La moral de los venezolanos

En Venezuela, como en todo país, siempre hemos tenido gente buena y gente mala, gente honesta y gente deshonesta. A mi edad he visto pasar varias generaciones por la escena pública pero nunca como ahora he visto tanta confusión en cuanto a valores se refiere. Ví comenzar esta confusión en la década de 1970, como resultado del abrupto incremento de los precios del petróleo y el gran influjo de dinero fácil que inundó la sociedad venezolana. Hasta ese momento Venezuela era un país con fronteras bastante bien definidas entre la honestidad y el hamponato.

En esta etapa del socialismo del siglo XXI ha estallado una verdadera epidemia de deshonestidad, la cual corta a través de estratos sociales, de profesiones o ideologías y amenaza  borrar todas las fronteras entre la ética y el malandraje. Estamos viendo escándalos gigantescos, protagonizados por personas quienes no se preocupan mucho por ocultar sus fechorías, como si la fechoría no fuese ya un crimen, como si la sociedad debiera admirarlos por su audacia. El hampón pretende seguir figurando en sociedad como si su conducta fuera digna de aceptación por los demás.

Más y más venezolanos quienes pudieran haber transitado caminos diferentes estan actuando en violación de valores y principios que caracterizan a la persona honesta.

En especial existe una epidemia criminal entre hombres de “negocio”, quienes no han podido aguantar la tentación de hacer dinero a toda prisa y a como de lugar. Algunos de ellos se han aprovechado de la ignorancia, negligencia y complicidad del chavismo para hacer sus marramucias. Ese ha sido el caso de Tobías Nóbrega y su grupo de “colaboradores” en el ministerio de finanzas, de acuerdo a lo revelado en el juicio de Miami a Durán y a Kaufman. Ha sido el caso de Franklin Durán y Carlos Kaufman, quienes sobornaban a destacados personeros del régimen, incluyendo ministros y gobernadores de estado. Ha sido el caso de Ricardo Fernandez Berruecos y de Arné Chacón, empresarios surgidos de la nada o banqueros hechos a la carrera. Son varios los contratistas de PDVSA que se inscriben en este club, entre ellos los relacionados con el transporte marítimo de hidrocarburos y con el caso de la gabarra hundida, Aban Pearl. Algunos “banqueros” estan fuera del país después de haber tenido relaciones non-sanctas con el fraude de Stanford. Otro que está fuera del país pero fuertemente relacionado con los máximos gerentes de PDVSA Ramírez y Carruyo ha sido Francisco Illaramendi, quien acaba de confesar crímenes financieros en contra del Fondo de Pensiones de PDVSA.

En Florida acaba de estallar otra bomba venezolana, la cual, justo es decirlo, no parece tener conexión con el chavismo. No nos referimos a la rochela pornográfica del consulado en Miami sino a la situación del hombre de negocios venezolano Claudio Osorio Bozo, aparentemente muy exitoso, pero hoy señalado por haber engañado a inversionistas y manejar sus empresas de manera irregular, especialmente una dedicada a hacer viviendas para Haití (http://www.nbcmiami.com/news/117900119.html  ).
En esta danza loca de dinero fácil, de mansiones en USA y en Europa, autos de $300.000 estrellados, régimen metido a promotor de fórmulas 1 y de temporadas  en Las Vegas que ha caracterizado al régimen chavista se le ha perdido la brújula a muchos venezolanos quienes parecían gente normal. Cuando esa brújula se pierde se hace más difícil corregir y castigar porque ya nadie, en especial los asalariados del régimen, parece estar dispuesto a llamar al pan pan y al vino vino. El corrupto pasa a ser, simplemente, un hombre de “negocios”.
La tarea post-Chávez va a tener que ser, en especial, de laboriosa reconstrucción ética.