Un regalo de navidad
"Juntos ascendimos la colina...y más de un día feliz hemos vivido juntos..ahora debemos bajar lentamente...e iremos tomados de la mano.."
"John Anderson", de Robert Burns, 1759-1796
Comparto mi turno semanal como voluntario en el hospital del condado de Fairfax con dos “jóvenes”como yo. Hablando en un momento de poca actividad descubrimos que los tres sobrepasamos los cincuenta años de matrimonio. Yo soy el “novato”con 56 (dentro de una semana). Uno de ellos tiene 66 años de matrimonio y el otro 58 años. El de más larga vida matrimonial dijo que él había aprendido pronto a decir “yes, dear”, lo cual era un chiste. Yo me puse a pensar en mi experiencia y dije que el éxito de mi matrimonio de 54 años se debía a a que había sido un verdadero torneo de cortesías, lo llamé “a tournament of courtesies”.
Esta definición pareció gustarles a mis compañeros. La llamaron muy apta para definir la relación entre dos personas civilizadas que llegan a ser complementarias en las cosas pequeñas y grandes de la vida, que caminan juntos, tomados de la mano, por ese laberinto que puede ser la vida.
Y es que al destilar la esencia de una vida armoniosa en compañía he llegado a esa conclusión. Pasión, amor, el peso de una tradición familiar, la química personal, las experiencias compartidas, todo juega un papel importante en cementar o destruír un “martirmonio”, como lo llamaba Abelardo Raidi, quien vivió más de 50 años con su Teresita. Pero al final de cuentas lo decisivo es ese torneo de pequeñas o grandes cortesías que se desarrolla de manera cotidiana lo que mantiene unido a una pareja y la compenetra hasta llegar a ser indispensables el uno para el otro. No es mi deseo entrar a hablar de mi vida personal sino indicar que una vida entre dos seres humanos que no se apoye en ese contínuo intercambio cotidiano de cortesías pudiera tener problemas. Tender camas, barrer un piso, lavar unas ollas, colocar una toalla limpia, bajar una válvula, recordar un cumpleaños, llevar una flor, una botella de champaña, invitar a compartir un almuerzo en el restaurant de la esquina, comprar un pequeño regalo, buscar una medicina, tomar la mano de quien se siente angustiado o angustiada o abrazar a la pareja estrechamente con frecuencia y sin motivo alguno, son todos buenos ejemplos de ese torneo de cortesías que mantiene sólida una relación entre dos seres humanos.
Y la ñapa, por decirlo así, es que, al final de la vida, cuando muchos seres humanos se encuentran solos frente a la inmensidad del universo, es particularmente reconfortante saber que alguien nos toma de la mano, como al John Anderson descrito por Robert Burns, para caminar a nuestro lado hacia lo desconocido.
3 comentarios:
Feliz Nochebuena, A ud. y a su Sra., Don Gustavo!
Un Abrazo!!
Roberto Nasser
Feliz Navidad, Gustavo Coronel.
Y un mucho mejor Año Nuevo con libertad para Venezuela.
Gustavo, gracias por este regalo espiritual. Felicidades y salud.
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