Su obra novelística es del tamaño de una catedral. Al mismo tiempo Vargas Llosa es un hombre íntegro, en una sola pieza. No puede decirse de él que es un gran novelista pero admirador de dictadores, como si lo fué José Saramago y como lo es Gabriel García Márquez.
Mario Vargas Llosa es un hombre al servicio de la libertad y de la democracia. En términos beisbolísticos no es un Pete Rose sino un Cal Ripken.
Su premio Nobel nos llena de orgullo. Ha sido un reconocimiento al autor de imponentes murales y mapas psicológicos de nuestros pueblos y es, al mismo tiempo, un homenaje al amor por la democracia y la libertad. Su obra es un canto a la decencia, al sentido común, a la calidad cívica, valores que millones de latinoamericanos llevamos en el corazón.
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