En la zona de Washington DC cae, desde anoche, una copiosa nevada. Desde mi ventana el espectáculo es definitivamente invernal. No hay nadie afuera, no pasa ningun auto por la avenida. Apenas un camión con pala lleva a cabo una pelea desiguál contra la nieve, la cuál cubre prontamente el espacio que acaba de limpiar.
Es un sábado para escuchar música clásica. Y no cualquiera, sino una apropiada al clima. Nada de Ginastera o Villalobos hoy. Mi primera selección es casi automática: la sinfonía #1 de Tchaikovsky, llamada “Sueños Diurnos de Invierno”. El compositor habla brevemente de esta primera sinfonía y se refiere a ella como descriptiva de su viaje a través de un paisaje blanco y neblinoso. Los críticos han sido generalmente duros con esta obra, quizás influenciados por la desaprobación que expresó sobre ella el maestro de Thaikovsky, Anton Rubinstein, una desaprobación aparentemente basada más en la forma musical que en el contenido melódico. Algunos críticos han llegado a decir que Thaikovsky solo compuso “tres sinfonías: la 4a, la 5a y la 6a”, lo cuál nos parece injusto. Aún este sueño invernal, obra de juventud, es tipicamente Tchaikovsky, con su uso de las bellas melodías de la inmensa Rusia. Oyendola siento que encaja perfectamente en lo que veo desde mi ventana.
Como un sorbete que se toma entre platos he escogido el segundo movimiento del concierto para piano y orquesta #2 de Dimitri Shostakovich, el extraordinario Andante. Acostumbrado a oir el vigor y el estruendo en la mayoría de sus obras es sorprendente oir este andante y su casi desesperada melancolía. Es como una bella flor nacida en el medio del desierto cultural del estalinismo, mucho más cercana a Chopin que a sus marciales sinfonías.
Luego escucho la Tercera sinfonía de Johannes Brahms, en una versión conducida por nuestro viejo conocido Sergio Celibidache, quien hizo furor en Caracas por los años 50, creo recordar. Esta sinfonía evoca el triángulo entre Robert Schumann, su esposa Clara y el pupilo de Schumann, Brahms, perdidamente enamorado de Clara. Ha sido llamada “Heróica” especialmente por su primer movimiento, el Allegro con brio, el cuál encaja perfectamente con la nieve que veo caer, a veces con furia y como meciéndose al ritmo de la música.
Y termino con algo de aquí. Selecciono una pequeña joya poco escuchada, la cuál poseo en un CD de bolsillo desde hace más de 20 años (1986), sin haber podido encontrarla de nuevo. Se trata de “El retrato de Mark Twain”, un poema sinfónico de Jerome Kern. No encaja bien con la nieve, lo sé, pero me provocó escucharlo de nuevo, sobre todo por su bellísimo tema principal, el cuál describe el anhelo de Twain de navegar por los grandes rios de América.
El caer de la nieve tiene un efecto tranquilizador, casi religioso. Ha convertido la mañana de este sábado en una mañana dominical.
1 comentario:
Que poética esta crónica musical..! Desgraciadamente el gran Celibidache no dejó grabaciones: era reacio a ello. En Youtube se consiguen unos modesto videos, donde se refleja su maestría.
Feliz navidad..!
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