LA DOBLE TRAGEDIA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE DEL SIGLO XXI

 También en El Nacional de hoy viernes 24 de Junio, 2022

Desde Washington DC

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                                  "Nunca lo llamé cobarde pero teniendo la oportunidad de ser histórico se portó como Barr (el fiscal general) y el resto de esos debiluchos. No tuvo el coraje de actuar". ]

Nota: Debilucho en inglés es wimp. 

 

La historia política de los Estados Unidos ha abundado en drama: una cruenta guerra civil, magnicidios, enjuiciamiento de presidentes en ejercicio y elecciones reñidas que debieron ir, para su resolución, hasta la Corte Suprema. En todas estas crisis importantes iniciativas políticas y ciudadanas condujeron al país a una solución, si bien algunas han dejado heridas que aún no se han cerrado definitivamente.

Hoy estamos viviendo una doble tragedia en este inmenso país, resultado de la postura del 45avo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien desconoció y sigue desconociendo los resultados de la elección de 2020, la cual dio el triunfo a su rival demócrata Joseph Biden. A diferencia de la crisis electoral de 2000, la contienda entre Bush y Gore, la cual se decidió por 537 votos en Florida y por decisión de la Corte Suprema, en 2020 el presidente Trump no reconoció en el momento ni ha reconocido posteriormente la victoria de su rival.

Inmediatamente después de las elecciones el presidente Trump y el grupo de sus colaboradores y aliados políticos llevaron a cabo dos estrategias en paralelo. Por un lado pidieron su anulación, argumentando la existencia de fraudes en diferentes estados del país, para lo cual intentaron no menos de 56 demandas ante tribunales de varios niveles, incluyendo la Corte Suprema. En todas las ocasiones estas demandas fueron desechadas por las diferentes instancias e, inclusive, algunas de ellas, fueron objeto de reprimenda por parte del poder judicial, dada su baja calidad y total ausencia de elementos probatorios. La otra estrategia fue  de puertas adentro, según la cual el presidente Trump y algunos de sus  íntimos colaboradores pidieron a sus aliados políticos en los poderes ejecutivos y legislativos que trataran de cambiar los resultados en sus jurisdicciones, mediante la utilización de diversos argumentos legales o políticos. Esta estrategia incluyó presiones como las ejercidas sobre el propio vicepresidente Pence, quien se negó rotundamente a tratar de invalidar el triunfo del candidato rival, a pesar de la presión del presidente Trump, quien llegó al extremo de llamarlo cobarde (Wimp), por no querer ceder a su pedido.

¿Cuál es la doble tragedia  a la cual nos referimos?

Una, es el inusitado ataque a la integridad del proceso electoral estadounidense por parte del presidente Trump, ataque que permanece hoy en plena actividad, después de dos años de efectuadas las elecciones y después de todas los revisiones y ratificaciones de los resultados. Al llevar a cabo este ataque contra toda evidencia y hallazgos el presidente Trump ha intentado y sigue intentando desprestigiar el sistema electoral estadounidense, el cual nunca había estado expuesto a tal grado de desconocimiento por parte de un presidente o institución alguna en los Estados Unidos. Los votos obtenidos por el presidente Trump representaban casi la mitad del país y ello le daba un arma formidable que pudiera haber sido utilizada para unificar a la nación pero ha preferido utilizarla – por aspiraciones políticas  personales -  para polarizarla y convertirla en dos grandes mitades separadas por el rencor, hasta el punto que algunos estados como Texas han comenzado a hablar de secesión. 

La segunda tragedia es secuela de la primera. Al insistir el presidente Trump en su postura de desconocimiento de la voluntad popular estadounidense, al entrar a presionar a algunos funcionarios claves para que revirtieran los resultados, al seguir atacando el sistema electoral que es columna vertebral de la estabilidad política de la nación, lo que está logrando hoy en día es fracturar el país en dos sub-naciones, una demócrata y otra republicana, cada cual apegada de manera acrítica a “su verdad”. Esta polarización ha llevado a la subnación republicana a desconocer la pertinencia y validez de una investigación llevada a cabo nada menos que por el Congreso de los Estados Unidos, otrora asiento indiscutible del espíritu bipartidista que animaba el sector político estadounidense. Esta subnación republicana se ha negado a integrar el comité de investigación y se niega hoy a reconocer la validez de sus hallazgos, hasta el punto que algunas cadenas de televisión se han negado a retransmitir las sesiones de la comisión del Congreso, incumpliendo su deber informativo, por considerar que ellas representan un ataque personal al presidente Trump y no un intento de establecer la verdad sobre el ataque de grupos violentos al Congreso en enero 2021.  

