**** Artículo que publiqué en RESUMEN en 1976 sobre su muerte
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Le debemos una estatua en su Caracas amada, como corresponde a su máxima
jerarquía humana y poética.
Aquiles
Nazoa murió en Abril de 1976, a los 56 años de edad, en un accidente automovilístico
en la Autopista Caracas- Valencia, cerca del sitio donde también falleció César
Girón. Días después de su muerte publiqué un escrito en RESUMEN, recordando mis encuentros con él. Lo titulé “La Muerte de un Niño” porque
Aquiles siempre fue un niño de corazón, enamorado de las cosas más tiernas y
sencillas. Nunca lo he olvidado porque su memoria está íntimamente ligada a mi
inolvidable Los Teques, en cuya plaza Bolívar me senté con él y con Julio
Barroeta Lara por horas, a conversar sobre el pueblo que amábamos. Nazoa decía:
Yo
admiro a Los Teques/con toda mi alma, me gusta su clima/ su gente me encanta/
Pero de Los Teques/lo que más me agrada/es que esa es la tierra/de las cosas raras/
entierros sonoros/mujeres con barbas/ gallinas que ponen/ sin gallo ni nada/en
fin, un torrente/de cosas extrañas/que nunca termina/que nunca se acaba.
Un
hombre de paz, quien se apartaba de su camino para darle paso a una hormiga,
fue perseguido por Pérez Jiménez y debió irse del país para salvar su vida. A
Cagua, donde estuvo escondido, lo íbamos a visitar Barroeta Lara y yo,
llevándole un saco de libros y comida. Allí Aquiles nos hablaba de uno de sus
temas favoritos: la pava. Julio Barroeta, quien también era un finísimo
humorista, contribuía a la lista: Fumar desnudo, decía. Pero Aquiles era
imparable: Bailar viéndose los pies; Las mamás de sacerdote que le dicen padre
a su propio hijo y le piden la bendición en el mismo momento que el sacerdote
se la pide a ellas; contestar uno las cosas que se le dicen a un recién nacido,
haciendo uno las veces de recién nacido; Los enfermos que explican su
enfermedad diciendo que sienten como si les subiera y les bajara una
pelota; No decir que uno tiene hambre,
sino tengo fatiga, etc. etc.
A
lo sumo se permitía cierto nivel de mordacidad al hablar de los nuevos ricos,
esos que hablan de haber visitado el museo de Pérez Prado en Madrid o las
Ruinas de Popeye en Italia. Manufacturaba diálogos entre señoras nuevas ricas
(seguramente protochavistas) como este:
“Guás, niña, óuh,
tú por aquí? Yo te hacía en la vieja.-
Cuál vieja?-La
Vieja Uropas.-
Pues no. A última
hora resolvimos dejar el viaje para el año retro próximo venidero.
¿Y tus, qué haces
por aquís?-
Ay niña, loca
buscando un fulano papel tualé de Navidad que no se consigue. ¡No sé cómo van a
hacer pupú esos niños este año!...
¿Y esos discos que
llevas ahí, qué son?-
Música plástica. Tú
sabes que a Freddicito le ha dado por la música plástica desde que vio el Valle
Ruso en Nueva York. Aquí le llevo la Sífilis de Chaplín, La Hipotética de
Charcosqui, y una sinfonía de Schubert que me dieron más barata porque le falta
un disco.-
¿Y eso fue todo lo
que compraste? ¿Por qué no compraste la Novela de Beethoven el Divino Sórdido?-Ya la tenemos.
Freddicito la compró en Nueva York tocada por la orquesta de Arturo
Brinquinini. También tenemos El Mascanueces, El Lago de los Chismes, El
Manubrio Azul y una ópera que se llama Tristán y la Sorda de la Warner Bros.-
Niña, pero entonces
ustedes tienen una discoteca completa.-
Y eso que tú no has
visto la billoteca. ¡Tenemos una billoteca!... Todas las noches me pongo mis
anteojos jazzband, abro una caja de manzanas y me acuesto a leer Don Cipote de
la Mancha en inglés. ¡A mí me encanta Don Pipote!-
Tendrán muy buenos
libros, ¿verdad?-
Naturalmente. Todos
están forrados en cuero. Vamos hasta ahí, que estoy buscando unas velitas de
vidrio de esos que tienen agua hervida por dentro y echan bombita.-¿De esas que
parecen unas ampolletas rosadas?-Yes… ¿Verdad que son un sueño? Figúrate que
Freddicito trajo dos cajas de Nueva York, ¿y tú crees que queda una para
remedio?... Todas las hemos ido regalando entre nuestros amigos más ínfimos. Y
a mí me dislocan esas condenadas velitas. Para ponérselas a las tortas de
cumpleaños están soñadas. Uno las sopla y no se apagan como las otras.-
Ahí las tienes…-
Ah sí… (Llamando).
