Edición de la
Universidad Metropolitana, Caracas, Venezuela, 2018
El geólogo Ernesto Fronjosa Lasalle, quien estuviera activo en la industria
venezolana de los hidrocarburos por treinta años, 1961-1991, ha publicado
recientemente una historia de la Industria Petrolera en Venezuela, el cual viene a ocupar un
espacio muy destacado en la bibliografía petrolera venezolana, la cual ha crecido
bastante en los últimos años. Como pocos trabajos anteriormente publicados este
libro de Fronjosa Lasalle tiene características académicas y será sin dudas
utilizado por mucho tiempo como libro de texto en las universidades que tengan
el petróleo como tema de estudio. Desde el 2005 Ernesto es Profesor Titular e
Investigador en el postgrado de la Universidad Metropolitana, Caracas y en el pregrado
de Ciencias Administrativas de la misma universidad, además de estar asociado
con la Universidad Monte Ávila y otras instituciones académicas. Esta
combinación de experiencia en la industria y experiencia académica le ha
servido a Fronjosa Lasalle para escribir un texto amplio y profundo.
Lo primero que resalta del libro de Fronjosa Lasalle es su gran esfuerzo
por ser objetivo en el tratamiento del tema. Esta es una tarea difícil porque
el tema petrolero ha estado demasiado imbricado con la vida política y social
venezolana, por lo cual ha sido objeto de encendidos debates, de discusión
apasionada, la cual no solo no ha desaparecido sino que promete encenderse
mucho más en el futuro a corto plazo, cuando el país deba decidir qué hacer con
lo que nos queda de industria de los hidrocarburos. Fronjosa Lasalle logra
darle a mucho de su texto ese tono de objetividad que debe acompañar a una
publicación de naturaleza académica.
El libro tiene 525 páginas y está
muy bien editado. Consta de un Prólogo escrito por el geólogo Humberto Calderón
Berti, una introducción del autor y seis capítulos seguidos por un epilogo,
varios apéndices y una bibliografía. Los capítulos son:
1. La importancia del petróleo a nivel mundial
2. El desarrollo de la industria petrolera mundial y sus
empresas
3. Una industria con antecedentes remotos
4. El régimen de concesiones
5. La industria en manos del Estado
6. El inexorable camino hacia la politización
Los capítulos están razonablemente bien balanceados, aunque nos dan una
impresión de asimetría, con los capítulos
dos, tres y cuatro elaborados en más detalle que los capítulos cinco y seis,
posiblemente en atención a que estos últimos hablan de una etapa durante la
cual muchos de los protagonistas aún están en escena y en la cual el autor
mismo ha estado activo en la industria. Es probable que en una segunda edición,
con el concurso de los comentarios de los lectores, pueda llegarse a cambiar en
alguna medida los pesos relativos de cada capítulo.
En la Introducción el autor reconoce que ha hecho un gran esfuerzo,
bastante exitoso diría yo, para ser objetivo, aunque agrega que “no es posible
ni éticamente correcto ocultar nuestra visión personal en aras de una supuesta
tolerancia”. La denuncia de argumentos falaces, dice Fronjosa Lasalle, es también
objetividad. Como asunto curioso, el autor advierte que aunque tengamos la
costumbre de hablar de la industria petrolera, “lo más apropiado sería hablar
de la de los hidrocarburos”. Sin embargo, el título de la obra habla de la
industria petrolera. Quizás este detalle puede modificarse en una posterior
edición. En la introducción se describen los seis capítulos del texto. Al leer
la obra me ha parecido que los capítulos mejor logrados son el primero, parte
del segundo, el tercero y el cuarto, sin
que ello quiera decir que los otros capítulos no son buenos.
El primer capítulo está extraordinariamente bien logrado. Es un capítulo
didáctico por excelencia, el cual será de mucho beneficio para los estudiantes
del tema. Se describen allí aspectos muy importantes de la industria como la Cadena
de Valor, el concepto de reservas, los aspectos estratégicos del negocio y el
permanente conflicto de intereses entre las empresas productoras privadas y el
Estado. Quizás hubiera sido deseable incorporar en la discusión sobre reservas el
texto de la definición internacional aceptada hoy en día para las reservas
probadas, definición que no ha sido respetada por la PDVSA chavista, la cual se
basó enteramente en un factor de recobro arbitrario para establecer lo que
llaman las “reservas probadas mayores del planeta”. Este es un fraude que ha
sido denunciado por la Sociedad Venezolana de Ingenieros de Petróleo, así como
a título individual - por varios expertos
sobre el tema, incluyendo a Aníbal Martínez.
