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PRIMERA JUNTA DIRECTIVA DE PDVSA Y ASESORES. ESTOY A LA DERECHA DE RAFAEL ALFONZO RAVARD.
ESTA ES LA GRABACIÓN DEL EVENTO EN EL IESA:
Grabación: https://drive.google.com/file/d/11Zz3NX2vTqx65KIo1jS7ELFz4_t0ChH0/view?usp=sharing
ESTOS SON LOS COMENTARIOS:
Chat: https://drive.google.com/file/d/1NBdxE14ZFJSVsh2NlFXoqoXV8Zj71O-y/view?usp=sharing
Esta
es la versión escrita de lo que dije:
TESTIMONIO DE UN VIEJO
PETROLERO
Pienso que
podría ser interesante para ustedes el testimonio personal de un testigo de
primera mano del proceso de nacionalización (estatificación) de la industria
petrolera venezolana. No son muchos los miembros de mi generación que aún
sobreviven y aún menos quienes están dispuestos a transmitir sus experiencias
con candor.
1.
DE LOS
TEQUES A TULSA Y REGRESO A VENEZUELA
Soy miembro
de una generación venezolana mimada por la vida, la cual vivió plenamente la
etapa luminosa de la democracia venezolana, una etapa que abarcó la presidencia
de López Contreras, Medina Angarita, Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Raúl
Leoni, Rafael Caldera I y la primera mitad de la presidencia de Carlos Andrés
Pérez.
Nací en Catia en agosto de 1933, estoy a días de cumplir 88 años. He visto pasar por la escena política
venezolana 17 presidentes o dictadores.
Soy un producto estricto de clase media, media venezolana, de la cual me
siento muy orgulloso. Compartí mi niñez y adolescencia en Los Teques con un
grupo de muchachos que, aunque productos de una vida aldeana, poseían
generalmente una visión universal. Leíamos a Mann y a Hesse y éramos
aficionados a la música clásica. En sus vidas adultas estos muchachos serían
rectores universitarios, poetas,
periodistas y destacados ambientalistas.
Mi familia era mis padres y una
hermana. No éramos ricos pero no éramos pobres. Mi padre le daba a mi madre
todos los días un fuerte, cinco bolívares, lo que se llamaba el diario, con el
cual compraba todo lo necesario para el día. Los Teques era un pueblo
encantador y encantado, donde algunas
mujeres tenían barbas, los ratones se comían el telón del cine del pueblo y
enterraban a los muertos al son de las guarachas en un vehículo llamado La Muertorola. Era un pueblo de montaña de unos 10.000
habitantes, sanatorio para tuberculosos, de gentes sanas y bondadosas, donde las familias dormían con las puertas
abiertas. Fui inmensamente feliz en mi niñez y normalmente inseguro y tímido en
mi adolescencia. Los años en Los Teques me permitieron hacer grandes depósitos
en el Banco de la Felicidad, los cuales me han servido para pasar casi toda mi
vida cantando para mis adentros y, ocasionalmente, hasta en público. Estudié
bachillerato con los salesianos en el Liceo San José de Los Teques, quinto año
de Física y Matemáticas en el Andrés Bello y, al momento de entrar a la
universidad central, la encontré cerrada por orden de Pérez Jiménez. Entonces
decidí irme a Tulsa, Oklahoma, a estudiar Geología, lo cual exigía un
sacrificio financiero significativo a la familia. En ese momento era el único
hombre de la familia Coronel que no estaba preso, ya que mi padre y mis tres
tíos paternos estaban en prisión por ser adecos. Sin embargo, mis padres
apoyaron mi decisión. Antes de irme a Tulsa estuve tres meses en Queens College,
Nueva York, aprendiendo inglés, de enero a marzo de 1951. Pasé de Los Teques a
Nueva York en materia de horas, de aquella apacible aldea neblinosa con
arrieros y beatas en las estrechas calles, a la ciudad más excitante del mundo,
donde estaba nevando, yo sin abrigo, sin hablar el idioma. El método que
utilizaba el colegio para enseñar el idioma tenía dos grandes ingredientes:
leer todos los días el New York Times y ver una misma película tres y cuatro
veces.
