Hace 42 años que
falleció mi madre. No pude llegar a tiempo para verla viva, porque yo estaba
muy lejos de Venezuela cuando ello ocurrió. Su muerte fué predecible porque, a
los 72 años, se obstinaba en bañar a mi
padre inválido, cargándolo como a un niño. Le dió un infarto.
En Los Teques, donde
vivimos por largos años, mi mamá fué una lideresa social. Por más de 30 años gerenció y mantuvo a fuerza de pedir dinero a
todo el mundo un Instituto llamado Hogar Escuela Infantil “Consuelo Marturet”,
el nombre de su mejor aliada en este proyecto. Por ese instituto pasaron entre
6-8000 niños, quienes recibieron alimentación,
educación y mucho cariño. A veces, cuando
pienso que estos niños se convirtieron en ciudadanos útiles, en padres y madres
y abuelos, aprecio que el impacto de su iniciativa llegó a muchos miles de venezolanos. Ello ilustra
el poder de las iniciativas sociales individuales. Ello me llevó muchos años
después a fundar una organización para promover la Calidad de Vida en
Venezuela, la cual manejé por diez años y en la cual dimos educación ciudadana
a miles de niños y creamos un programa anti-corrupción. Fué una manera de
imitar el esfuerzo de mi madre y de rendirle homenaje.
Hay un evento
protagonizado por mi madre que tuvo un impacto decisivo en mi vida. Tendría yo
unos 7 u 8 años cuando iba con ella por una calle de Los Teques y nos encontramos
con mi maestra. Conversaron y mi maestra le dijo a mi mamá: “Por cierto, Filo
(Filomena), debo decirte que Gustavo no fué a clase el viernes pasado. Creo que
se jubiló”. En efecto, como cosa rara, me había escapado a pescar sardinas en
un riachuelo de Los Teques. Mi mama le
respondió: “Josefina, creo que te equivocas. Mi hijo nunca haría algo
incorrecto”. Y seguimos nuestro camino.
No sé si lo que dijo mi
mama fué lo que ha debido decir, o si ello hubiera funcionado con cualquiera
otra persona. Pero el efecto en mí fué definitivo. Me marcó para toda la vida. Fué como si me hubiera puesto en la sien, con un hierro
candente, el sello de la honestidad. Aun cuando después hubiera sentido las
peores tentaciones, lo cual realmente no fué nunca el caso, no hubiera ya
podido desviarme del camino recto. Siento
que toda mi vida ha sido un tributo contínuo a mi madre por su acto supremo de
confianza.
Aunque poco tierna mi madre
siempre me hizo saber que me quería. Cuando me ausenté del hogar y del país, a
los 17 años, para ir estudiar a la Universidad
de Tulsa, en Oklahoma, me despidió como si fuera a la esquina. Sin embargo nuestra
vecina me dijo después que se había ido a llorar a la azotea de la casa, para
que nadie la viera.
Ayer mi esposa y yo compramos
unos delicados tulipanes blancos. Hoy están en la plenitud de su belleza y, al
verlos, recuerdo lo que dijo mi madre: “Mi hijo nunca haría algo incorrecto”.
Gracias por tu confianza, mi querida Filo.
7 comentarios:
Conmovedor.
Hermoso Testimonio de amor maternal y de hijo.
Luis
Hermoso Testimonio de amor maternal y de hijo.
Luis
que bueno esta esto... y que digno.
Feliz Dia de la Madre para TODAS!!!
Bellísimo
Hacia tiempo que no leia algo que me provocara nublar de lagrimas mis ojos. Gracias por estas lineas.
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