miércoles, 26 de abril de 2017

Tras los pasos de Sigfrido, por el Rin

Desde 1948 mi amigo Antonio Pasquali y yo comenzamos a ir a los conciertos de la Orquesta Sinfónica Venezuela, en el Teatro Municipal de Caracas. A veces yo asistía hasta a los ensayos que se celebraban en el Teatro Nacional, bajo la dirección de Vicente Emilio Sojo. El bus que me llevaba al Liceo Andrés Bello desde Los Teques paraba allí y, en ocasiones, me bajaba para entrar a los ensayos, saltándome alguna clase de matemáticas.  En esos conciertos de la OSV, Antonio y yo descubrimos mucha de la música venezolana que era todavía poco ejecutada en esos años (y  hoy en día), tales como  las suites  de Gonzalo y Evencio Castellanos, Oír Santa Cruz de Pacairigua: https://www.youtube.com/watch?v=MW-9vsbrbtg de Evencio Castellanos, las obras de Inocente Carreño y ciertamente la magnífica Cantata Criolla de Antonio Estévez. Todavía tatareo con frecuencia el hermoso final de El Rio de las Siete Estrellas, oir: https://www.youtube.com/watch?v=xjc0LMxxZUE
También nos acercamos a la música romántica europea, en mi caso a la música de Wagner y a la de los incomparables rusos. Las oberturas wagnerianas me cautivaron y me cautivan aún. Un poema sinfónico en especial, el Idilio de Sigfrido, me atraía especialmente, oírlo en: https://www.youtube.com/watch?v=891JUSQplzU, conducido por Sergio Celibidache, el mismo conductor que escuché con la Orquesta Sinfónica Venezuela en 1947-1948.  Para complementar la música comencé a leer sobre la mitología germana y me interesé mucho en la zona de la Europa central, en el Rin, la selva negra y sus  mitos.
Wagner compuso su Idilio de Sigfrido como regalo de cumpleaños para su segunda esposa Cósima, hija de Franz Liszt,  a quien despertó tocando la pieza en su casa, con la ayuda de una pequeña orquesta.
Desde aquellos años de interés por Wagner, Sigfrido y el Rin, quise visitar esa región de Europa. Este año lo pude hacer. Fui en búsqueda del tesoro de los Nibelungos, el cual todavía existe, no ya enterrado, sino en forma del intenso turismo que hace del Rin una de las vías fluviales más importantes del mundo. Mi esposa y yo nos fuimos en un barco por el Rin, desde Basilea hasta Ámsterdam, atravesando cuatro países: Suiza, Francia, Alemania y Holanda. Fue una experiencia inolvidable, llena de impresiones visuales de extraordinaria belleza, atravesando lo que puede llamarse el corazón de Europa (o uno de sus varios corazones). En estas notas comparto algunas de mis experiencias de ese viaje, deseando que todos quienes me lean puedan hacer este trayecto en algún momento. Nunca es tarde, a mí me tomó  70 años de espera, desde que en 1948 comencé a escuchar el Idilio de Sigfrido.
Washington a Basilea
Llegar a Basilea desde Washington DC no es tan fácil. Hay que volar a Nueva York, tomar un segundo vuelo a Londres, transbordar a otro vuelo hasta Basilea. Esta es una ciudad de unos 500.000 habitantes, a la cual uno imagina  parroquial y gris, situada en un rincón oscuro de Europa. Es una ciudad pequeña, sí, pero asombrosamente cosmopolita, con un gran porcentaje de inmigrantes de otros países de Europa, del Medio Oriente y hasta de América Latina.  Posee un primoroso centro antiguo, incluyendo una puerta original de la ciudad que se mantiene en admirables condiciones, la Spalentor. Nuestro hotel esa noche estaba situado frente a la puerta y tenía ese nombre. Un hotel pequeño pero de impecable limpieza y atención (160 euros).
Plaza de Basilea, los tranvías en verde
Hicimos un recorrido a pie por el centro de la ciudad, el cual es muy manejable. Pasamos por la puerta Spalentor, bajando por Spalentorweg, encontramos los edificios de la universidad de Basilea, donde estudiaron algunos de mis maestros de geología, en especial el inolvidable Otto Renz y fuimos, en bajada, hacia la plaza central, donde se encuentra el RATHAUS, la Alcaldía principal. De la plaza central hacia el sureste parte la Freistrasse, la zona de las tiendas. Subimos por una callecita transversal y llegamos a Munster Platz, con su iglesia. Más lejos quedaban los museos, a los cuales no tuvimos tiempo de llegar. Basilea es una ciudad universitaria, de grandes museos pero también un centro financiero importante y sede de numerosas empresas.