De Tulsa me enamoré a primera vista,
un amor que nunca ha amainado. Allí no solo aprendí geología sino que cambié
totalmente de personalidad, pasando de ser tímido e introvertido a ser
extrovertido. Inclusive llegué a ser el maestro de ceremonias del show anual de
la universidad y salía con Rue McClanahan, quien mucho después llegó a ser una
de las tres Golden Girls de la televisión. En mi segundo año allá, recibí una
beca de la empresa Shell, de $150 al mes, más la matrícula y los libros, lo
cual alivió mucho la carga de mi padre, quien me enviaba la mitad de su sueldo,
unos $90 al mes. Desde ese momento yo comencé a enviarle a mi familia $30 al
mes.
En esos años 1951-1955 el prestigio de los venezolanos en Tulsa era muy
alto. Cuando fui a una tienda de ropas a comprar un traje por cuotas el dueño me
dijo que los venezolanos que habían comprado en su tienda eran todos muy
correctos. Los primeros venezolanos en la universidad de Tulsa llegaron en
1931, entre ellos Siro Vásquez, quien luego sería un vicepresidente de Exxon a
nivel mundial. De mis compañeros
estudiantes, profesores y de la gente de la ciudad recibí grandes refuerzos
para mi auto- estima. Me hicieron sentir especial y ello cementó para siempre
mi relación con Tulsa, donde regresé muchas veces y donde estudiaron después mi
hijo, una de mis hijas y mi yerno. Soy miembro del Hall de la fama de
Ingeniería de la universidad, uno de los cuatro venezolanos nombrados ex -
alumnos distinguidos y fui miembro de su Junta Directiva (Trustee) por tres
años, en la década de 1980. En Venezuela
promoví la creación de una asociación de exalumnos de la universidad que contó
con unos 200 miembros.
Regresé a Venezuela en 1955, graduado de Geólogo y de inmediato me reporté
a trabajar en Shell de Venezuela, en la oficina de Maracaibo. Me dieron tres días para comprar ropa de
campo y los utensilios personales necesarios antes de enviarme al campo. Mi
primer sueldo fue de Bs. 1800 al mes.
La Maracaibo de 1955 era una ciudad espectacular, de amplias avenidas, muy
arbolada, de una impresionante limpieza, al menos en la zona donde yo
trabajaba, en un bello edificio de corte colonial inglés llamado Las Laras, el
cual creo que aún existe.
Maracaibo me causó una profunda
impresión porque era muy diferente al centro del país. No era tan grande como
Caracas pero se veía mejor planificada, con un centro de la ciudad antiguo
cercano a la Plaza Baralt pero muy moderna en la zonas circundantes al casco
central.
A mi llegada la empresa Shell de Venezuela tenía cuatro o cinco geólogos
venezolanos. Nuestro nivel académico era generalmente inferior al de los
geólogos holandeses, suizos e ingleses, quienes tenían doctorados. Por ello, no
me dieron un grupo geológico de inmediato sino que fui asignado a un grupo
geológico que contaba con un geólogo extranjero. No comencé como piloto sino
como copiloto. Trabajé junto con Harold Reading, quien luego se convertiría en
una leyenda como profesor en Oxford, creo que aún vive en sus 90 largos, luego
con Otto Renz, uno de los geólogos suizos más famosos que han trabajado en
Venezuela, con Kiewiet de Jonge, un geólogo/geógrafo holandés, quien se
convirtió en uno de mis mejores amigos y a quien visité un año antes de su
muerte en San Francisco, California y con Konrad Habicht, uno de los geólogos
más notables que he conocido y quien fue uno de mis mentores en la
empresa. Con miembros de este grupo
cementé amistades que me durarían toda la vida. Al año me dieron un grupo
geológico, volé solo.
Fui geólogo de campo, durante 5 años, en los cuales hice íntimo contacto
con la gente del campo venezolano y aprendí a valorar sus cualidades de
cordialidad y generosidad y a sentir inmensa compasión por su estado de
indefensión y su carencia de protección por parte del estado y de la sociedad
urbana.
Ahorré el 90% de mi sueldo porque en
el monte no podía gastar nada. Regresé a Maracaibo y, con el dinero
ahorrado, me casé con la reina del
carnaval, una bella muchacha, con quien estuve casado 62 años de total
felicidad, hasta que hace un año la perdí al corona virus y desde entonces he
dejado de vivir en tecnicolor para vivir en blanco y negro. Nuestro primer año
de matrimonio lo pasamos en La Haya, donde trabajé como geólogo regional, lo
que es un internista en el campo de la medicina, integrando resultados de
diversas fuentes para armar un mapa de posibilidades petrolíferas en una
región. Esta fue una verdadera luna de miel de un año, durante el cual paseamos
por toda Europa.
