A PROPOSITO DE LOS TEQUES
“We shall not cease from
exploration
And the end of all our exploring
Will be to arrive where we started
And know the place for the first time”
Nunca
dejaremos de explorar
Y
el final de nuestra exploración
Será
llegar al sitio donde comenzamos
Y
conocerlo por primera vez”.
T.S.ELIOT
La última vez
que vi a Los Teques fue cuando tenía 20 años. La vi desaparecer lentamente por
el espejo retrovisor de mi auto, el día que me iba para Maracaibo a comenzar mi
carrera como geólogo con la Compañía Shell de Venezuela. Mis padres se mudaron
a La Boyera en Caracas y ya mis visitas a ellos no requerían ir a Los Teques,
pueblo-ciudad donde transcurrieron mis años de niñez y adolescencia.
Hoy, 70 años
después de haberla visto por última vez, sigo soñando con ella, y me veo
llegando a la entrada de pueblo por la estrecha vía que viene de Caracas por la
ruta de Antímano, Zenda y El Tambor, una vía esculpida en los granitos y los
neises del cretácico que coquetea con los precipicios, la misma vía que utilizaba
todos los días para ir del pueblo al Liceo Andrés Bello, en Caracas, donde finalicé
mi bachillerato.
Me veo en mi
sueño llegando a las cuatro esquinas, pasando frente a la casa de la familia
Fiorillo y creo ver a Tarsicio en el
zaguán. Si siguiera derecho pasaría por la zapatería de Chicho Consoño, quien
no solo era buen zapatero sino segunda base del equipo de béisbol EL MANATÌ y hasta excelente analista geopolítico,
quien podía explicar a un grupo que se reunía todas las noches en la botica de
mi papá a analizar los altibajos de la segunda guerra mundial las razones por
las cuales Montgomery derrotaría a Rommel en África del Norte.
Pero, no sigo
derecho sino que cruzo a la derecha y entro a la Calle Guaicaipuro, pasando por
la panadería de Gordils y la botica de
Roberto Enríquez. A mi izquierda, la
iglesia del pueblo y, en diagonal, la casa del párroco, el padre Ángel Cisneros, a quien llamábamos “El Diamante
Negro”, por su color y porque le gustaban las corridas de toros, aunque se
cuidaba de decirlo en alta voz, ya que la iglesia las condenaba.
JULIO BARROETA LARA
En la Plaza Bolívar,
sentados en un banco, creo ver a Julio Barroeta Lara, Carlos Gottberg y Rubenangel
Hurtado, hablando de poesía e intercambiando los chismes del día. Alguien pasa
casi corriendo, es Moquillo, nuestro activo periodista, a quien casi nadie
conoce por su nombre, Ezequiel Díaz Silva. En la acera de enfrente, en sucesión,
se encuentran la joyería de Guillén, la bella casa y tienda de la familia Almosny, la primera sede del Club Miranda, antes de
su mudanza, la casa del Gobernador, la Botica “Camposano”, de mi papá, la casa
de mis tíos Los Coronel y la casa de los
López Bosch. Del otro lado de la calle veo la casa de Manuel Mota y, en la esquina, la bodega de Anselmo Taborda. Esta es la esquina
del Dato, donde la gente de Los Teques se reúne a intercambiar chismes. Allí
está la barbería de Capote, al lado de lo que fue la barbería de Gumersindo León,
mi maestro de dominó, cerca del Teatro López y de la casa de las ancianas hermanas
Navarro, quienes se asoman por la ventana semi-cerrada a ver pasar la gente.
Subo a pie lentamente
por la calle Sucre y paso por la casa de los Infante. Al lado está nuestra primera casa, la número 15,
donde yo crecí, casi hasta la adolescencia. Más arriba al lado de Los Taborda y,
al frente, los Caputo. Más arriba, está la casa de los Ziegler y, casi llegando a la esquina, una
casita con un largo zaguán, donde hacían arepas y donde yo iba muy temprano en
la mañana a buscarlas, todavía puedo oler el sabroso humo de los budares. En la esquina viven los hermanos Monagas, uno
de ellos parecido a Charlton Heston y un poco más allá está la casa donde vive
Julio Barroeta Lara. Por la empinada calle Sucre una vez me caí y me hice una fea
herida en un hombro que mis compañeros de escuela me mantenían abierta a
golpes, en pleno ejercicio de lo que hoy llaman “Bullying”.
