Uno de los tesoros de la televisión
es el “re-run”, la posibilidad que tenemos de ver viejos episodios de programas
que nos han dado placer. “I love Lucy”, la comedia de Lucille Ball y Desi Arnaz
todavía nos deleita después de tantos años. Los programas de Groucho Marx como “You
bet your life” en los cuales improvisaba maravillas, son aun una fuente
frecuente de carcajadas. Recuerdo uno en especial donde Groucho entrevista a
una señora que tiene 16 hijos. Groucho pregunta: “Por qué tantos”? Y la señora le dice: “Ay, Groucho, es que yo amo mucho a mi marido”.
Y Groucho replica instantáneamente: “Caramba, Yo amo mucho mi tabaco pero de
vez en cuando me lo saco de la boca!”. Veo con frecuencia viejos episodios de “The
Golden Girls” porque, además de ser muy
buenos, me hacen recordar mis tiempos de estudiante universitario en Tulsa,
cuando salía de parrandas con Rue McClanahan.
Como producto de un pequeño pueblo, el Los Teques
de los años treinta y cuarenta, donde fuí niño, llevado desde Catia, amo la vida
pueblerina, con su iglesia, su botica, su club y su plaza. En Los Teques
teníamos hasta una banda que tocaba retretas dominicales buenísimas. Esa vida
lenta y apacible de los pequeños pueblos es la ideal para crecer feliz. La nostalgia
por el Los Teques que desapareció me llevó a apreciar los episodios del show de
Andy Griffith, en los cuales él es el Sheriff Taylor del pueblo de Mayberry,
tiene un pequeño hijo, Opie, y comparte sus “aventuras” con el maravillosamente
torpe asistente Barney Fife, actuado por el extraordinario Don Knotts. Los
episodios tienen simples tramas donde siempre vence la virtud y donde los malos
son apenas pequeños villanos: un ratero,
un cazador furtivo o hasta una persona que cruza la calle por la mitad y no por
la esquina. Mayberry representa el ideal moral y social, el
sitio donde todos se conocen, son amigos y se apoyan mutuamente y cada episodio
deja al espectador sintiéndose bien, mientras ve al sheriff y su hijo caminando hacia el lago a pescar, silbandito el tema
musical.
Andy Griffith murió ayer los 86 años, en la casa donde pasó casi toda
su vida, en Manteo, un pueblito de Carolina del Norte de unos 1200 habitantes, no
muy lejos de donde los hermanos Wright hicieron su primer vuelo. Manteo probablemente
fue el modelo utilizado para Mayberry. Allí vivió siempre Griffith y la gente
del pueblo lo consideraba su primer ciudadano. Era un hombre sencillo, frugal y
siempre sonriente a quienes iban a visitarlo y a pedirle su autógrafo.
El niño Opie ya es un hombre maduro,
muchos de los “habitantes” del ficticio Mayberry, incluyendo a Barney Fife, ya han
muerto y ahora le toca a su sheriff emprender la retirada. Para quienes amamos
a los pequeños pueblos su muerte equivale a la de un querido vecino.
Mayberry ha muerto. Viva
Mayberry!
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