EXPERIENCIAS
EN SHELL Y CVP
Mi primera etapa con Shell duró diez años, desde 1955 hasta 1965. En esa
etapa no tuve acceso a niveles de decisión estratégica y solo puedo hablar como
empleado de bajo a mediano nivel. Pero si puedo decirles lo siguiente. En todo
momento sentí que la empresa me trató justamente y cuando tuvo que hablarme
duro lo hizo, para mi beneficio. Elaboró
un buen plan de desarrollo de carrera para mí y así lo constaté cuando, como
director de la empresa nacionalizada, pude leer, con emoción, mi archivo de personal durante mi carrera en
Shell. Allí pude constatar que la empresa me había considerado un activo
apreciable, de alto potencial, al cual había que entrenar, mover de un sitio a
otro, ir mejorándolo, a fin de que pudiese realizarse dentro de la empresa.
Durante el séptimo año en la empresa mi supervisor me evaluó y me dijo que mi
rendimiento no era el deseable y que debía ir
a Lagunillas a trabajar como ingeniero de operaciones en el Lago, a fin
de redondear mi experiencia técnica. Tenía razón y yo así lo acepté, a pesar de
que involucraba una democión. No dije, como otros si lo hicieron, que ello era
el producto de discriminación contra los venezolanos. Mi decisión de aceptar positivamente la crítica y corregir mi comportamiento selló
el éxito posterior de mi carrera.
El curso que toman nuestras vidas
está condicionado por nuestra propia actitud y por eventos, algunos
fortuitos y que pudiesen llamarse serendipios. Estando en Lagunillas, regresaba
al hotel Lagunillas del lago, cubierto de barro, a las 3 de la mañana, cuando
salía de allí el Gerente General Pocock, quien sería luego el jefe de la Shell
mundial, con su esposa, vestidos de etiqueta. Me dijo: me alegra ver que
alguien trabaja mientras nosotros nos divertimos. Y me pidió mi nombre. Ese
encuentro fortuito cambió mi vida. El cambio llegó porque días después él me
preguntó si yo quería ir a Indonesia, país en el cual Shell estaba en un grave
apuro pues Sukarno había botado del país a todos los ingleses y holandeses y el campo petrolero de Tandjung y
la refinería de Balikpapan estaban paralizados. Ir tendría que ser a riesgo de
mi vida porque la situación en el país era muy difícil pero me ofrecían una
promoción y triplicar mi salario. Acepté y debí ir solo por el primer año,
después del cual mi esposa y mis dos hijos se unieron a mí. Durante ese tiempo
corrí aventuras peligrosas. Entre ellas un intento del sindicato comunista de
tomar la empresa, lo cual nos llevó a los 15 extranjeros a organizarnos para
sentarnos en la silla del gerente de manera continua, a fin de no entregar el
símbolo del poder. En eso estuvimos tres meses, 24 por 7, además de tener que
hacer nuestro trabajo ordinario, hasta que el sindicato se rindió y abandonó su
intento. Tuvimos a punto de perder el oleoducto debido a un cochino atravesado
en el interior de la cañería que paralizó el bombeo del petróleo, que es muy
parafínico. Sukarno envió un telegrama diciendo que fusilaría a la gerencia de
la empresa si se perdía el oleoducto. Ello fue de gran incentivo para que lo
pudiésemos recuperar.
En Indonesia fui extranjero y mi experiencia en Venezuela en mi relación con
los extranjeros que iban allá me ayudó mucho a comportarme en Indonesia como un
extranjero modelo. Aprendí el idioma y traté a los nacionales del país con
cordialidad y amplitud.
Ejemplo: visita al comandante militar de la isla para pedir mis “corotos”.
Cuando regresé a Venezuela mi carrera en Shell se disparó rápidamente y mi
actuación en Indonesia me dio gran impulso pero en 1965 me encontré con
Fernando Delón, un ingeniero a quien yo siempre admiré, como Director de
Exploración y Producción de CVP en Maracaibo y me pidió que lo fuera a ayudar.
Me llevó a hablar con Rubén Sáder Pérez, un brillante gerente del sector
público y me convencieron de dejar SHELL
para irme a la CVP. Pockock, quien era el presidente de Shell en Venezuela, me
habló y me dijo que se sentía traicionado por mí, ya que él había intervenido
personalmente en el desarrollo de mi carrera en Shell, lo cual era cierto. Y me
dijo, una vez que te vayas de Shell no podrás regresar jamás. Estaba furioso
conmigo. Yo le dije que CVP era pequeña y me necesitaba más que la Shell,
empresa grande. Que yo sentía que tenía un deber con el país.
