Que se levante el reo para oír su sentencia, declaró el juez, mirándolo
fijamente.
El reo apenas pudo levantarse, ayudado por los guardias.
Y el juez comenzó su sentencia:
“Pocas veces me ha tocado pasar sentencia a una actuación que incluya
tantos graves crímenes, llevados a cabo durante un período de tiempo tan
extenso. La naturaleza difusa de algunos de esos crímenes y la posición de
poder político que el reo ocupó durante casi 15 años hizo imposible que se
hiciera oportuna justicia. Gracias a su prodigalidad con el dinero de la Nación,
ya de por sí uno de sus peores crímenes, el reo
pudo colocar todas las instituciones del Estado bajo su control, inhibiendo la acción
profiláctica que las policías, el Poder Judicial y el Poder Ciudadano pudieran
y debieran haber llevado a cabo.
En 1992 el reo llevó a cabo un golpe armado en contra del gobierno democráticamente
elegido. A pesar de fracasar debido a su incompetencia y cobardía, el golpe lo
revistió de una aureola romántica, reforzada por la conducta celestina del gobierno de la época y
de los llamados líderes democráticos, casi todos quienes pidieron al gobierno
su perdón y la salida del reo de la prisión. Por ello, nunca llegó a oír
cargos, los cuales hubieran sido suficientes para mantenerlo en prisión por un
largo período de tiempo. De haber ocurrido esto, ciertamente otra hubiera sido
la historia de nuestro país. Esa lasitud de la justicia y la admiración
perversa que el pueblo venezolano ha sentido tradicionalmente por el hombre
fuerte llevó al reo a la presidencia del país, algo que el reo hubiera deseado
obtener por las vías más expeditas de las armas. Por ello, ese triunfo dentro
del sistema democrático fue seguido por una serie de medidas arbitrarias, solo posibles
en un entorno de cobardía ciudadana, las cuales desmontaron en el breve período
de un año todas las instituciones democráticas del país.
Este primer gran crimen tuvo muchos cómplices por comisión y omisión,
muchos de quienes hoy se muestran como decididos adversarios del sistema que el
reo logró implantar. La escasa visión y complacencia de estos venezolanos los
coloca en el plano de co-responsables del desastre y, aunque no son
enjuiciables por nuestras instituciones, si lo serán por el juicio de las
generaciones que han de venir.
A los escasos meses de su
presidencia, en carta al Tribunal Supremo de Justicia, la cual ha sido
presentada como prueba en este juicio, el reo ya se atribuía la “conducción
exclusiva de los asuntos del Estado”,
pretensión criminal que nunca fue objeto de decidido rechazo por los
funcionarios de la época. Ese mismo año
se llevó a cabo el despido de los jueces de la Nación y su reemplazo por
dóciles jueces provisionales, situación
absurda que afecta aún hoy la credibilidad del Sistema Judicial. De igual
manera se disolvió el Congreso, representación del Poder Legislativo democráticamente
elegido en comicios paralelos a los comicios presidenciales de 1998.
Una vez controlados los principales poderes públicos el reo dirigió su
atención a la principal industria del país, la petrolera. Por su propia
admisión nombró a un incompetente a la presidencia de la empresa, a fin de
promover la protesta de los gerentes de la industria y tener la excusa que hizo
posible el despido de 20.000 empleados de la empresa que representaban su
activo más valioso. Al controlar la empresa políticamente, el reo la convirtió
en una empresa “social”, con esencial abandono de su actividad medular de producir
y vender eficientemente petróleo y sus productos, para involucrarse en tareas agrícolas
y de distribución de alimentos que les eran ajenas, actividades que han dado
origen a altos niveles de corrupción. Hoy en día, según opinión de calificados
expertos, la empresa petrolera es irrecuperable, está trágicamente endeudada y
sus índices de producción están muy por debajo de lo que el reo encontró al
llegar a la presidencia. La empresa ha caído hoy en manos de los financistas de
China, quienes exigen el pago de su financiamiento en petróleo a futuro, en
base a transacciones de dudosa legalidad.
Como lo ha atestiguado el ex-ministro de Finanzas y de Planificación Jorge
Giordani durante este juicio, las dos terceras partes del inmenso ingreso
nacional durante los 15 años de la presidencia del reo, unos $800.000 millones
de dólares, han sido utilizados en lo que el ex-Ministro llama la “distribución
de la renta petrolera” entre la población de escasos recursos, un acto definido
por el ex-Ministro como “el gran logro de la presidencia” del reo. Este tribunal encuentra que tal acto ha sido
todo lo opuesto. Después de una política de subsidios y dádivas que ha llegado
a consumir las dos terceras partes del ingreso nacional, la población
venezolana no se encuentra hoy mejor que en 1998. Al contrario, los pobres son
aún pobres y más dependientes que nunca del Estado paternalista, mientras que
la clase media, trágicamente olvidada, está a punto de desaparecer. Este tribunal puede aceptar que, al
principio, el reo haya estado animado de buenos propósitos pero considera que
era imposible no darse cuenta de que esta política estaba conduciendo al
despilfarro y a la corrupción. La incapacidad del reo de rectificar su rumbo
suicida ha convencido al tribunal de que la verdadera motivación de la gran
repartición no era la lucha contra la pobreza sino la consolidación de su poder
político. Y este ha sido un crimen que el tribunal encuentra abundantemente
documentado y de extrema gravedad.
