Crónica sobre la inauguración
del presidente Andrew Jackson.
Por qué un
presidente se inclina profundamente ante el pueblo? Para expresar su condición de servidor de la
nación. Un presidente no pretende que la nación le sirva a él. Todo lo contrario,
él debe servirle a la nación.
Y que es la
nación? La nación es la suma total de sus habitantes, de sus recursos, de su
historia y de su cultura. En el caso de Venezuela la nación es la suma de los
30 millones de habitantes que tiene el país, más sus recursos naturales
renovables o no-renovables, sus finanzas, sus industrias y sus empresas, más su
historia desde la época de la colonia hasta nuestros días, más nuestro diverso
bagaje cultural, donde coexisten todos los colores, todas las religiones, todas
las filosofías de la vida, bajo un manto comun de fraternidad, atados por el
hilo de la identidad nacional.
Un
presidente tiene el deber de respetar y consolidar el sentido de nación. Para
hacerlo se comporta como servidor público, considerando a todos los habitantes
del país con iguales derechos y exigiéndole los mismos deberes ciudadanos.
Protege y administra con celo los recursos de la nación, evitando desperdicio y mala utilización, cuidando sus
finanzas, promoviendo industrias y
empresas. Debe ser el albacea de nuestra historia, protegiéndola contra las
deformaciones y manteniendo intacta la
veneración del pueblo por nuestros héroes civiles y militares. Debe ser un
digno exponente de nuestra cultura, esa cultura venezolana basada en la
cordialidad, la alegría de la vida, la solidaridad, sencillez y el respeto, cualidades que tantas loas han
merecido de la gente que nos visitaba en el pasado.
Solamente cuando
un presidente se comporta de esa manera es merecedor (a) de esa designación.
Solo en ese caso puede decirse de él o ella que le han dado a su cargo la dignidad,
la majestad presidencial, que es esencial componente de una verdadera
presidencia. Esta cualidad inmaterial pero fundamental en un presidente no
siempre ha estado presente en quienes han ocupado Miraflores por los últimos 70
años. He visto esa cualidad en Isaías Medina Angarita (el primero que
recuerdo), en Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafaél Caldera
(I), Carlos Andrés Pérez (I), no en todo momento y Luis Herrera Campins, en
breves momentos. Esa majestad presidencial practicamente desapareció de la
escena política venezolana después de ellos.
Pero nadie,
al menos en los últimos 70 años de mi memoria, había llegado a representar la
total antitesis de la majestad presidencial como lo ha hecho quien ha ocupado Miraflores por los últimos catorce años. Allí
llegó por votación popular, pero desconoció la constitución a las primeras de
cambio. Desde ese primer momento indigno ese hombre ha sido la negación de lo
que un presidente debe ser. Considera como enemigos y apátridas a la mitad de
la población del país. Ha despilfarrado nuestros recursos, regalándolos a
países extranjeros por motivos ideológicos y personales. Ha deformado
descaradamente nuestra historia. Se ha burlado de nuestra cultura,
restringiéndola a las parciales y no siempre genuinas manifestaciones de sus
seguidores.
Pero, por
sobre todo, ha personificado una grotesca caricatura de su cargo compuesta, por
partes iguales, de bufonería y patanería. Su lenguaje coprolálico, su machismo,
sus discursos cargados de odio, sus regalos a los amigos, insultantes para
nuestro pueblo, y sus actos de indigna melosidad con tiranos y ladrones del
planeta, configuran una especie de retrato andante de Dorian Gray, una
fotografía del Sr. Hyde, un salto atrás hacia los peores exponentes de la
montonera inculta que manejó Venezuela por una buena parte del Siglo XIX.
Flaco
servicio le ha hecho este hombre al proceso de fortalecimiento de nuestra
identidad y dignidad nacionales. Sus seguidores andan sueltos por las calles
pintando paredes, insultando, agrediendo, como verdaderos salvajes en una
Ciudad Gótica tropical donde la vida, la propiedad y la civilización se
encuentran en constante e inminente peligro.
La bofetada
que este analfabeta funcional le ha dado a la nación venezolana debe ser
respondida, si es que deseamos regresar a transitar los caminos de la dignidad.
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