El segundo capítulo es un detallado recuento histórico de la industria de
los hidrocarburos a nivel mundial, desde sus orígenes en lo que es hoy
Indonesia, Rusia y USA. Se habla allí de
la fundación de la OPEP y su impacto sobre los precios del petróleo. El
crecimiento de las empresas multinacionales es bien analizado, así como la aparición
de nuevos actores como las empresas estatales, la evolución de las estructuras
de precio y la aparición de nuevas tecnologías como el “hydrofracking”. Este
capítulo es especialmente interesante en su segunda parte, cuando habla de los recientes
cambios experimentados por la industria mundial. Es probable que el autor deseé
incorporar un análisis del calentamiento global y su impacto sobre el mercado
de combustibles fósiles, así como de la aparición y creciente importancia de
las fuentes renovables de energía.
El capítulo tres incluye un análisis de la interacción entre las empresas operadoras
y el Estado, enfatizando la migración gradual del balance de poder que se
observa a favor del Estado. Esto lleva,
dice el autor con mucha razón, a un nuevo problema: la politización de la industria
cuando su control se concentra en el Estado.
En la página 177 el autor habla de cinco grandes etapas del desarrollo de la
industria petrolera en Venezuela. Aunque las va desarrollando en el capítulo
hubiera sido deseable enumerarlas en este punto inicial de la discusión, para
lo que Arturo Uslar Pietri llamaba “alivio de estudiantes”, una manera fácil de
asimilarlas para quien las quiera retener en la mente. Las etapas que
desarrolla el autor en este capítulo se relacionan con la prehistoria o La Petrolia;
la competencia entre las empresas multinacionales a partir de 1922; las diversas
legislaciones y el impacto de Gumersindo Torres en esta evolución; el período
concesionario y el fenómeno del estado rentista.
El capítulo cuarto trata de la larga etapa concesionaria y está muy bien
logrado. El autor habla aquí de la Ley de Hidrocarburos de 1943 definiéndola
como un hito importante pero sin considerarla como un punto de inflexión
histórico. Sin embargo, en la página 231 si la define como un hito fundamental, con lo cual concuerdo. En este
capítulo el autor teje el proceso político junto con el desarrollo histórico de
la industria, enfoque que considero muy correcto y muy informativo para el
lector. Habla de las nuevas concesiones
dadas por el dictador Marcos Pérez Jiménez y las considera como muy beneficiosas
para el país, además de legalmente y financieramente impecables. Ello fue
reconocido, añade el autor, por Juan Pablo Pérez Alfonzo y por Rómulo Betancourt,
a quienes cita. Analiza la progresiva injerencia del estado en las actividades
operacionales de la industria, llegando a formular el decreto 832, el cual
fijaba los volúmenes a producir. Combinado con el precio fiscal de exportación,
este decreto le daba al estado un control casi total del negocio, sin riesgo
alguno. Por ello, cuando sobrevino el debate sobre nacionalización, quienes se
oponían a este paso decían que lo único que faltaba por nacionalizar era el riesgo del negocio.
En este capítulo se habla también de la venezolanización de la industria,
de la política de no más concesiones, la creación de la OPEP y de la CVP, la
Ley de Nacionalización del Gas natural y los contratos de Servicio en el Sur
del Lago. Sobre este evento el autor menciona en detalle el caso de corrupción
relacionado con Occidental Petroleum.
El capítulo cinco trata sobre el proceso que llevó a la nacionalización
(estatificación) de la industria, el cual el autor consideró “inevitable”. Este
proceso está muy bien descrito, como resultado de toda una progresiva toma de control
estatal del negocio, ayudado por los acontecimientos que se llevaban a cabo en
el resto del mundo petrolero, especialmente en el Medio Oriente. Quizás el
autor quiera especificar, en una próxima edición, el impacto que tuvieron las
decisiones tomadas en Libia, primero por el Rey Idris y luego por Gadafi, en el ánimo del liderazgo político venezolano
para tomar la decisión de estatizar la industria de los hidrocarburos en
Venezuela. El debate sobre la conveniencia de nacionalizar fue intenso y hubiera
deseado verlo descrito en mayor detalle en este capítulo, pero comprendemos que
ello hubiera añadido demasiadas páginas al texto. En la página 363 hay una
mención del concepto de meritocracia y el autor cita la definición del término
dada por Nelson Olmedillo y Héctor Riquezes (2010). Es importante añadir que ya
en el momento de la instalación de PDVSA, en 1976, el General Alfonzo Ravard,
primer presidente de PDVSA, había instituido este concepto como uno de los
cinco pilares de la política a seguir por la nueva empresa. Este valioso hombre
público hizo de este concepto uno de sus
mantras. En este capítulo el autor trata muy bien lo relacionado con el Artículo
V de la Ley de Nacionalización, el cual fue muy combatido por las fuerzas de la
izquierda (y hasta de la derecha) venezolana. Dice Fronjosa Lasalle que muchos
de quienes adversaron este artículo en aquel momento hoy apoyan la existencia
de empresas mixtas en la Faja y en el Golfo de Venezuela. Esto demuestra que la
oposición al artículo en cuestión no era racional sino puramente ideológica.
