martes, 12 de mayo de 2015

La noche que (casi?) cené con Julia Childs


Cuando tuve que salir de la industria petrolera venezolana, en 1981, donde había pasado 27 años de mi vida, creí haber perdido un miembro de la familia. Esa es la magnitud emocional  de la separación de una persona con su trabajo de muchos años. Afortunadamente, había recibido una invitación de Harvard para ser un “Fellow” en el Centro de Estudios Internacionales y ello me permitió llegar a Cambridge, Massachusetts, para comenzar una estadía de dos años que habrían de ser de los más felices y fructíferos de mi vida. Los detalles de esta estadía están en un volumen de memorias que pronto espero terminar. Ahora, solo deseo contar una pequeña anécdota sucedida en Cambridge, el pueblo donde Harvard está situado.
 Benjamín Brown, el Director del Centro de Estudios Internacionales nos invitó a cenar. Nos dijo que asistirían tres o cuatro otras parejas a la cena. Nosotros vivíamos en un pequeño apartamento cercano a la universidad y al “townhouse” de Brown, a unas siete u ocho cuadras.
 En la tarde comenzó a nevar, como nieva en Boston. Para el momento en el cual debimos salir hacia la casa de Brown, la nieve y el hielo estaban a la altura de la media pierna. Marianela y yo caminamos estoicamente las ocho cuadras, por el medio de la calle, el único sector de la vía más o menos caminable. Después de uno que otro traspiés, llegamos a la casa de Ben Brown. Llegaron los otros invitados menos una pareja. Después de una espera más o menos larga, Benjamín nos dijo, con voz grave: “Tendremos que cenar sin Julia. Parece que se torció un tobillo al tratar de salir de la casa”.
 “Quien es Julia?”, pregunté.  
“Nuestra vecina, Julia Childs”, respondió Brown. “Me había dicho que vendrían a cenar con nosotros y se ofreció para hacer el postre”.
La cena prosiguió sin Julia. Fue excelente,  maravillosa, los vinos exquisitos, el coñac vigorizante. Pero faltó el postre. Peor aún, faltó Julia Childs.
Confieso que, al correr de los años, esta velada en casa de Ben Brown se ha ido transformando en mi mente de manera insidiosa, progresiva, hasta, casi, llegar a creer que Julia Childs había estado esa noche en nuestra cena y que nos había preparado el postre. Inclusive, tengo el vago recuerdo de que fue un “Key Lime Pie”, mi favorito.
Después de tantos años no estoy ya seguro de que ella no estuvo allí con nosotros. Quizá por el deseo de que ello hubiese sido así mi mente me ha comenzado a jugar tretas.  La he incorporado a la velada,  estoy casi seguro de seguro de que la vi, la conocí, recuerdo perfectamente su voz, disfrutamos junto un Cortón Charlomagne de la casa de Jules Regnier y aun paladeo el extraordinario postre que nos preparó esa noche.

Estuvo o no estuvo Julia en nuestra cena? No estaría dispuesto a jurarlo pero creo que sí. Casi todos los componentes de la realidad están en su debido lugar. Sí, así fue. Llegó un poco tarde y el esposo exclamó al entrar: “Que tiempo tan terrible. Julia casi se torció un tobillo al salir de casa. Pero aquí estamos, Ben”.  

4 comentarios:

Anónimo dijo...

el Key Lime Pie es tambien mi favorito....

LLevatelo Willie

yorugua dijo...

Muy linda historia don Gustavo pero flan con dulce de leche uruguayo es el mejor postre.

Anónimo dijo...

Coronel cuando publica su libro? Ese seria su ascenso a General!

Anónimo dijo...

Estimado ing. Coronel: haber conocido a Julia Childs, es ya de por sí un hecho afortunado. Con el postre o sin el.