Diez años después, yo era miembro de la junta directiva de la empresa PDVSA
y Pockok era el presidente de la Shell mundial y vino a visitarnos, le dimos un
agasajo y al verme de nuevo vino a mí, me estrechó la mano y me dijo: “Gustavo,
tu tenías razón”.
En CVP estuve dos años como Gerente de Exploración. La CVP fue un sueño
romántico pero imposible. Sáder Pérez decía: No somos un enano, tenemos todo lo que tiene un adulto más
grande. Exploramos, producimos, refinamos, vendemos productos en el mercado.
Sin embargo, la CVP nunca pudo ser lo que se pretendía, el remplazo realista de
las multinacionales. Nunca pasó de ser una empresa en miniatura. Así lo comprendí.
Un día el Dr. Sáder Pérez me llamó y me dijo que debíamos perforar un pozo en
el lago cuanto antes, ya que el gobierno requería comenzar actividades
exploratorias en dos semanas. Yo le dije que seleccionar una localización
requeriría tres meses. El me repitió que tendríamos dos semanas y – entonces-
le respondí, de muy mal talante: “pues, zumbemos un sombrero al agua y donde
caiga, allí perforamos”.
Y salí de esa reunión y renuncié. Vi
el daño que la presión política podía hacerle a la gerencia petrolera.
Años más tarde, en PDVSA, tendría ocasión de enfrentarme a presiones de mucha mayor dimensión.
2.
COMO CONDICIONA LO ANTERIOR TU VISIÓN DE LAS MULTINACIONALES Y EL ESTADO
Basado en mi experiencia de la industria petrolera de unos 18 años, para el
momento en el cual comenzó el intenso debate sobre la nacionalización, en 1973,
yo me había formado un modelo mental de la industria petrolera que consideraba
apropiada, cuyos componentes principales eran:
·
La gerencia de la empresa debía ser profesional, apolítica
·
Las decisiones estratégicas del negocio no deberían tomarse en base a coyunturas políticas o económicas sino en
base a consideraciones de largo plazo en las cuales predominase el interés de
la nación
·
Venezuela no debía estatizar su industria. En 1973 ya existía una
combinación de reglamentos y leyes que le daba al estado una alta
participación, sin los riesgos inherentes al negocio, sin que tuviese que
invertir su propio dinero en el desarrollo de la industria
·
La Ley de Reversión había obligado a las concesionarias a reducir su
actividad exploratoria y sus inversiones de largo plazo para concentrarse en
las actividades de extracción. Ello le daba a la industria petrolera venezolana
una fisonomía de empresa en liquidación
·
Esto conduciría, inevitablemente, a la decisión política de adelantar la
reversión, es decir, a estatificarla 8 años antes de la expiración normal de
las concesiones. El estado tendría que pagar por lo que iría a obtener sin
costo algunos años después.
·
Hubiese sido preferible extender las concesiones o, si era políticamente
necesario para el estado participar directamente en la operación, convenir en
una fórmula de empresas mixtas con las empresas multinacionales.
3.
Cómo veías
la nacionalización entonces: una amenaza a conjurar, inevitable, fin de siecle?
En 1973, en
paralelo con los acontecimientos mundiales, especialmente los de Libia, donde
Gadafi había puesto a multinacionales como Occidental de rodillas, el fervor
nacionalista en Venezuela llevó al mundo político a presionar para nacionalizar
(estatificar). Yo la veía como indeseable pero inevitable, ya que en Venezuela
hablar en contra del sentimiento nacionalista era considerado una traición a la
patria. En 1973 la tajada del gobierno en los ingresos de la industria era del 85%
+. Esto sería imposible de obtener en un esquema nacionalizado, ya que
tendríamos que asumir los riesgos del negocio e invertir nuestros propios
dineros.
La
nacionalización fue una decisión política, impulsada por la errónea idea de que
la soberanía nacional estaba lesionada por el sistema de concesiones. El país
político, muy izquierdista, se sentía en necesidad de llevar a cabo lo que veía
como una ‘segunda independencia”.
4.
Tú rol en
Agropet y las discusiones con el gobierno - ¿qué pensaban otros petroleros?