De nada ha valido que algunos de los íntimos colaboradores del presidente Trump, incluyendo su vicepresidente Pence, su fiscal general Barr, funcionarios de diversos estados, jueces y testigos de primera mano traídos a declarar ante la comisión, hasta su propia hija, todos hayan dicho o aceptado bajo juramento que el presidente Trump no tiene razón en su postura. La negación de la verdad ante la evidencia – por razones ideológicas -  representa una inmensa tragedia para la nación estadounidense, porque abre las puertas a un mañana en el cual todo puede suceder, todo puede ser desconocido. Permitiría a cualquiera que esté apoyado por grandes segmentos de la población insurgir contra la democracia y las leyes y costumbres que han hecho grande a esta nación.

Cuando mi querida esposa y yo decidimos salir de Venezuela en 2003, debido a la pesadilla desatada por Hugo Chávez en nuestro país, no vacilamos en elegir a los Estados Unidos como refugio. Decíamos que cuando este país tuviese un resfriado el resto del planeta tendría pulmonía. Ahora, veo con asombro y tristeza como lo que nos resultaba impensable hace dos décadas está tomando cuerpo en esta gran nación, como el gran crisol da paso a la aparición de tribus llenas de rencor.

                                                                       english version

The political history of the United States is full of drama: a bloody civil war, assassinations, prosecution of sitting presidents and close elections that had to go, for resolution, to the Supreme Court. In all these crises, important political and citizen initiatives led the country to a solution, although some left wounds that have not yet been closed.

Today we are living a double tragedy in this immense country, the result of the attitudes of the 45th president of the United States, Donald Trump, who ignored and continues to ignore the results of the 2020 election, which gave the triumph to his Democratic rival Joseph Biden. Unlike the electoral crisis of 2000, the contest between Bush and Gore, which was decided by 537 votes in Florida and by decision of the Supreme Court, President Trump did not recognize in 2020, nor has he subsequently recognized,  the victory of his rival.

Immediately after the election, President Trump and the group of his collaborators and political allies carried out two strategies in parallel. On the one hand, they asked for annulment, arguing the existence of fraud in different states of the country, introducing no less than 56 lawsuits before courts at various levels, including the Supreme Court. On all occasions these claims were dismissed by the different instance, some of them reprimanded by the judiciary, given their low quality and absence of evidentiary elements. The other strategy was in-house, whereby President Trump and some of his close aides asked their political allies in the executive and legislative branches to try to change the electoral results in their jurisdictions through legal or political arguments. This strategy included strong arms tactics such as those exerted on Vice President Pence himself, who flatly refused to try to invalidate the triumph of the rival candidate, despite the pressure from President Trump, who went so far as to call him a weakling (Wimp), for not wanting to give in to his request.

What is the double tragedy?

One is the unusual attack on the integrity of the US electoral process by President Trump, an attack that remains in full swing today, two years after the elections, after the reviews and ratifications of the results have been made. In carrying out this attack in spite of all evidence and findings, President Trump has continued to discredit the American electoral system, to a degree never seen before in American history. The votes obtained by President Trump represented almost half of the country, which gave him a formidable weapon that could have been used to unify the nation but he preferred to use it – for personal political aspirations – to turn it into two large halves separated by rancor, to the point that some states like Texas have begun to talk about secession. 

The second tragedy is a sequel to the first. By insisting on his rejection of the American popular will, pressuring some key officials to reverse the results and continuing to attack the electoral system that is the backbone of the nation's political stability, what President Trump has achieved is breaking the country into two sub-nations, one Democrat and one Republican, each irrationally attached to "their truth." This polarization has led the Republican subnation to ignore the relevance and validity of an investigation carried out by none other than the United States Congress, once the undisputed seat of the bipartisan spirit that has historically animated the American political sector. This Republican subnation has refused to sit on the investigative committee and refuses today to recognize the validity of its findings, to the point that some television networks such as Fox News have refused to broadcast the sessions of the congressional committee, in disregard of their reporting duty, arguing that they represent a personal attack on President Trump and not an attempt to establish the truth about the attack of violent groups on Congress in January 2021.  

Some of President Trump's close aides, including his Vice President Pence, his Attorney General Barr, state officials, judges and first-hand witnesses brought to testify before the committee, even his own daughter, have all said or accepted under oath that President Trump is not right in his position. The denial of truth in the face of evidence – for ideological reasons – represents an immense tragedy for the American nation, because it opens the doors to a tomorrow in which anything could happen, everything can be run over, allowing anyone supported by large segments of the population to rise up against democracy and the laws and customs that have made this nation great.

When my dear wife and I decided to leave Venezuela in 2003, due to the nightmare unleashed by Hugo Chávez in our country, we did not hesitate to choose the United States as a refuge. We said that when this country had a cold, the rest of the planet would have pneumonia.

Now, I see with sadness that what was unthinkable two decades ago is now taking hold in this great nation, as the great melting pot is giving way to the emergence of tribes full of rancor.