Se pudiera pensar que 250
amonitas, miles de globigerinas, un pequeño ictiosaurio y muchos helechos
tuvieron que morir hace 80 millones de años para que usted, querido lector,
pudiera pasear en auto ayer domingo. La naturaleza hizo un trabajo lento, en un
ambiente anaeróbico, para transformar esos restos orgánicos en una sustancia
kerógena, primero, y finalmente en hidrocarburos. Fué como si en un cocina
margariteña una rolliza y jovial mujer preparara lentamente un sancocho de
pescado con sus hierbas. Luego este cocido se movió a través de los poros en
las rocas, buscando como salmones que van a desovar los sitios más altos para
el reposo.
Y allí en esos altos geológicos fue encontrado, en la Venezuela de principios
del siglo XX, por Ralph Arnold y su
grupo de jóvenes geólogos contratados por la empresa General Asphalt
(1910-1912) para caminar por la geografía venezolana en búsqueda de
hidrocarburos. El libro de Arnold, ahora bellamente traducido al español e
impreso por Andrés Duarte Vivas y sus colaboradores, se llamó, precisamente, “la
Primera Gran Cacería Petrolera”.
Este producto negro a verdoso,
viscoso o liviano, ha sido el gran motor de la civilización. Es de naturaleza
no renovable. Una vez que se quema en los motores o en las tubinas desaparece para
siempre. No es como la Coca Cola que es agua, azúcar y algun añadido
misterioso, o el Chateneuf du Pape, producto de las uvas del Valle del Ródano que se
cosechan año trás año.
Y sin embargo, nadie en su sano
juicio pensaría que la Coca Cola o el Chateneuf du Pape se pueden regalar. Entonces,
en que cabeza cabe que la gasolina se puede regalar? Que tribu salvaje pensaría
en hacer esto? Que líder politico, no importa cuan degenerado, pudiera pensar
en regalar la gasolina?
No vayamos más lejos. Es en Venezuela,
país donde mueren asesinados 18000 ciudadanos al año, donde el Puente no es una
obra de ingeniería sino un acto de celestinaje laboral, donde el presidente
encadena a los medios de comunicación para decirle al país que se cagó en los
calzones en Maracay, donde se le pide al pueblo racionar la electricidad desde
un estudio televisivo dotado con grandes equipos de aire acondicionado y donde
el gobierno se endeuda criminalmente para regalarle el dinero a sus amigotes y
alimentar así el mito de la gran generosidad de los venezolanos.
Anuncio en Margarita (tomado del blog de Miguel Octavio, en su entrega de hoy)
Hoy en día la gasolina es
entregada gratis a las estaciones de servicio por PDVSA, ya que el costo de
cobrar los centavitos de su precio es mayor que ese precio. La cosa ha llegado
a tal extremo que la gasolina se comienza a dar de ñapa en algunos sitios, por ejemplo, en
los auto-lavados. Esta es la apoteosis de la degradación social venezolana, ese
desconocimiento total del valor de los recursos.
La muerte de las bellas amonitas
fue un sacrificio en vano, al menos en la tierra de los falsos Caribes y su
cacique, El Gran Coyote de los Llanos.
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