sábado, 26 de julio de 2014

Viaje dentro del Viaje (II)


Antes de entrar al Eurodam.

Julio 8, mediodía.
Llegamos al muelle donde se encontraba  el “Eurodam”, en el cual viajaríamos.  Es un nave imponente. Entramos al gran salón del terminal donde ya esperaban muchos pasajeros. La logística del registro fué impecable y , en materia de unos 30 minutos, ya estábamos a bordo, provistos de una tarjeta de identificación que serviría para todo lo que se necesita durante el viaje, para identificación al salir y regresar del barco, para pagar consumos de todo tipo y hasta para jugar en el Casino, si uno así lo desea.
El equipaje, el cual hemos entregado en el terminal, apareció una hora después en la puerta de nuestra cabina. La cabina era pequeña, como corresponde a una de las más baratas de la nave. Sin embargo, poseía un ventanal que permitía una vista al mar, así como de una inmensa guaya que sirve para bajar uno de los botes salvavidas. Tenía todo lo necesario. La ducha, en especial, era buenísima y tenía hasta una silla plegable que permite bañrse comodamente sentado, si así se desea o si el barco se está moviendo demasiado. Lo cierto es que en este barco nunca tuve la sensación de movimiento. Ello fué una combinación del buen tiempo que prevaleció durante todo el trayecto y del excelente sistema de estabilización de la nave.
Zarpamos a las 4 p.m.  Durante la tarde y noche nos dedicamos a  explorar la nave, la cual tiene 11 niveles. Nuestra cabina estaba en el cuarto nivel, en la mitad del barco y al lado de ascensores y escaleras que nos ponen “a la pata del mingo” de casi todos los sitios importantes.  Nos entregaron un mapa de bolsillo donde figuraban los diferentes niveles y lo que hay en cada uno. Cada descanso / bloque de ascensores tiene también una lista de lo que hay en cada nivel y como llegar allí. Para quien no es navegante no es tan fácil saber que significa  forward , aft o astern.  
El Eurodam tiene varios bares, un teatro principal y dos más pequeños, un comedor principal de dos niveles, un nivel de comida informal y tres restaurantes para comida especil: italiana, continental y asiática. Rpidamente ubicamos nuestro sitio preferido, el llamado Crow’s Nest, uno de los sitios  más altos del barco que sirve de observación y que posee un bar, la biblioteca y un grupo de computadoras.  Es el sitio ideal para ver la salida y la entrada a los diferentes puertos.
Los detalles del Eurodam pueden ser encontrados facilmente en Internet, para quienes estén interesados. Es un extraordinario barco, no siempre decorado con buen gusto. Algunas áreas exceden el 20%  de cursilería que mi gran amigo Alberto Quirós Corradi establece como permisible, no porque la decoración seabarata sino porque es “tacky”.  Por ejemplo, hay una inmensa lámpara o decoración central en forma de  inmenso témpano de hielo sobre el  lobby principal del nivel 1, donde se encuentra la Oficina Central, que , francamente,  parecería hecho para una casa de Diosdado Cabello.  No es un barco elegante en el sentido austero de la palabra sino un tanto “nouveau riche”. Está excelentemente bien mantenido, realmente extraordinario. Lo pudimos comprobar al ver de cerca su nave hermana, el Rotterdam, en el muelle de Tallin. Mientras el Eurodam estaba reluciente e impecable, el Rotterdam se veía un tanto cansado.
  En el comedor principal, Rembrandt,  es posible optar por una hora fija para cenar o por hora abierta, que fue lo que decidimos hacer. En general  la comida es muy buena, con excepción de los sorbets y de ls sopas frías.  La carne es excelente, el pescado bien preparado y mejor presentado. El menú es de cuatro platos: entrada, sopa o ensalada, plato principal, postre. La carta de vinos es modesta y los precios muy razonable. Hay un Chardonnay Santa  Carolina reserva sorprendentemente bueno por $23 la botella. Si uno no se la toma en una cena se la guardan para el día siguiente.
En el Rembrandt también es posible desayunar y los desayunos son igualmente excelentes.  El Tamarindo, el restaurant de comida oriental, es excepcional. Los otros no los probamos. La cafetería donde se come de manera más informal, llamada LIDO, es, en general, de baja calidad. La comida caliente es indiferente y mál presentada. Las ensaladas son bastante buenas y tienen un excelente helado de fresa. Por lo tanto limitamos su uso al mínimo.  
El servicio en el Rembrandt es extraordinariamente bueno, muy correcto, con vajillas y cubiertos muy atractivos, realmente elegante. No así en el LIDO, donde hay que pelear para conseguir donde sentarse. Llevábamos 2000 pasajeros a bordo y la aglomeración a ciertas horas, combinada con el pobre diseño y logística del local, podía despertar los peores instintos en los pasajeros, haciéndolos olvidar la cortesía. Por supuesto, este es también un problema de la calidad humana del pasaje, no siempre del nivel  deseado. No damos detalles porque ello generalmente lleva a comparaciones politicamente incorrectas. Nos complace decir que vimos un grupo familiar venezolano de unas seis personas, el cual se comportó de manera muy decorosa durante todo el viaje. No hicimos contacto con ellos, porque ya uno no sabe  a que bando pertenecen los compatriotas que uno encuentra en tierra extraña. Posiblemente ellos pensarían lo mismo sobre nosotros.
Hay una actividad que jamás trataré de nuevo a bordo de un crucero y es el uso del Internet. No solo es carísimo sino muy pobre. Conectarse toma largos y angustiosos minutos, sobre todo porque uno sabe que está pagando  unos $40 la hora y un buen 30% de ese tiempo es de espera. . Para proteger mi salud y mantener mi tensión arterial a niveles razonables desistí de usarlo tan pronto me dí cuenta de que aquello era muy frustrante. Perdí allí unos $50.
El entretenimiento era pasable, había un grupo excelente de Blues y jazz, un buen pianista de música de coctel,, un triste duo de violín/piano que tocaba desvaídas piezas clásicas, alguno que otro show  y concursos de baile, en los cuales no participamos porque aun estaba convaleciendo de un fuerte ataque de artritis en el pié izquierdo, una excelente excusa.
La vida a bordo fué muy placentera, con entradas y salidas casi diarias a, y de, un puerto diferente, con un “happy hour” de precios muy moderados (unos $6 por dos Martinis elaborados, eso sí, con una vodka medio pirata), excelente comida en el Rembrandt y uso moderado de las maquinitas del Casino, donde perdimos unos $100 espaciados durante el viaje, con intervalos emocionantes de breves ganancias.  

