Con los aportes de Rafaél Guinand y de Aquiles Nazoa
- Señores:
Debo comenzar felicitando
a los colegas graduandos, especialmente a mi compañero de angustias
intelectuales, Dr. Pedro Carreño, Ch.Cum.L., quien con su característica generosidad
ha financiado este acto.
Señores:
No nos engañemos. La ciencia
del derecho es una gran confabulación narvática que no puede vituperarse por el
simple achatamiento de las ideas.
Los graduandos aquí presentes no se opondrán a
que el cardomomo de mis ideas pueda universalizarse, lo cual me permite
realizar de ese modo una vacuidad anodina que indudablemente tenderá a producir
un berenjenal.
No es con monosílabos
escuálidos con los que se alcanza la maceración senil. Es también con música,
como la de la divina Sorda, aquella novia de Tristán o como la del gran tímido
de Chubert que dejaba el acto inconcluso. Por ello preferimos al audaz del pájaro
de fuego en lugar del apátrida masca nueces.
El Derecho, señores, nace
gerúndico. Los bolondrones del pecado lo estigmatizan, pero ahí está el nuevo
hombre socialista, teretere angular de todos los tiempos, para sacarlo a flote
con su pragmatismo ectoplásmico y su caducidad tetánica.
¿¡Cómo podemos permitir que se
malogren los atavismos balúndicos? ¡¡No, no y mil veces no. Debemos
extrapolarnos sobre las cabañuelas del pasado, influir en las cavilaciones tiroideas.
No dejar que el autismo mesentérico se adueñe de nosotros, porque eso sería
descender a las profundidades caóticas de un carburismo sensual.
Así pues, señores, unámonos
todos en este gran desrengamiento pletórico, bauticemos las grandes chamagüinas
del pasado, no permitamos la desviación modernizante, alcémonos como un solo
hombre contra las peguijeras tulénicas, demos la espalda a las traumatizaciones
del dolor.
De tumbo en tumbo, pero con
paso firme y político, habremos llevado al Derecho a una altura berrúgica.
Graduandos: desde las playas de
Aruba las generaciones del tá barato/dáme dos os contemplan!
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