domingo, 20 de diciembre de 2009

Después de la nevada histórica


Ayer asistimos a un espectáculo que no se veía en Washington por casi un siglo: una nevada de unos 60 centímetros, tranquila pero implacable, la cuál cubrió la capital de los Estados Unidos bajo un espeso manto blanco. La ciudad se paralizó. Se suspendió la velada del ballet de Washington que ofrecía el Cascanueces. Se suspendió la función de la obra de Dickens: “A Christmas Carol” . Los aviones se atascaron en la nieve del aeropuerto Reagan, del aeropuerto Dulles, del Aeropuerto BWI, entre Washington y Baltimore. Ni siquiera funcionaron los trenes del Metro porque, al llegar a la superficie, se encontraban con el riel congelado, imposible de darles electricidad.
En nuestro complejo, una especie de 23 de Enero de clase media, muy bien mantenido, un héroe solitario, con una pequeña pala mecánica, estuvo toda la noche batallando contra la nieve, quitando una pulgada que era reemplazada casi de inmediato por una nueva.
Hoy ha salido el sol y el paisaje es de una belleza extraordinaria. Es el invierno en su fase más atractiva. Ya pronto vendrá una fase menos atractiva, cuando la nieve comience a derretirse, una fase en la cuál la limpieza blanca se transforma en un pantano marrón, una mezcla de agua y barro.
Mientras tanto disfruto del espectáculo. Caminando entre la blancura oigo el alegre canto de los pájaros y veo a los niños entrando y saliendo de sus iglús. Un dia para el recuerdo, como diría Omar Lares.

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