Julio 9-10. Navegando todo el día 9 y llegada a Tallin, Estonia, el día 10 a.m.
Panorámica de Tallinn
Para mí Tallinn, Estonia era el sitio que había esperado con más anticipación porque lo que había leído sobre ella  era muy favorable:  una ciudad compacta, muy antigua, con una personalidad muy especial, casi como un museo arquitectónico viviente de la época de la Edad Media.  Y la verdad es que Tallin no me decepcionó. Que ciudad tan agradable,  llena de tanta  belleza!  Tanto la parte antigua como la ciudad nueva son primorosas, de una limpieza impecable. La ciudad antigua y amurallada permite viajar al pasado. A ello ayudan los habitantes, muchos de quienes ponen en escena eventos medioevales para los turistas. Los restaurantes son evocativos de esa epoca. Las iglesias y edificaciones pertenecen al pasado y al presente.  No hay ruinas, es una ciudad medioeval viviente.
Marianela en la plaza central de la ciudad antigua
Es el único puerto de los que visitamos donde uno baja del barco y camina unos quince minutos hasta el centro de la ciudad antigua, cuyas torres son visibles desde el puerto. Al bajar del  Eurodam  tomamos la calle Suurbannavarav y luego la calle Vene, la cual lleva al Museo de la ciudad, al Pasaje de Santa Catalina y al Patio de los Artesanos. Llegamos al Ayuntamiento, la plaza central de la ciudad antigua, donde ya se encontraba un mercado libre en actividad con estantes llenos de  frutas y artesanías, entre otras ofertas. Paseamos por las cuatro equinas de esa plaza, visitando la farmacia más vieja de Europa,  subimos por la calle Pikk hasta la hermosa catedral de Aleksander Nevski y bajamos hacia la Catedral de Santa María, en la plazita Kiriku. De allí caminamos  sin rumbo fijo por las callecitas que recuerdan a los pueblos andinos. En un café medioeval almorzamos unas ensaladas y una copa de vino.
Catedral Aleksander Nevsky
La ciudad antigua está pintada de blanco y rojo, muy pulcra, de contrastes maravillosos que le dan a la ciudad un aspecto festivo muy especial. Rodeando la ciudad antigua está la moderna ciudad, con bellos parques y edificios modernos y algunas casas de madera, vestigios de una época ya ida para siempre.  
Restaurant donde almorzamos
  A las tres de la tarde caminamos de regreso al barco. Al zarpar de Tallin me pareció que esta era una ciudad donde me hubiera gustado vivir. Tiene una excelente universidad, donde da clases parte del año una brillante venezolana, Carlota Pérez, residenciada en Londres y quien no se encontraba en la ciudad para el momento de nuestra visita. Me hubiera gustado saludarla,  porque Carlota es una de las economistas más billantes de nuestra época, ganadora de la Medalla Kondratieff por su trabajo pionero en Innovación Tecnológica y su impacto en la economía global. Aun estudiante universitaria, Carlota publicó un texto sobre la Faja del Orinoco que me llamó mucho la atención y que tuve la oportunidad de comentar.
En la calle Pikk. 

Continuará…..San Petersburgo




5 comentarios:

Anónimo dijo...

Indudablemente son sitios bellos de mucha historia!

El asfalto es muy caro, y las calles empedradas abundan!

Alitas Allie dijo...

Sin duda que lo relata como si uno estuviera allí.
Gracias por compartirlo!!!.

Para el comentario de Thomson...

En España se mantienen las calles "adoquinadas", es ley, porque tratan de preservar todo lo histórico posible.

Anónimo dijo...

Gustavo llegar a 81 asi ya es un premio, merecido tu viaje. Pareces un chaval de 50. Un abrazo.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Bueno, el último comentario indica el uso de eso que el mismo comentarista señala: ¡droga hasta las pestañas! Jajaja. Las vainas que uno tiene que leer...