en el camino. Tuvimos maestros excelentes, padres
honestos, obtuvimos becas de estudio
compitiendo con otros candidatos, tuvimos oportunidades y las aprovechamos. De
ese pequeño pueblo, envuelto en la bruma, salieron rectores universitarios,
ejecutivos petroleros, senadores de la república, poetas, novelistas y padres
de familia con sólidos valores ciudadanos.
Por eso es que quienes logramos
subir en la escala social a punta de dedicación, en base a nuestros esfuerzos, no podemos aceptar hoy que muchos compatriotas
piensen que tienen derecho a todo sin educarse y sin prepararse para surgir
gracias a la perseverancia. Nos hemos convertido en celosos guardianes de esa
manera de vivir. Quizás ello nos ha hecho un tanto rígidos.
Por ello nos parece estar
sitiados hoy por un ejército de compatriotas quienes ven en nosotros a sus
victimarios y que desean desquitarse de lo que “les hicimos". Alguien les ha dicho repetidamente
que lo que nosotros tenemos ha sido obtenido por malas artes, despojándolos a
ellos. Y vienen por el desquite, el ajuste de cuentas. Pienso que muchos de
estos compatriotas saben, en sus corazones, la verdadera razón de nuestras diferencias, pero muchos se
niegan a aceptarlas, ya que los regimenes
politicos han terminado de convencerlos de que todo les llegará sin esfuerzo,
que el padre que está en Miraflores les dará todo lo que necesitan, que la
educación, el ahorro y el trabajo no son realmente necesarios para llegar a poseer,
por ejemplo, un yate, a bordo del cual cual puedan pasearse desnudos. El petróleo da
para eso y para más.
Nuestro castillo está sitiado
pero entre nosotros hay muchos quienes se niegan a defenderlo. Como los señores del cuento, estos ninis piensan que entrar a la pelea es repugnante pues ello está por debajo de
su dignidad. Después de todo, dicen, todo es “más de lo mismo”, para que molestarse?
Si mandan los sumisos o los señores feudales, que más da?
Y pienso que nuestra posición
correcta debe ser la de defender nuestra filosofía de la vida a toda costa, una filosofia basada
en valores de esfuerzo, de trabajo, de perseverancia y de verdadera solidaridad
social. Debemos dar la pelea, eso sí,
sin perder de vista que los MEKS venezolanos no son los culpables de su
situación tanto como quienes le han vendido un estilo de vida parasitaria que
terminará por arruinarnos a todos. A quienes hay que derrotar no es a los
pobres sino a los criminales quienes le han vendido la idea de que salir de la
pobreza no cuesta nada y que todo lo que hay que hacer es quitarle a los que ya
tienen para “emparejarnos”. Esto conduce a un “emparejamiento” por debajo que
genera una gran masa de desposeídos bajo la bota de un grupo oligárquico lleno
de riquezas. Esta oligarquía es igualmente perversa, así esté conformada por los antiguos señores o por
demagogos y populistas de nuevo cuño que embrutecen a sus audiencias con cuentos de pajaritos.
Nuestro gran enemigo en Venezuela,
más que la gente, es el tiempo. Hemos perdido dos o tres generaciones oyendo
cantos de sirenas blancas, verdes y ahora rojas, que nos decían y nos dicen que somos
ricos y que no es necesario educarnos para aprender a generar riqueza. Dejamos
que la brecha entre las dos sociedades se ahondara de tal manera que ahora un intento de solución podría
requerir de salidas violentas. Y ello es así porque la verdadera salida, la
educación ciudadana, toma tiempo y hay mucha gente que no puede o no quiere
esperar. Ahora enfrentamos un dilema: bajar de nuestros sitios obtenidos a
costa de esfuerzos, entregar nuestras banderas para aplacar a quienes desean subir sin esfuerzo, o tratar
de convencer a quienes desean progresar que la única manera de hacerlo es a costa
de trabajo y deseos de superación, no a punta de limosnas. Nos igualamos por debajo o apelamos a la emoción y a la racionalidad para persuadir a nuestros compatriotas del camino a seguir?
Como en el caso del último
castillo de Jack Vance, es posible que en Venezuela surjan grupos y líderes quienes puedan
cruzar este rubicón sin que todos lo perdamos todo.
2 comentarios:
Pero analicemos la experiencia venezolana bajo la lupa de que el Estado no estuviese controlando por ejemplo más del 20 por ciento de las exportaciones, y no el 97 por ciento de hoy, y lo que queda absolutamente claro, es que la ciudadanía tiene que liberarse del yugo de la chequera del gobierno que contiene nuestras resultas petroleras… cualquier otra cosa, lo lamento, tiene un gran tufo del quítate-tú-pa-ponerme yo.
Eso es imposible, Gustavo. Ya la gente en Venezuela, y te hablo de más del 90% lo que hace es gastarse todo lo que le entra en blackberrys, samsungs galaxy, cerveza, ropa de marca y en cuanta vaina le sirva para aparentar que tiene real. Lo siento Gustavo, esa Venezuela que tu pintas allí no existe, porque acá lo que vale es la pinta, el fashion, las mujeres con el tetero de silicón y los hombres con los celulares, la moto, el carro bien ´tuneado´con tremendo sonido ´pa que sean serios´. Si vinieras a Venezuela te daría tristeza comprobar que eso es así desde los primeros años de vida de la media de los niños del país. Es una generación del reagetton, del si no has tirado no estás en nada (somos el país 1 en embarazo precoz) y de ´tengo real´ y con eso me basta. No te acuerdas de Guillén cuando dijo que ganaba millones de dólares y los profesores universitarios eran unos pobretones?Así piensan, Gustavo. No se ahorra para nada, lo que entra, se gasta de inmediato. Y si no se tiene, se roba. Así de simple, querido amigo. No tiene sentido devolverse a nada a esta vaina. Esto se perdió pal coño.
Publicar un comentario