Un día de
1974, en el cafetín de la Shell, me
reuní a tomar café con Marcos Marín y Odoardo León Ponte a cambiar impresiones
sobre lo que se avecinaba y decidimos formar una agrupación de gerentes y
técnicos petroleros para intervenir en el debate sobre nacionalización. Hicimos
un análisis de la situación y de lo que el país requería en materia económica,
política, psicológica y de la necesidad de que la gente del petróleo entrara a
debatir con el mundo político sobre lo que ellos conocían. El éxito de esta
iniciativa fue instantáneo. Alquilamos, de nuestro bolsillo, un salón para 30 personas en el hotel
Tamanaco para la primera reunión y llegaron 600 personas, por lo cual el dueño
del hotel, Rafael Tudela – al ver la muchedumbre - nos abrió el Gran Salón por
el mismo precio. Esa noche formamos la organización, se eligió la Junta
Directiva y entramos de lleno en el debate,
contrastando nuestras ideas con las de los líderes políticos de todos
los matices.
Nuestra
participación fue decisiva en cambiar la fisonomía vengativa de una
estatificación a sangre y fuego en un
proceso más civilizado y beneficioso para el país. En Miraflores, donde
acudimos 400 miembros de la Gente del Petróleo, a hablarles al presidente Pérez
y a su gabinete sobre lo que debía hacerse, dije que no se debía permitir en
PDVSA a los políticos de carrera, que la gerencia debía ser apolítica y que no
deberían existir interferencias o presiones indebidas sobre su actuación.
La
actuación pública de los gerentes y técnicos venezolanos durante los intensos debates de 1974 y 1975
fue decisiva en modelar las decisiones que se tomaron finalmente. Estos
gerentes y técnicos tenían un gran temor de que la industria se fuera a politizar
y sus esfuerzos se dirigieron a ilustrar al mundo político sobre las
complejidades del negocio petrolero. Dijimos públicamente lo siguiente,
ayudados por medios muy valiosos como la revista RESUMEN:
·
Hay que establecer nuevas reservas a través de la exploración
·
Hay que manejar los yacimientos de acuerdo a sus leyes físicas, no de
acuerdo a la coyuntura política
·
Hay que cambiar el patrón de refinación para producir lo que nuestros
clientes exigen
·
Es mentira que el petróleo se vende solo o que el precio máximo sea siempre
el precio óptimo
·
Hay que manejar la industria petrolera como lo que es, un negocio
internacional. La izquierda parecía pensar que debía internalizarse la
actividad en lugar de internacionalizarse y que la CVP debía tomar las riendas
del negocio, no una nueva empresa matriz, como la que finalmente se
decidió.
Ese debate
con el mundo político que deseaba una nacionalización a sangre y fuego se ganó.
Aunque CAP tomó la decisión política de estatificar la industria se pudo
manejar la transición de manera ordenada. Nosotros pensamos que la decisión de
nacionalizar fue errada, basada en un sentimiento nacionalista equivocado y que
estaba condenada al fracaso, a pesar de todos los esfuerzos que hiciéramos y
que, en efecto, hicimos. PDVSA funcionó muy bien por un cierto número de años
pero, inevitablemente, se fue politizando y deteriorando, inclusive mucho antes
de la llegada de Chávez al poder.
5.
ROL EN LA
PRIMERA JUNTA DIRECTIVA DE PDVSA Y RECUERDOS DE ESA PRIMERA JUNTA.
El día sábado
en el cual juramentaban a la primera junta directiva de PDSVSA estaba en mi
casa, cargando la camioneta para irme a la playa con la familia, cuando recibí
una llamada de la secretaria del ministro Valentín Hernández, para decirme que
debía estar presente en Miraflores para ese evento. Mi hijo Gustavo, quien
tendría unos 10 años, le dijo a la familia cuando me vio salir que yo iba a ser
nombrado miembro de la junta directiva. ¡Él era el único que lo sabía!
En efecto,
fui nombrado miembro de la junta directiva, contrariando los deseos del
ministro Hernández y las reglas que ellos se habían impuesto de no incluir a
ningún petrolero activo en esa primera junta.
Mi
presencia allí se debió, lo supe después de su boca, al deseo de CAP de tener
en esa junta directiva a quien había abogado con tanta vehemencia por la
no-politización de la industria nacionalizada. El vio mi presencia allí como
garantía de que yo denunciaría cualquier intento de politización. Algunos de
mis compañeros de AGROPET pensaron que mi nombramiento había sido una maniobra
política y que yo los había engañado. Digo esto para ilustrar como la
desconfianza forma parte importante de las actitudes que predominan en la
sociedad venezolana.