Me voy hacia la Vuelta
del Paraíso, pasando por las casas de los Lazo, los Domínguez, los Jaspe hasta
llegar a la esquina, a la casa de los Rodríguez,
quienes eran padre, madre y 17 hijos, un
varón y 16 muchachas. Cada año yo me enamoraban de una de ellas.
Al lado de esa
casa estaba un muro que daba a una vista panorámica en dirección a Ramo Verde y
para allá íbamos los tequeños a dirimir por la vía de los puños nuestras
diferencias de opinión. Vimos maravillosos combates como los de Enrique Lazo
con Alejandro Arteaga. Yo tuve dos allí, uno perdido con Héctor Penso, otro
ganado, no diré con quién para no humillarlo. En ese triunfo tuve de coach a
Julio Barroeta Lara, quien me recomendaba aplicarle a mi contendor La Llave Del
Saber, el título de una enciclopedia de moda en esa época.
Esa era una calle muy fértil, porque en la
casa siguiente, la de la familia Ayala, los hijos eran como 12 o más. Y, un
poco más cerca de nuestra segunda casa, la familia Estrada tenía como media docena.
Nosotros éramos solo dos: mi hermana Cristina y yo. Al lado nuestro vivían la Sra. Caro y su bella hija Camila,
quien luego casaría con Jonás Barrios, el hermano de Gonzalo. Más allá estaba
la casa de los hermanos de Pedro Russo, el magnate del pueblo y luego gobernador
del estado, diagonal a la bodega que había sido de Saverio Russo, su padre,
donde la fortuna de la familia había comenzado, kilo a kilo vendido, burro a burro
cargados de víveres con destino a los pueblos cercanos.
Subo por esa calle empinada y paso por donde
los Arráez, los Ramos, brevemente Vinicio Adames, luego los hermanos Mujica, un
grupo muy barquisimetano, pero trasplantado a Los Teques. Con Vinicio voy de
serenatas. Con Elio Mujica discurro sobre los méritos relativos de Herman Hesse
y Thomas Mann.
Más arriba, en
trayecto muy empinado, queda el cementerio de Los Teques, por lo cual alguien
ideó el uso de un carro fúnebre con música incorporada, a veces hasta una
guaracha, para transportar al muerto, vehículo que Aquiles Nazoa bautizaría
como la Muertorola.
En el
cementerio de Los Teques está mi abuelo Rafael Coronel Arvelo, pintado por
Arturo Michelena, allí reposan mis tíos Coronel, mis maestros como el ilustre y
querido sacerdote salesiano Jorge Losch, nacido en algún lugar de Alemania y sembrado
entre nosotros, después de haber dedicado
su vida a crear centenares de
buenos ciudadanos.
MI ABUELO, RAFAEL CORONEL ARVELO
Bajo desde el cementerio
y llego a donde termina EL PUEBLO y se va hacia la otra mitad de Los Teques que
es El LLANO. Esa otra mitad está conectada por una larga calle que tiene al
colegio Jesús María Sifontes, las casas de los Colombo, de los Moros y de los González Barreat y el
estadio de béisbol. Si uno se desvía hacia la derecha andará por una calle
paralela donde está el liceo “Francisco de Miranda”, la antigua casa de los Álamo
(donde mi mamá fundó el Hogar escuela Infantil) y, eventualmente, se llega al
puente CASTRO, y a la Plaza Miranda, frente
a la cual está una casa donde vivía mi tío Alejandro García Maldonado cuando
era secretario general de gobierno del Estado Miranda, en la época de Medina
Angarita. Esta casa alojó luego al amable y extraordinario restaurant ALEMAN.
En mi sueño la
memoria del EL LLANO es más borrosa, excepto por sitios especiales como la estación
del ferrocarril, donde aún veo y escucho a Zerlin, el dueño del sitio por muchos años,
poseedor de un humor incisivo particularmente dirigido, de manera injusta,
contra los valencianos, a quienes catalogaba como “patos”. Recuerdo las tiendas
de los Ayesta, de la familia Feo, la Botica San Antonio de mi tío Esteban y, especialmente,
recuerdo la casa de las hermanas Mendiri, las creadoras de los animalitos de
miel que se hicieron tan famosos. Años después los tequeños, la confección de
queso y masa que nació en el hogar de las Báez, cerca de mi casa, se harían
universales.
