REFLEXIÓN DOMINICAL
Absorto en la inmensa tarea de sobrevivir un día a día sin seguridad, sin
alimentos, medicinas o desodorante, el venezolano ha ido olvidando lo esencial
de su tragedia. Esta no es otra que la degradación de su contrato social, de su
comunidad política. Si bien la tarea de sobrevivir es apremiante, no menos
apremiante y hasta más trágico en el
largo plazo es el fracaso de la sociedad
venezolana como comunidad política, en el más puro sentido aristotélico.
Decía Aristóteles que una comunidad política no es una simple asociación de
personas para obtener un propósito material sino que existe para conducir a la
vida buena y virtuosa. Todas las convenciones de una comunidad política deben ser apenas medios para llegar a ese fin, no el fin mismo. Ello exige, añadía Aristóteles,
que sus líderes sean los mejores. Al explicar este enfoque aristotélico, el filósofo profesor de Harvard, Michael Sandel, agrega
que el liderazgo de la comunidad debe ir
a los mejores no solo para asegurar su buen desempeño sino para honrar y
premiar las virtudes cívicas y, así, sentar un buen ejemplo. La aplicación de
la justicia distributiva, dice Sandel, no está limitada al castigo sino que incluye
el premio y los honores.
La esencia de una comunidad política es cívica y moral. Apartarse de esa esencia
es su tragedia fundamental. Y ella es la que enfrenta hoy la sociedad venezolana. Algún día los
venezolanos podrán, de nuevo, andar en las calles sin temor a ser asaltados o
asesinados y los desodorantes regresarán a los estantes. Pero lo difícil será
regenerar la maltrecha alma venezolana, después del brutal asalto al cual ha
sido sometida por los agentes de la prostitución que se han dado en llamar
revolucionarios y (ejerciendo su gran capacidad para la destrucción moral) “bolivarianos”.
Esta degradación de la comunidad política venezolana no es epidérmica sino que
ha llegado hasta el alma, hasta la raíz de la nación. Ella ha hecho posible la entronización, por 15 años,
de la mediocridad, el abuso de poder, la corrupción y la
ignorancia en el poder político, lo cual constituye una perversión del concepto aristotélico del liderazgo
para los mejores. Y esta presencia, a su vez, ha potenciado la degradación
espiritual de nuestra comunidad.
Grandes porciones de la nación venezolana han
entregado sus valores a cambio de limosnas, han apoyado o tolerado una manera indigna
de vivir en sociedad a cambio del placer efímero que les produce tener más
dinero en sus bolsillos. Y no ha sido solo la clase más desposeída y vulnerable.
Ha sido, en buena parte, la clase media alta, la cual se ha lanzado con descaro
a participar del saqueo material y de la destrucción del alma nacional.
Y esto es lo verdaderamente trágico, lo que no puede repararse en poco
tiempo o, quizás, es ya irreparable. Venezuela, como comunidad política, ha
sido destruida. Por un momento, durante el siglo pasado, creímos haber
encontrado nuestro rumbo en manos de una democracia decente, la cual se fue deteriorando
hasta producir el desencanto que nos llevó a lo que existe hoy. Esto es mucho peor, ya que ha combinado el desencanto
original, el cual es mayor hoy, con una
progresiva destrucción del alma nacional.
Fragmentos del alma venezolana existen hoy, dispersos por todo el planeta y
en Venezuela, replegados en la frágil seguridad de hogares y centros de
estudio, esperando el llamado de los mejores a su coalescencia.
Podrán llegar a constituir una masa crítica que pueda regenerar las raíces espirituales de nuestra
Venezuela?
1 comentario:
Sólo un desacuerdo: hasta que NO se regenere la maltrecha alma venezolana, no se podrá caminar por las calles tranquilamente.
Los desodorantes regresarán, así como la inversión, a medias si no hay seguridad, la juridica y la de las calles. Pero el daño a los valores, a la ética, a la moral, es inmenso y tiene un triple origen: social (promiscuidad), político (obvio, 16 años de destrucción más la decadencia anterior) y de comunicación de valores (medios de comunicación social y educación tienen una tarea gigantesca, los primeros reparando mucho del daño que han hecho (TV), la segunda reasumiendo la titánica tarea de implantar esos valores perdidos)
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