De regreso al hotel nos encontramos con una librería, pero no una librería cualquiera sino de libros antiguos, llamada Erasmushaus. Allí vi una copia, la única existente, de poemas de Antonius Arena, edición de 1542, por 18000 euros, una bella edición de Las Luisiadas de Camoens ,400 euros y la primera edición de Les Liasons Dangéreuses de Pierre Loderlos de Laclos, 1782, 9500 euros, además de Las Obras Completas de Condillac, 4800 euros. La edición hecha en Milán en 1520 de La Metamorfosis de Publius Ovidius Naso (43 DC) estaba en rebaja en 24000 euros.
Esa noche cenamos en un extraordinario restaurant italiano cercano al hotel, llamado APULIA. No es barato, pagamos 116 euros por una cena extraordinaria de raviolis con espinaca, vino rojo de  Apulia y profiteroles. Afortunadamente no aceptan propinas. Fue la única cena “de lujo” que hicimos en todo nuestro viaje pero no nos arrepentimos.
En Basilea, barco al fondo
Al día siguiente, después de un maravilloso desayuno en el hotel, salimos hacia el muelle, a la búsqueda de nuestro barco. La primera impresión fue un tanto decepcionante, lucía pequeño, como una gran barcaza. Claro, nunca habíamos estado en un crucero fluvial y estábamos acostumbrados a ver los inmensos trasatlánticos. Este barco, el River Empress, de la empresa UNIWORLD tiene capacidad para unos 120 pasajeros. Al llegar fuimos recibidos con extrema cortesía por miembros de la tripulación y conducidos a nuestro camarote, número 103, situado en el nivel inferior del barco, el cual tiene tres niveles de camarotes, además de dos terrazas superiores. En este viaje, averiguamos, iríamos unos 80 pasajeros, ya que es el primero de la temporada, a principios de Abril, y mucha gente le tiene miedo al frio y la lluvia de esta época. El camarote es pequeño pero tiene todo lo necesario, una ventana larga y estrecha que nos permite una excelente vista sobre el rio, casi a nivel del agua. Tiene TV, una ducha buenísima e Internet en puerto, el cual se hace menos bueno o totalmente ausente mientras navegamos de un sitio a otro. Me he traído mi laptop, una Toshiba PORTEGÉ que ya tiene unos cinco años, la cual es peso pluma.
La cama es muy buena, aunque un tanto estrecha. Desempacamos con la alegría de saber que por los próximos siete días no tendremos que preocuparnos por hacer o deshacer maletas. Esta vez nos hemos traído menos ropa, en dos maletas pequeñas por la sencilla razón de que las maletas grandes ya son demasiado pesadas, sobre todo para entrar o salir de un tren que amenaza con arrancar. Además, el crucero es informal y apenas se nos exige un saco sin corbata en noches especiales.
Con el Internet en el barco experimenté una sorpresa desagradable. Al tratar de abrir mi blog en el camarote, leí: BLOCKED. REASON; PORNOGRAPHY. Bloqueado, razón: pornografía. De inmediato pensé que ello era un bloqueo de los expertos del narco-régimen pero no, se trataba de un bloqueo de la empresa naviera, la cual bloquea blogs al azar, no sé por cual razón  (¿capacidad de servicio?) y le pone al bloqueo la razón que desea. Cuando consulté con mi hijo, éste me sugirió que averiguara por esa vía y, en efecto, esa era la razón. El blog fue inmediatamente desbloqueado. Pero, tremendo susto y mal hecho de la empresa.  
A diferencia de los grandes barcos, en los cuales a uno le toma varios días descubrir cada rincón, exploramos nuestro barco en menos de una hora. En esencia, el barco consiste de los camarotes, un gran salón central de reuniones en la proa, donde ya tocaba el piano un pianista que nos acompañaría durante todo el viaje, un gran salón restaurant colocado en la popa y dos niveles de terrazas, una de ellas cubierta, en la cual se ofrecen almuerzos livianos y otra terraza superior, abierta, con sillas y frazadas (para los friolentos), la cual sirve de fantástico sitio de observación del paisaje. La tripulación consiste de unas 30 personas, entre los marinos, los mecánicos y asistentes y el grupo que se ocupa  del mantenimiento de cabinas y servicio de restaurantes y salón principal.
El barco está amoblado y decorado a la usanza europea, un tanto pesado y anticuado para algunos gustos, pero de impecable limpieza y mantenimiento. Al llegar al salón principal dos personas quienes ya se encuentran  allí nos hacen un gesto de bienvenida y nos llaman a sentarse con ellos. Son padre e hijo, de Canadá. El hijo es un ingeniero de minas, el padre un veterano de la segunda guerra mundial. Tiene 95 años y camina con la ayuda de una andadera, pero está tomándose un vaso de ron. Nos explica: “Soy de la marina y todos los días nos daban una ración de ron. No he perdido la costumbre, aunque ahora me tomo dos”.
La primera sorpresa agradable es que a bordo todas las bebidas son gratis, no hay costo adicional alguno. Desde champaña hasta un refresco. Pido una vodka Stolichnaya on the rocks con un twist de limón y me lo traen, maravillosamente bien servido.
Por la ventana veo el perfil de Basilea, el ambiente del barco es cálido, el servicio excelente, puedo pedir cualquier cosa, como si estuviera en mi casa. “Esto me va a gustar”, pienso. Me siento cómodo, rodeado de civilización.
COLMAR, FRANCIA