El traspaso de una gran riqueza venezolana a países ideológicamente aliados
del régimen del reo representa otro crimen gigantesco en contra del país. A los
países del ALBA y de PetroCaribe, especialmente a Cuba, el reo hizo transferir,
según estimados de calificados analistas venezolanos que han sido presentados a
este tribunal, una suma del orden de los $60.000 millones, dinero que ya nunca
regresará al país.
El Control de Cambios impuesto por el reo para controlar el movimiento de
divisas del sector económico privado, sector al cual prácticamente destruyó, ha
generado un nivel de corrupción como nunca antes se había visto en Venezuela.
Los testimonios del ex-Ministro Giordani y de la ex-presidente del Banco
Central, E. Betancourt, indican que no menos de $25.000 millones fueron
entregados por funcionarios corruptos del régimen a cómplices del sector
privado, con quienes los funcionarios repartían las escandalosas
ganancias. El control de cambios, según
admisión de testigos como A. Istúriz,
nunca fue una medida financiera necesaria sino una medida política, diseñada
para la consolidación del reo en el poder. Esto fue admitido jocosamente por el
testigo Istúriz, cuando dijo ante este tribunal: “Si la suspendemos nos tumban”.
El nivel de corrupción generado en Venezuela por las políticas del reo ha
sido el mayor de nuestra historia. Así como las dos terceras partes del ingreso
nacional se han dilapidado y han sido parcialmente objeto de corrupción, así la
otra tercera parte, unos $400.000 millones, ha ido en gran medida a los bolsillos
de los llamados boliburgueses, a los funcionarios públicos, contratistas y
banqueros amigos, un grupo de unas 800 a 1000 personas del entorno íntimo del
reo, incluyendo compañeros del golpe de 1992, cómplices de ocasión y nuevos aliados de la llamada aristocracia
venezolana, con apellidos que pretenden ser ilustres pero que se revuelcan en
el mismo pantano de los militares que han violado su juramento y del grupo de
parásitos políticos que viven en la opulencia mientras predican el
socialismo.
Este Tribunal pide excusas a los aquí presentes por el tono severo de sus
palabras pero es imposible no sentirse indignados ante el cúmulo de crímenes
que el reo ha permitido y/o promovido en su paso por la presidencia del país.
Terminamos nuestra exposición preliminar a la sentencia con lo que ha sido
el crimen de corrupción personal y familiar del reo, quizás de menor gravedad
en el aspecto cuantitativo que los crímenes de Estado, pero no por ello menos censurables y
merecedores de pena.
El reo ha manejado la hacienda pública como si fuera propia. A pesar de
decir que donaba su salario a los pobres, lo cierto es que sus gastos personales
excedieron en mucho lo permisible para un gobernante democrático de gustos y costumbres
sencillas. El reo reunió una colección de relojes de gran valor cuyo valor
sobrepasa, en un estimado conservador, $500.000. Su vestimenta fue siempre
encargada a los mejores sastres de Venezuela y de Europa, a cargo del erario
público. Sus viajes fueron compartidos por docenas y hasta centenares de miembros de su
entorno, llegando a los mejores hoteles del mundo, en los cuales se reservaban
a su nombre pisos enteros. Los aviones del Estado han sido utilizados para
transportar a sus amigos y aliados de manera arbitraria. El reo ha permitido
que sus familiares hayan disfrutado de posiciones y privilegios que serían
claramente censurables en una democracia transparente. Para consolidar su poder
político ha utilizado el dinero petrolero como si fuera propio, hasta el punto
de hacer donaciones millonarias de manera improvisada, como cuando le donó $30
millones al presidente de Bolivia, por televisión, en el impulso del momento.
Ha ordenado gastos no contemplados en el presupuesto, violando la ley, como
cuando ordenó la compra del avión Airbus por $65 millones, lo cual obligó a los
funcionarios subordinados a violar la Ley de Presupuesto para llevar a cabo tal
adquisición. Durante su campaña política recibió donaciones de un Banco español,
por lo cual el presidente del Banco fue llevado a prisión en su país, no así el
reo en Venezuela.
Durante su dolorosa enfermedad los inmensos gastos relacionados fueron
absorbidos por el Estado, incluyendo el traslado de funcionarios públicos a
Cuba y la celebración de gabinetes del gobierno venezolano en La Habana. Ello
representa un caso clásico de peculado de uso.
En vista de lo aquí expuesto de manera sucinta, ya que los detalles reposan
en los archivos de este tribunal, condeno al reo a la pena máxima contemplada
en las leyes venezolanas.
Serán los ciudadanos venezolanos quienes lo condenen, más allá de las
limitaciones de nuestras leyes, a la
censura histórica.
Sentencia que se hace firme a partir del día de hoy,
30 de Diciembre de 2012.
El Juez de la Causa
2 comentarios:
A lo ultimo se veia como un "CERDO" ese H.P., bueno como lo que era.
Como siempre Excelente.Esta vez se ha adelantado usted Gustavo Coronel al juicio que deberia hacer la Historia de esta horrible pesadilla que estamos viviendo los Venezolanos.Por supuesto dejando claro,que el maximo Juez de la Vida,hizo su juzgamiento en la Fecha que usted menciona.
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