Este capítulo trata muy bien las relaciones entre las empresas filiales de
PDVSA y la Casa Matriz, así como las relaciones entre las empresas filiales.
Acierta Fonjosa Lasalle al decir que la competencia entre las operadoras
durante los primeros años de PDSA fue razón poderosa para los logros obtenidos
por ella.
La relación entre PDVSA y el Ministerio del sector está muy bien descrita,
así como los procesos de apertura y de internacionalización, este último
definido por el autor como el “logro estratégico más importante de la industria
durante esta etapa”.
Su tratamiento del proceso de politización que sufrió PDVSA en el tiempo
difiere bastante de mi percepción personal pero esto es algo que cada lector
deberá pesar en base a su propia perspectiva. El autor habla del “brillante”
desempeño de Humberto Calderón Berti en la presidencia de PDVSA”, una etapa en
la cual el proceso de politización se acentuó y en la cual el impacto de la
sustracción del fondo financiero de PDVSA por parte del gobierno fue punto
menos que escandaloso. El autor así lo considera al decir, página 430, “la
eliminación de esta reserva financiera obligaba a PDVSA… a solicitar fondos al gobierno
para llevar a cabo [sus actividades]”. Recuerdo que el apreciado colega Ernesto
Sugar (QEPD), a la sazón vicepresidente de Lagoven, calificó esta decisión como
inaceptable. Lamentablemente otros líderes de la industria si la aceptaron.
Otro evento controversial durante esta etapa, algunos años después, fue la
conversión de las cuatro empresas operadoras en “unidades de negocios”, es
decir, la transformación de la estructura original de cuatro empresas
operadoras en empresa única. Sobre esto se manifestaron su desacuerdo,
funcionarios o exfuncionarios de alto nivel, como Julio Trinkunas, mencionado
por el autor y como Alberto Quirós, uno de nuestros gerentes petroleros más
brillantes. Personalmente no puedo decir que la decisión fue un fracaso porque,
como dice el autor, la nueva estructura no tuvo tiempo de ser probada por la
gerencia profesional y lo que vino después, con Chávez, fue un desastre.
Conceptualmente, sin embargo, siempre estuve entre quienes rechazaban el concepto
de empresa única/monopolio estatal, por considerar que había fracasado en toda
América Latina y conducía fatalmente a la politización.
El capítulo seis habla de la industria ya en manos de Hugo Chávez y es, en
mi criterio, el más esquemático del libro. El autor habla correctamente pero
deja mucho por decir. En este capítulo no observamos el tejido entre los procesos políticos y los
eventos petroleros, como lo que llevó a cabo el autor en el capítulo cuarto. Si
allí se justificaba plenamente es no menos justificable hacerlo en esta etapa
actual, en la cual el capricho de un hombre y la cobardía de toda una clase gerencial
rehén de una perversión ideológica llevó a PDVSA a la ruina. En este capítulo
la palabra corrupción no aparece ni una sola vez, de manera explícita, para
referirse a eventos que han dado a PDVSA una fisonomía mafiosa, tales como la
comida podrida de PDVAL, las gabarras inservibles o hasta hundidas, los taladros
fantasmas, el desastre de la Faja del Orinoco, el lavado de dinero por parte de
gerentes de la empresa, la cesión de petróleo subsidiado a Cuba, todo ello generador
de una inmensa pérdida para la Nación. Algunas decisiones desastrosas como el
nombramiento de un presidente de PDVSA también ministro del sector, la conversión de la empresa petrolera en empresa social, el desvío de los ingresos
petroleros hacia fondos sin transparencia, los subsidios onerosos a países del
Caribe, la entrega de PDVSA en manos de Hugo Chávez hecha por Rafael Ramírez,
merecen un análisis más a fondo. Respetamos la decisión del autor de no entrar
en detalle en estos temas pero creemos que ellos son inseparables de un tratamiento
integral de lo que el autor llama, con sobrada razón, la caída del petroestado
y, más aún, diríamos, su conversión en narcoestado.
Felicitamos sinceramente a nuestro apreciado colega Ernesto Fronjosa Lasalle por este gran
trabajo. Además de su formación profesional y académica, Ernesto tiene tres
cualidades personales que lo han ayudado a escribir esta importante obra: una
mente bien organizada, perseverancia y
una gran seriedad profesional.
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