Esteeem… ¡Mire, señorita! (Ahí viene. Pregúntale tú a cómo son).-¿Very moch
bolívar biútiful general eléctric merry critsmas?-
¿Cómo es el golpe?-
Ay, chica, como que
no entiende. Esa mujer es nativa.
O
este otro:
Cuando
yo estuve en Europa, primero fue en París... Me meto en el Museo de la Ubre, y
con el primero que me encuentro es con Peter. —Ah sí, él nos mandó la
fotografía que se sacaron junto a la Momia Luisa. —Bueno, después nos
volvimos a encontrar en
Roma cuando fuimos a visitar las cacatumbas. La última
vez que lo vi fue en la canal... —
¿En la
canal? ¿Y qué hacían ustedes en una canal,
Cuchi? —Guá, niña, en la Canal de Venecia. ¿No te acuerdas que te mandé una postal diciéndote que había paseado
en gandola y todo? —Ah, cómo no. Sí hombre, si Freddicito me contó que hasta tuviste un romance con el hombre que
manejaba la gandola. —Ay sí. Esos bandoleros son
muy románticos.
—A
propósito de romántico: ¿quieres ir esta noche al concierto de Elena
Rubistein? —No, gracias. Yo nunca voy a conciertos. A mi no me gusta
dormir fuera de casa. Además, en casa tenemos piano
Como
Job Pim Aquiles Nazoa usaba la poesía para comentar los sucesos y noticias del momento.
Esta se refiere a la aparición de un agua milagrosa en un pueblo de
Yugoeslavia:
EL AGUA DE YUGOSLAVIA
Desde Yugoslavia llegó el notición/ de que en una aldea
de aquella nación/ ha brotado un agua/ con cuya ingestión cualquier viejecito
levanta presión/Viejito que bebe del agua en cuestión, viejito que al punto se
vuelve atacón/ y deja rosario, cachucha y bastón/ y llama a su vieja que está en el fogón/y
cuando ella viene:¿Qué quieres, Ramón? /ya el viejo bandido, ya el viejo
bribón/ igual que el famoso sapito lipón/ ni tiene camisa/ ni tiene calzón….
Nazoa
escribió una brevísima autobiografía que es en sí un poema. Aquí está:
Nací en la barriada
El Guarataro, de Caracas, el 17 mayo de 1920.
He estudiado muchas
cosas, entre ellas un atropellado bachillerato, sin llegar a graduarme en
ninguna. He ejercido diversos oficios, algunos muy desagradables, otros muy
pintorescos y curiosos, pero ninguno muy productivo, para ganarme la vida. A los
doce años fui aprendiz en una carpintería; a los trece, telefonista y botones
del Hotel Majestic; y luego domiciliero en una bodega de la esquina de San
Juan, cuando esta esquina, que ya no existe, era el foco de la prostitución más
importante de la ciudad. Más tarde fui mandadero y barrendero del diario El Universal, cicerone de turistas,
profesor de inglés, oficial en una pequeña repostería, y director de El Verbo Democrático, diario de
Puerto Cabello. Durante los últimos diez años me he compartido entre las
redacciones de Ultimas Noticias, El Morrocoy Azul, El Nacional, Elite y Fantoches, del que fui director.
Alguna vez fui encarcelado por escribir cosas inconvenientes, pero esto no
tiene ninguna importancia. A cambio de ese pequeño disgusto, el oficio me ha
deparado grandes satisfacciones materiales y espirituales.
A
pesar de no haber completado el bachillerato, Aquiles ganó dos premios de
arquitectura en Venezuela, leía en varios idiomas y era poseedor de una cultura
avasallante. La Academia de la Lengua de Dinamarca le concedió post-mortem el
premio "Hans Cristian Andersen", por su Balada de Hans y Jenny.
