La escena en la cual dos pobres diablos cadetes de la Escuela Militar de Venezuela se arrodillan ante el dictador Hugo Chávez, en señal de abyecta sumisión, representa bien la tragedia venezolana. Esta maldición la lleva una parte del pueblo venezolano en la sangre. Se remonta a los años de la independencia, cuando miles de venezolanos pelearon en las filas de Boves, en contra de quienes sacrificaron todo por la libertad. Continuó con la pasividad de buena parte del pueblo frente al chorizo de dictadores y caudillos del siglo XIX, ladrones y asesinos, desde los hermanos Monagas hasta Guzmán Blanco, desde Ezequiél Zamora hasta Cipriano Castro. Llegó a extremos vergonzosos durante la larga y bertoldínica dictadura de Juan Vicente Gómez, el bagre andino, servido hasta por gente culta pero indigna. Siguió manifestándose durante las semanas de la patria de Marcos Pérez Jiménez. Y ahora, se revela con renovados impulsos a través de un ejército y sector militar totalmente prostituído, plegado a una aventura anti-nacional y traidora, principal apoyo del déspota cacasénico Hugo Chávez.
La tragedia venezolana está también simbolizada por la vida y muerte del Inca Valero, un joven convertido en ídolo por el régimen, presa de las drogas, consentido por el chavismo, finalmente convertido en asesino y suicida por un ambiente podrido de privilegios, perdones, licor y droga. En su último viaje que lo llevó desde Mérida a Valencia el boxeador, bajo los efectos de la droga y del alcohol paraba en todas las alcabalas denunciando que lo querían matar. Sin embargo, las “autoridades” lo dejaban seguir su camino en esas condiciones porque era de “los nuestros”.
Estos dos eventos trágicos enlazan con las denuncia del general Antonio Rivero, quien habla de militares cubanos encrustados en la desprestigiada fuerza armada venezolana.
Que Venezuela es esta?
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