Fotos satelitales tomadas de
noche en la peninsula coreana muestran un segmento norte a oscuras y un segmento
sur iluminado. En Corea del Norte la gente muere de hambre y hay quienes
sobreviven comiéndose a sus hijos a la parrilla. A la muerte del líder hay un
reemplazo automático previamente designado
por el pre-occiso. El funeral es una puesta en escena en la cual miles de
hombres y mujeres gimen, lloran desesperados (as) y se arrancan los pelos.
Mientras más convincente es el llanto, mejor es la posibilidad que cada magdaleno
tiene de no ir a la cárcel. Incapaz de
crear empleo, el régimen se concentra en tratar de ser una potencia militar.
Sus ejércitos desfilan a paso de ganso frente al líder y al grupo de generales
repletos de medallas, quienes son – en realidad - sus cancerberos. Los norcoreanos se fugan del país cuando pueden,
generalmente a través de China, país que les luce como el paraíso a quienes no
tienen que comer o no se atreven a decir lo que piensan. De China generalmente
pasan a Corea del Sur, donde el gobierno les da la ciudadanía inmediatamente y
les garantiza empleo. Con el tiempo algunos de ellos encontrarán razones para
quejarse pero las quejas serán de otro tipo, que si la carne tiene mucha grasa o no se encontró el
auto del color deseado, quejas derivadas de la afluencia y no de la miseria.
Corea del Norte y Corea del Sur
han llegado a ser países totalmente diferentes, el uno arruinado y dictatorial,
el otro rico y democrático, en materia de pocas décadas. Y esa dramática
diferencia ha sido posible por la separación del páis, Corea, en dos segmentos,
después de la Guerra de los años 50, cuando China y Estados Unidos se enfrentaron
utilizando ese territorio como campo de batalla. La tragedia es que, mientras
Corea del Sur implantó la filosofía de vida democrática y de libre empresa,
Corea del Norte implantó el sistema autocrático y estatificado chino y lo
continuó usando mucho después que la China misma se había liberalizado. Es decir,
los norcoreanos resultaron ser más papistas que el Papa.
Hoy en día, para todo efecto práctico,
tenemos dos Venezuelas claramente diferenciadas, aunque no exista una
separación territorial como la que existe entre las dos Coreas. Hay una Vennor
que sigue aferrada a su naturaleza democrática, a la libre empresa, al concepto
de ciudadanos libres y capaces de labrarse su propio destino, amantes de los
viajes y de la modernidad, perteneciente a la comunidad civilizada de naciones;
y, hay una Vensur, aferrada a un régimen autoritario y primitivo, creyente en
la total estatización de la economía, con habitantes dependientes del estado
paternalista, incapaces de valerse por si mismos, quienes creen que su país es
el ombligo del universo.
el títere cubano, Nicolás, cuando fue adoctrinado en la isla, en la extrema derecha
Su política exterior está basada en el alineamiento con los países y movimiento politicos
forajidos del planeta. Como en el caso de Corea del Norte y China, Vensur se ha
convertido en un satellite cubano y se aferra al tipo de régimen obsoleto y
brutal que ha prevalecido en aquella isla. Y lo hace en un momento en el cual Cuba misma, a fin de
sobrevivir, ha emprendido el camino de
regreso de su pesadilla política de 60
años hacia la democracia.
la unidad física de Vennor y
Vensur es como la dos hermanos siameses unidos por el estómago y contrasta,
tragicamente, con el divorcio espiritual entre los dos segmentos, un divorcio
amargo aderezado por el odio y el resentimiento, uno que ha llevado al embrutecimiento y mediocrización de ambos segmentos. Se trata de un proceso de
nivelación por debajo que amenaza a rebajar a los ciudadanos de Vennor a la
categoría de habitantes de Vensur, gracias a la fuerza bruta de un régimen
autoritario apoyado por la fuerza armada y apoyado por grandes masas que
imponen su mayoría sin respeto de la disidencia y que aspiran a seguir disfrutando
de las dádivas del estado.
Es un tanto paradójico que, ante los ojos
del mundo civilizado, la division
territorial entre las dos Coreas sea motivo de rechazo, cuando esa separación
le ha permitido a cada segmento establecer su propia filosofía de la vida. Al
menos allá los coreanos del sur habrán terminado por decirle a los coreanos del
norte: “Jódanse, pués”. Pero en nuestro caso
los amantes de la libertad se ven
obligados a vivir amuñuñados con los esclavos. Y en la democracia electoral muy
sui generis que existe en el país, los esclavos votan alegremente por seguir
siéndolo, obligando a los que desean la libertad a co-existir con ellos. En
otras palabras, nos jodemos todos. Uno de los siameses se pudre y el otro tiene
que pudrirse con él.
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