En 1967 recibió el Premio Municipal de Prosa, por su obra Caracas Física y Espiritual,
libro especialmente escrito para la celebración de los cuatrocientos años de la
fundación de la ciudad.
En
1968, inició la publicación de Historia de la Música Contada por un Oyente.
En entregas mensuales, cada capítulo iba acompañado de un disco de larga
duración, ilustrativo del tema producido por el músico Abraham Abreu. Sobre la
música, Nazoa dijo lo siguiente:
“'Antes
de aparecer el hombre sobre la tierra ya existía la música en la naturaleza.
Música en sus formas larvarias eran el rugido del oleaje marino y el silbar de
los vientos entre los poderosos árboles; era música el rumor de los ríos entre
los peñascos y el caer de las torrenciales cascadas; música eran igualmente el
bramar de los volcanes, y el trinar de los pájaros, el graznar de las aves
mayores, el aullar y el gañir de las fieras y bestias. Siempre hubo música en
la tierra, pero aquel mundo de sonidos dispersos no adquirió significación de
hecho musical sino cuando el hombre lo recogió en su pecho como en una
maravillosa caja de resonancia, y lo revirtió hacia el exterior en formas de
ritmo y melodía, base de toda música”.
No
andaba muy descaminado Aquiles en materia musical. Stravinski, en su obra
“Poética musical” nos habla en términos muy similares:
“Voy a tomar el ejemplo más trivial:
el del placer que se siente al escuchar el murmullo de la brisa en los árboles,
el suave fluir del arroyo, el canto de un pájaro. Todo eso nos gusta, nos
recrea, nos encanta. Nos mueve a decir: ¡Qué bonita música! Desde luego que no
se habla sino por comparación. Pero, aquí está el quid: comparación no es
razón. Esos elementos sonoros evocan en nosotros la música, pero no son aún
música... Es -menester que exista el hombre que recoja esas promesas. Un hombre
sensible a todas las voces de la naturaleza, sin duda, pero que sienta por
añadidura la necesidad de poner orden en las cosas y que esté dotado para ello
de una capacidad muy especial. ¡En sus manos, todo aquello que he dicho no ser
música ya a serlo. Deduzco, pues, que los elementos sonoros no constituyen la
música sino al organizarse, y que esta organización presupone una acción
consciente del hombre”.
Si
Aldemaro Romero viviera seguramente escribiría un poema sinfónico en homenaje a
Aquiles, algo así como “Fanfarria para un hombre Común” de Copland o el NIMROD,
de las Variaciones Enigma de Elgar. Oír Elgar en: https://youtu.be/sUgoBb8m1eE y Copland en: https://youtu.be/MK1N46dRPVg , música de nobleza, acorde con la personalidad del
predicador de las cosas más sencillas.
Venezuela
tiene una inmensa deuda con sus héroes ciudadanos. Toda sociedad requiere, para
ser grande, de venerar a sus héroes ciudadanos, hombres y mujeres como: Bello,
Vargas, Gallegos, Inocente Carreño, Vicente Emilio Sojo, Aquiles Nazoa, Jesús
Soto, Carlos Cruz Diez, Teresa Carreño, Job Pim, Picón Salas, Briceño Iragorry,
Uslar Pietri, Franklin Brito, Andrés Galarraga, Judith Jaimes, Alfonso Carrasquel,
Luis Aparicio, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Rómulo Betancourt, Carlos Raúl
Villanueva, Arnoldo Gabaldón, Andrés Eloy Blanco, Leopoldo García Maldonado, Teresa
de la Parra, Carlos Alberto Moros Ghersy, Rafael Alfonzo Ravard, las hermanas
Imber, Isaías Ojeda, Rosalio Castillo Lara, Cecilio Acosta, centenares de nombres ilustres hoy semi-olvidados
por la atención desmesurada prestada a la heroicidad militar o a los personajes
de falso relumbrón. En países
civilizados se le hacen estatuas o se crean esculturas a hombres y mujeres como
estos, para que el pueblo pueda prestarles
el homenaje de su cercanía y dialogar con ellos y ellas en respetuoso silencio.
Ojalá
que el centenario de la muerte de Aquiles Nazoa coincida con la liberación del pueblo
venezolano de esa macabra farsa que nos ha llevado a la ruina, farsa que él
hubiera denunciado con su tranquilo pero férreo coraje.