Esa noche, después de una excelente cena, con vinos del Rin salimos de Basilea y a la mañana siguiente estábamos en el pueblo de Breisach, en Alemania. Los pasajeros desembarcan y tienen dos alternativas: visitar un par de aldeas alsacianas o visitar el pueblo-ciudad de Colmar, en territorio de Francia. Colmar, situado en Alsacia, es llamado por algunos la ciudad más bella del mundo. Ese apelativo no es cierto. Sin embargo, Colmar prueba ser una villa interesante. La zona es gran productora de vinos. Nuestro tour comienza frente al Museo Unterlinden, sigue por la Plaza de los Dominicos, con una bella iglesia que está cerrada, continúa hacia la catedral (San Martín). Allí abandonamos el tour y nos escapamos por nuestro lado, ya que –generalmente- nos fatiga oír hablar tanto a los guías. Le damos una buena caminata a Colmar, la cual posee bellísimas panaderías, pequeñas tiendas muy atractivas y cafés al aire libre, muy típicos de los pueblos que vamos a encontrar en todo el trayecto. Después de un largo periplo que incluye una visita al mercado (no muy excitante) nos sentamos a tomar Pinot Blanc, el vino por excelencia de la zona. Estos vinos de Alsacia son de una frescura extraordinaria. Nos sirven el Clos de St. Jacques, de un amarillo brillante,  baratísimo. La botella vale 8 euros en el café, debe valer 4-5 euros en la bodega.
A la hora señalada por el guía regresamos al punto de encuentro y vamos al barco, donde somos recibidos con más Pinot Blanc y pistachos, una excelente combinación. En la tarde, a la hora del coctel, asistimos a una charla sobre el pueblo  a ser visitado el día siguiente. Se trata de Estrasburgo, también francés,  realmente sino una ciudad de cierta magnitud. Luego, el encargado de las cenas y bebidas nos anuncia el menú de esa noche y cuales vinos probaremos, no solo los de Alsacia, en cuyo centro nos encontramos, sino unos vinos rojos de Rumania de la uva llamada Feteasca Negra, , desconocidos para nosotros pero que prueban ser excelentes, a medio camino entre un Pinot Noir y un Cabernet Sauvignon.
ESTRASBURGO , FRANCIA Y LA SELVA NEGRA, ALEMANIA

