Monseñor, se oyó el susurro:
He convertido al Alba en tenebrosa penumbra
Transformé una empresa petrolera
en vendedora de pollos
Le arrojé los restos de la CVG al
sindicalismo anarquizado
He regalado el petróleo de la nación por razones
ideológicas
Compré tanques y misiles mientras
colapsaban los puentes y explotaban las refinerías
He prostituído la fuerza armada
con ayuda de un generalato tránsfuga
Engañé al pueblo crédulo e inerme
con promesas incumplidas e incumplibles
Permití y promoví el control
cubano de centros de decisión nacional
Hipotequé la Faja del Orinoco a
China
Odié con rabia a millones de
venezolanos que me adversaban, dividiendo mi país en bandos irreconciliables.
Monseñor Moronta lo escuchó y,
después de un brevísimo silencio, dada la urgencia de la situación, le dijo:
“Lo hiciste de buena fé, hijo mío,
creyendo que lo hacías por el bien de todos. Te concedo la
extremaunción: Por esta santa unción….”.
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