Así como el corazón humano se
encuentra en la parte superior del tórax, no en la cabeza, así el corazón de
las empresas generalmente no se encuentra en el presidente o el máximo
ejecutivo, sino en el empleado a nivel medio que lleva el peso del día a día, que
sabe lo que hay que saber y que mantiene inalterable su dedicación y su lealtad
a la organización. Durante mis 28 años en la industria petrolera venezolana,
desde geólogo de campo hasta la Junta Directiva de Petróleos de Venezuela tuve
la suerte de conocer a varios ilustres representantes de este prfil de
funcionarios, a quienes no vacilo en definir como el corazón de la empresa.
Recibo la noticia de la muerte de
quien fue mi compañero de trabajo por largo tiempo, primero en Shell y luego en
Maraven: Pedro Aranguren, a quien siempre llamé Pedrito, por afecto. Pedro
Aranguren se desempeñó en Comercio Internacional y en Relaciones Comerciales y representó
por años el hilo de continuidad que unía su grupo de trabajo, inevitablemente
expuesto a la llegada periódica de nuevos
gerentes a quienes había que “entrenar”. Pedrito siempre estuvo allí y
era el albacea de la experiencia acumulada durante años de manejar estas
delicadas operaciones. Entre nuestras tareas ocupaba un lugar importante la relación de la empresa con el
Ministerio de Energía y Petróleo o de Hidrocarburos, como se le llamaba en ese
entonces. Esas relaciones nunca fueron sencillas y apacibles, estuvieron
siempre llenas de pequeños o grandes conflictos derivados del celo o recelo patriótico
de los empleados de ambas organizaciones, un sentimiento subyacente que complicó
siempre las relaciones entre quienes éramos empleados de una empresa extranjera
y quienes representaban al gobierno. Éramos nosotros simples agentes del imperialismo
foráneo, como pensaban algunos compatriotas desde el gobierno? O eran los
funcionarios del Ministerio injustos con nosotros, quienes protegíamos el
interés nacional tanto como ellos?
Fue en ese ambiente generalmente
tenso que vi a Pedro Aranguren trabajar de manera tesonera, con invariable
buen humor, para suavizar las relaciones empresa-ministerio y mantener el flujo
debido de información de nuestras actividades hacia el ministerio. Ello le ganó
nuestro respeto y también la confianza y el respeto de los grandes señores del
ministerio, gente maravillosa como Luis Plaz Bruzual, quien siempre combinó su
exigente naturaleza de fiscalizador con un tratamiento digno y respetuoso para
los empleados de la empresa.
A mis ojos Pedro Aranguren representaba
de manera genuina el corazón de la empresa. Ese corazón que late en cada Pedro
Aranguren y es relativamente inmortal.
2 comentarios:
Gustavo, pronto regresarás a Venezuela. Un abrazo.
Coronel.....para lo unico que eres bueno! .....para escribir obituarios!
Por que de politico eres un pobre payaso
Y de gerente ni del dunes de margarita servistes para nada!
Y por cierto de tu querida y amada pdvsa te botaron como lo que eres!
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