En la selva negra
En Estrasburgo declinamos un tour en lancha por la mañana y nos dedicamos a caminar por nuestra cuenta pero encontramos que el centro de la ciudad estaba demasiado lejos y nos contentamos con caminar por parques adyacentes al atracadero.  Por donde caminamos encontramos una gran mezquita en construcción. Por lo que vimos, nos pareció una excelente ciudad, muy bien planificada, con un alto nivel de calidad de vida. Nos sentamos en un café a comer Foie Gras, tratando de olvidar la manera cruel como lo producen.
En la tarde nos fuimos de excursión a la Selva Negra, la cual es él único tour del crucero que requiere un pago adicional.  Desde Estrasburgo tomamos un autobús que nos llevó por los pueblos situados en las estribaciones de la selva negra, todos muy pintorescos. Fue un viaje de una hora y 15 minutos en el cual la guía no cesó de hablar ni un segundo a su audiencia cautiva. Al subir y entrar a la Selva negra nos fue ofrecido un almuerzo excelente, con ensaladas diversas, salchichas, jamones, mermeladas, panes exquisitos y cerveza muy buena de la zona. Un gran almuerzo. Luego pudimos dar una corta caminata por las colinas muy verdes de la zona, con las casas, las vacas y los árboles integrando un bello paisaje. Antes de regresar fuimos a una tienda donde venden relojes Cu-Cús, la especialidad de la zona. En líneas generales, el viaje no llenó mis expectativas pues apenas llegamos al borde de la Selva Negra. nos quedamos en el piedemonte. De regreso, sufrimos otra andanada de información por parte de la guía, quien no nos dio tregua.
Si alguien me pregunta si estuve en la Selva Negra, puedo contestar afirmativamente. En mi recuerdo El Jarillo y  la Colonia Tovar son igualmente pintorescos.
SPEYER. ALEMANIA
Plaza de Speyer
Al día siguiente atracamos en Speyer, pequeña ciudad alemana,  de unos 50.000 habitantes  situada en el Rhineland-Palatinate, al sur de la ciudad universitaria de Mannheim. Parece haber sido uno de los sitios más antiguos fundados por los romanos, en cuya catedral se encuentran las tumbas de ocho emperadores y reyes romanos y alemanes. La ciudad es poco atractiva , aunque tiene un bella puerta , además de su importante catedral . Vimos a sus habitantes muy modestamente vestidos, gente sencilla, reminiscentes de los austeros campesinos menonitas que uno encuentra en Bolivia y otros países andinos. Sus niños parecían ver la ciudad con ojos de asombro, como quien no está acostumbrado a ver tiendas y gente en las calles. La caminamos en poco tiempo y regresamos al barco a media tarde, donde todavía teníamos un buen almuerzo y, por supuesto, donde nos esperaba la  hora del coctel y una excelente cena. Mientras tanto, el pianista tocaba.
El barco, a diferencia de los grandes trasatlánticos, es pequeño y ello significa que hay mucha más interacción social que en los barcos grandes donde uno puede permanecer esencialmente “por su cuenta”. Aquí había que socializar, conocer gente, conversar. Esto es maravilloso para quienes disfrutan de una intensa interacción social. Para quienes somos un poco lobos solitarios, esto puede resultar una carga. En el restaurant era difícil sentarnos solos por lo relativamente pequeño del pasaje. Conocimos gente muy agradable y otra menos agradable. Compartimos mucho con el padre y el hijo de Canadá, quienes eran gente maravillosa, así como con una pareja filipina muy cordial. En general, el pasaje era de gente de clase media-media a  alta, casi toda adinerada pero no particularmente sofisticada , alguna de ellas, como nosotros, quienes habían ahorrado por un largo tiempo para poder hacer el viaje.  El promedio de edad, si no contamos al veterano de 96 años, a un culto y cordial viudo australiano de unos 88 años y a nosotros, en los 80, no era muy alto, estaría en los 60-65 años.
RUDESHEIM, ALEMANIA
 Logitravel
El próximo puerto fue el de Rudesheim, en Alemania. Allí llegamos el Domingo de Ramos y mi esposa quiso ir a misa. Para nuestra sorpresa, aunque existían cinco iglesias católicas en el pueblo solo en una había misa. La explicación que nos dieron es que en Alemania hay una gran escasez de sacerdotes y por ello las iglesias católicas permanecen en gran porción cerradas o sin sacerdotes permanentes. Se nos informó que habría misa a las diez de la mañana en la Abadía de las Monjas Benedictinas, situada en una colina sobre el valle del pueblo. Para allá nos fuimos en un taxi, junto con el padre y el hijo canadiense. Sin embargo, al llegar allá, nos dijeron que la misa había sido a las 8 de la mañana. 
Abadía de Rudesheim
Visitamos la pequeña iglesia, de una gran belleza y paseamos un poco por el lugar, el cual está rodeado de viñedos. Decidimos caminar, cerro abajo y nos separamos de la pareja canadiense (el señor caminó cerro abajo hasta el barco!) y, dando vueltas y más vueltas, escuchamos unas campanas llamando a misa. Logramos encontrar una iglesia luterana que comenzaba sus servicios y nos metimos allí. La ceremonia fue muy bonita, muy larga, porque recuenta una buena parte de la pasión. Una vez que salimos nos fuimos a conocer el pueblo, el cual es uno de los más bellos que encontramos en nuestro viaje. Tiene un largo malecón lleno de hoteles, tiendas, cafés al aire libre y pequeños rincones muy hermosos.
APARECEN LOS CASTILLOS. ENCUENTRO CON LORELEI
Hasta ese momento no habíamos visto ningún castillo sobre el Rin. Comencé a pensar que el título del crucero era semi-fraudulento. Pero cuando zarpamos de Rusdesheim hacia el norte, comenzaron a aparecer los castillos, uno detrás del otro. Por 60 kilómetros, desde Rudesheim hasta Koblenz, casi a cada vuelta del inmenso río, vimos no menos de 30 castillos situados a las orillas del Rin. El espectáculo es extraordinario. 