Mi
condición de petrolero activo, mi afición por la escritura y mi relativa
juventud entre el grupo hizo que el general Alfonzo Ravard me utilizara como
una especie de asistente personal, un “aide de camp”. Comencé a escribirle sus
discursos, algunas veces uno semanal para diferentes audiencias. Rápidamente me
delegó mucha latitud para incluir temas relevantes de mí elección en esos
discursos, entre ellos a componentes que discutimos repetidamente, una especie
de pentágono estratégico que se transformó en un mantra en sus discursos y
apariciones públicas:
·
Gerencia profesional
·
Meritocracia
·
Normalidad Operacional
·
Autosuficiencia financiera
·
Apoliticismo
Creo que esta fue la mayor contribución que hice a la nueva empresa
petrolera, PDVSA. Tuve la suerte y el honor de desarrollar una relación muy
estrecha con el General Alfonzo Ravard, lo cual me permitió influir desde la
trastienda y de manera desproporcionada a mi modesta condición de director
suplente. Esta fue una primera junta de gente muy respetable y destacada como
Julio Sosa Rodríguez, Benito Raúl Losada, Carlos Guillermo Rangel, Luis Plaz
Bruzual, etc. El plantel técnico era de primera línea y la contribución de las
empresas operadoras y sus presidentes, en especial, Alberto Quirós y Guillermo
Rodríguez Eraso, fue esencial para el éxito. Durante los primeros 15 meses de
actividad estructuramos un plan de cinco años que incluía una campaña de
exploración, el mantenimiento de la producción, cambio de patrón de refinación,
la racionalización de las 15 empresas para llegar a cuatro y luego a tres
empresas integradas, la firma de convenios de comercialización y tecnología con
las ex concesionarias y la creación de una imagen de transparencia y eficiencia
operacional para la nueva empresa. Mi contribución específica a este plan fue
coordinar el proceso de racionalización de las 15 empresas estatificadas, el
cual resultó fascinante y merecería una sesión aparte. También fui a Cardón a
encargarme de la gerencia general de esa planta durante 1977. Fui una especie
de “mono de la baraja”, que podía ser colocado en diferentes posiciones y
encargado de diferentes proyectos.
Esta primera junta vivió una luna de miel con el mundo político, la cual se
terminaría pronto, como sucede con casi todas las lunas de miel.
6.
COMO JUZGAS
HOY ESE PERÍODO Y COMO TE PREPARÓ PARA LA LARGA VIDA QUE HAS VIVIDO DESPUÉS
DEL PETRÓLEO.
Hablar
sobre esto me tomaría quizás un buen par de horas adicionales. Mis 27 años en
la industria petrolera fueron parte importante de ese proceso continuo de interacción
entre el hombre y sus circunstancias. Las circunstancias van esculpiendo y
refinando nuestras actitudes pero nuestras actitudes van influyendo en nuestras
circunstancias. La persona que soy se formó esencialmente durante los años de
la niñez y de la adolescencia. Durante esa etapa mis padres, mis maestros y mis
amigos me pusieron en la frente el sello de lo que iba a ser. Mis diversas
experiencias petroleras pusieron ese sello a prueba y ver los resultados de mis
actitudes reforzó mis valores y mis principios para el futuro. En mi carrera
renuncié cada vez que debí elegir entre
la renuncia o la claudicación de mis principios y fui botado de PDVSA por
defender estos principios. Sin embargo, este apego a mis principios me ha
permitido vivir una vida feliz y plena, pudiéndome ver en el espejo cada día
sin rubor. En la industria petrolera conocí muchos como yo. Ello me reforzó en
la convicción de que no hay que tener miedo de vivir fiel a nuestros valores,
de alzar esa bandera a todo riesgo. Goethe decía que cuando se toma una
decisión en base a principios todas las fuerzas se alinean para ayudarnos. La
mayor de esas fuerzas que me ha acompañado durante toda mi vida es el respeto
del cual me siento rodeado por mis amigos y de mi familia y hasta de quienes me
han adversado. He visualizado mi vida como en necesidad permanente de dar
cuenta de ella a mis accionistas, definidos como todos quienes me rodean y en
quienes yo haya podido influir.
El máximo
objetivo de nuestra vida, creo yo, es ser feliz y a eso contribuye una
compañera noble y maravillosa como la que tuve, además de tratar de ser útil,
hasta el final.
Decía
Tennyson en su poema ULISES (extractos):
La vejez tiene su honor y sus tareas/ antes del final algún noble trabajo
nos espera/nunca es tarde para buscar un mundo nuevo/
Mucho nos han quitado pero mucho nos queda/seguir luchando, buscando,
encontrando/ sin desfallecer jamás.