Una reflexión dominical
La llamada revolución bolivariana y
su socialismo del siglo XXI , con su documento guía llamado “Plan de la Patria”
y su grupo dominante de burócratas y militares de alto rango ha llevado a
Venezuela a la ruina. Ya los principales rasgos de esta historia son bien conocidos: el régimen se ensució en el nombre de Bolívar,
al atarlo a un proceso político lleno de corrupción e ineptitud. Ha hablado de
un socialismo del siglo XXI que hasta el mismo autor del nombre, Heinz
Dieterich, ha denunciado como desastre.
Ha generado un documento cursi, pomposo
y mal escrito llamado Plan de la Patria que llevará al país a unirse a los países más atrasados del planeta
(en realidad, ya anda a medio camino) . El poder político está en manos de una mafia de burócratas ladrones y militares
narcotraficantes.
El despilfarro de los ingresos más altos de nuestra historia es
incalculable y ha ido, en gran parte, a financiar lealtades en organizaciones regionales como OEA y UNASUR,
cuevas de parásitos invertebrados, manejadas, una, por un mercenario chileno y otra por un
ex - narco presidente colombiano, así como para cuantiosas dádivas a
los gobiernos de Cuba, Argentina , Bolivia y Nicaragua, los cómplices ideológicos
del régimen.
En esta orgía de la degradación venezolana sobresalen dos choferes como íconos: Nicolás Maduro y Pastor Maldonado. El primero, un ex reposero del metro de
Caracas, frecuentemente amonestado por sus supervisores por no acudir al
trabajo y por mentiroso. El segundo, un corredor de carreras de autos,
protegido de Rafael Ramírez, el Don Corleone de la mafia petrolera.
Como reconocimiento a su desastrosa labor como reposero en el Metro de
Caracas, Maduro recibió las llaves de un inmenso autobús con
30 millones de pasajeros a bordo. Maduro
ha procedido a bajar del autobús a todos quienes no estén de acuerdo con sus
frecuentes violaciones a las leyes de tránsito. Maneja, con despreocupación,
rumbo al abismo, con un pajarito en el hombro mientras se atapusa de caviar y
de los más costosos vinos, los cuales hace preparar como sangría para deleite
de los rústicos que lo acompañan. Muchos
pasajeros del autobús se tiran por las
ventanas, otros gritan despavoridos, pero nadie se atreve a sacar del asiento
al loco que está en el volante, ya que está rodeado de guardaespaldas armados,
gatillos alegres estimulados por la droga.
Maldonado es el chofer que lleva la bandera del régimen de Tokio a
Singapore, de Dubai a Montecarlo, en una
sucesión interminable de derrotas humillantes, sujeto a castigos de los
árbitros por sus contínuas violaciones a los reglamentos, manejando un auto que
ha llevado más golpes que pocillo é loco. Maldonado está obsesionado con el
puesto 16, con una que otra breve vacación en el puesto 12. La costosísima obsesión de Maldonado por el
puesto 16 cuenta con la aprobación y
visto bueno de sus patrocinadores Rafael
Ramírez Carreño y Pedro Carreño y le
cuesta $50 millones al año a la nación venezolana, es decir, a todos nosotros. A pesar de esta diarrea de pérdidas, el
patrocinio continúa porque Maldonado es uno de los dos choferes símbolos de la
revolución de perdedores.
En contraste con la novela de Dickens: “Historia de dos ciudades”, en
Venezuela no podemos decir: “Eran los peores días, eran los mejores días”. No
puede hablarse de los mejores días en nuestro país. Pero así como Dickens nos
trae en su novela un mensaje de esperanza sobre la capacidad de los países de llevar a cabo su resurrección social, así
nosotros debemos creer en la resurrección social de Venezuela.
Cuando? No lo podemos predecir. El
pueblo venezolano tiene en sus manos la clave de su resurrección pero hay dudas
sobre su capacidad para usarla.
1 comentario:
Esta claro que ser chofer de autobus no te capacita para mas nada, y ser corredor de karting no te hace piloto de F-1, por mas plata que le metas.
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