Viñedos y poblaciones a lo largo del trayecto
No son solo los castillos, sino las bellísimas poblaciones que se van encontrando a ambas riberas del Rin, con sus laderas llenas de viñedos: Heimburg, Sthalberg, Gutenfels, Sankt Goar, Boppard. Cada castillo tiene su nombre: Furstenberg, Ruine Nollig, Sthaleck, Schonburg, Katz, Maus, Liebenstein, Alte Burg. En ese trayecto  vimos una prominente  en la ribera este del río, la roca de Lorelei, la doncella que con su canto seduce a los marineros quienes pasan por allí y los lleva a la muerte. Esta es la ruta de Sigfrido,  tierra de  Nibelungos. Veo finalmente  realizados mis sueños de adolescente. Sigo la roca de Lorelei con la mirada, hasta que desaparece en el recodo del rio. Luego, regreso al gran salón del River Empress y me tomo una copa de champaña en honor de mis sueños de juventud.
La estatua de Lorelei

BOPPARD, ALEMANIA
Castillos y viñedos 
Al llegar a Boppard decidimos caminar por nuestra cuenta. Es un pueblo  muy bonito, alineado a lo largo del rio, hoteles, restaurantes, un pequeño y elegante resort sobre el Rin. Tiene atractivas tiendas pequeñas incluyendo una bellísima tienda de vinos, un night-club y, al menos, un restaurant que parece de altísima calidad. Aquí en Boppard, un grupo de unos 10 pasajeros decidió continuar hasta Koblenz en bicicleta, un viaje de una hora aproximadamente. Me hubiera gustado acompañarlos pero tuve  unas diez razones para no hacerlo. La primera de ellas es que nunca aprendí a andar en bicicleta.
KOBLENZ, ALEMANIA

Castillo entre Boppard y Koblenz
Al acercarnos a Koblenz el barco sale del Rin y entra al Mosela, cruzando el Deutsches Ek, la Esquina Alemana, la cual muestra una gran estatua de Guillermo I, el primer emperador alemán, la cual es una réplica de la original, la cual fue destruida durante la II Guerra Mundial. El barco atraca en la mitad de la ciudad y podemos caminar a nuestro antojo. Pasamos por un viejo castillo y nos dirigimos hacia el centro, la Plaza de los Jesuitas, con un bonito ayuntamiento. Visitamos la iglesia de San Castor, la más antigua de la ciudad, la cual data del año 836. Nos sentamos en un café a ver pasar la gente de Koblenz, a tratar de tomarle el pulso a la ciudad. Tiene un ritmo lento, apacible. Hay un funicular que lleva a una fortaleza, pero no nos provocó hacer ese viaje. Hay una visita programada en la tarde para un castillo pero preferimos quedarnos en el pueblo, descubriendo sus pequeñas calles y visitando sus casas de antigüedades.
KOLN, ALEMANIA
Catedral de Colonia
Colonia es el penúltimo puerto de nuestro viaje. La gran atracción es, por supuesto, la famosa catedral, aunque la ciudad está llena de museos importantes, incluyendo uno del chocolate y otro, que me trae grandes nostalgias, del agua de colonia Jean Marie Farina. Esta era la colonia que usaba mi abuelo paterno, luego mi padre y luego yo. Aprovecho para comprar una botella grande pero, decepción, no huele igual. No es el mismo olor de siempre.
Casa donde nació la colonia Farina
Al lado del ayuntamiento vemos una excavación importante. Nos dicen que ello ha revelado la existencia de una comunidad judía en el centro de la ciudad.
Al llegar frente a la catedral no puedo menos que sentirme impresionado por su inmensa fachada. Es una iglesia de estilo gótico, la cual tardó unos 600 años en construirse, desde 1248 hasta 1880. Es el destino turístico más importante de Alemania y siempre está llena de gente. Aunque no soy creyente me sentí muy emocionado en ese sitio.  Fue dañada durante la segunda guerra mundial pero los bombardeos la respetaron en lo esencial
Regresamos al barco bajo el influjo de la maravillosa catedral, con mi compra de Jean Marie Farina.
EN ÁMSTERDAM, HOLANDA
A Ámsterdam llegamos en la mañana  y tomamos un taxi para el hotel, The Bank Hotel, el cual no nos gustó, aunque estaba muy bien situado, a unas cinco cuadras de la estación central del Ferrocarril. Llegamos al hotel y salimos hacia la estación a comprar nuestros tickets para ir a Berlín. Asombrosamente los tickets de Ámsterdam hasta Berlín son la mitad del costo del tren de Washington a Nueva York, aunque la distancia es mayor. Cada ticket tiene un costo de 125 euros, a pesar de que no hay descuento por tercera edad.
En Ámsterdam mi esposa se siente mal, ha estado con una gripe durante el crucero que se convierte en una especie de bronquitis asmática. La llevo a un centro médico especial para turistas, donde le recetan antibióticos y un aerosol para facilitar la respiración. Este contratiempo nos limita lo que podemos hacer en Ámsterdam, porque – además – está frío y llueve. Nos limitamos a comer cerca del hotel, una magnífica colección de quesos diversos, jamones y un excelente pan, todo por 20 euros. Hubiéramos querido ir a un restaurante indonesio a comernos un buen “Rijstafel” pero no nos sentimos con ánimo suficiente. Yo también había comenzado a toser.

Al día siguiente nos vamos a la estación y tomamos el tren hacia Berlín. 

5 comentarios:

Richard Aymard dijo...

Que viaje tan bueno y tan bien descrito.....Que se mejoren de las gripes y puedo seguir disfrutando...

Anónimo dijo...

Don Coronel, muchas gracias por compartir tus experiencias y la de tu señora en este viaje de crucero. Detalles muy bonitos de historia y la clase de vida y pasajeros en estos dias que compartieron, es una leccion de como se disfruta de un viaje y como se vive la experiencia un poco nos sirve para alejarnos por un momento de la cruda realidad de nuestro pais y como estamos perdiendo la oportunidad para rescatarlo de esa miseria donde nos hemos hundido. Gracias nuevamente por compartir sus experiencias.

Gustavo Coronel dijo...

Lo quise hacer para que mis compatriotas, quienes no pueden hacerlo en esta etapa de la vida de nuestro pais, piensen que pronto podran hacerlo, una vez que termine la pesadilla que los azota.

Anónimo dijo...

Gustavo cuando salen tus memorias? Tremendo viaje, el aleman normalmente NO atiende muy bien que se diga pero cuando aparece un italianito o un espanolete la cosa se compone. Atienden bien y con ganas.

Imperial Agent dijo...

Amazing trip.
Happy for you that you and your beloved wife could do it together.
My adult children live in Germany and I've had opportunities to visit all those places you stopped at on your cruise.