Regreso a la Vuelta
del Paraíso y veo sentado en el muro un
adolescente cuyo aspecto me resulta familiar.
“Hola”, lo
saludo. Y me sonríe, sin hablarme.
¿“naciste
aquí”? le pregunto.
Y me dice: “No,
Pero me trajeron pequeñito, de manera que puedo decir que soy tequeño”.
“Y, ¿te gusta
el pueblo”?
“Me siento
feliz aquí. Es un pueblo muy tranquilo y con gente joven deseosa de ser alguien.
Tengo un grupo de amigos, con quienes camino en la noche, a veces hasta la madrugada, hablando de literatura,
de ópera, de poesía. Nuestras inquietudes van más allá del pueblo. Tengo amigos
como Julio Barroeta Lara, José Balbino León, Carlos Gottberg, Carlos Alberto
Moros, Carmencita Mannarino, Morelia Moros, Manuel Henríquez, José Rafael
Coronel, Luis Ayesta Córdoba, casi todos
quienes viven en este pueblo pequeño pero piensan en lo grande.
Los miembros de este grupo luego serían poetas,
periodistas de nota, economistas, escritores, médicos ilustres, pero - sobre todo – humanistas, en la mejor tradición que lleva a
un pequeño pueblo a crear hijos que salgan sin miedo a vivir en el mundo.
Nuestro tiempo
terminó. Siento que los tequeños que compartimos esa bella época de 1940-1950 fuimos de valor para construir una sana
nacionalidad. Mientras pueda regresar
allí en mi imaginación, estoy seguro que me encontraré con un adolescente
parecido al que yo era en 1950, lleno de sueños de superación y de sanas
ambiciones, gracias al pueblo que nos
hizo posible una niñez feliz.
12 comentarios:
Por allá puso CAP la sede de Intevep que fue diseñada por William Pereira, cuando todo parecía que iba a salir bien en Venezuela y nadie tenía nada que buscar fuera más bien al país iba la gente a vivir. Intevep se encargaba de procesos y avances tecnológicos del petróleo ahora allí se organiza la venta de clap.
Se hizo Intevep en donde estaba en villa piñeteli, que fue un antiguo seminario jesuita.
Uno cuenta lo que pasó y pocos darían credibilidad a lo mal que terminó todo aquello que funcionaba como reloj suizo.
Abdo
Montevideo.
Que buena memoria tiene. Como hace para recordar tantos nombres y tantos detalles?
Léete sus memorias en el libro petróleo de la luna y te sorprenderás la cantidad de cosas que recuerda
Si ya lo sé, es lo que digo. Pero cómo lo hace, cual es el secreto?
"¿La inteligencia? Siempre se apoya en una buena memoria".
<>
Jorge Luis Borges.
Cual es el secreto para poseer una buena memoria? Es algo innato, o se puede desarrollar? Si alguien sabe por favor que comente ..
Innato. Por eso Othani lanza a 86 millas y batea .290 pero Yo Yo Ma ejecuta el prelude to Suite 6 como lo hace.
Esas son habilidades, que si bien son innatas en algunos seres que las poseen, muchas son desarrolladles con el estudio y la practica. El anónimo que pregunta se refiere es a la memoria.
Muchas gracias por los comentarios sobre mi memoria etc. Sobre este asunto solo puedo especular, porque no se cual es la razón de que tenga tantas claras memorias de mi pasado. En el caso de Los Teques creo que a ello contribuye el hecho de haber sido muy feliz allí en la infancia y la adolescencia. Solo puedo decir que cierro los ojos y puedo entrar a Los Teques, calle por calle, casi casa por casa y como si aún estuviera allá. A esta memoria fotográfica me ayuda mucho la manera como me educaron en el Liceo San José, donde el Padre Ojeda nos daba clases de historia y nos recomendaba usar muchas "tretas" de asociación mental para enlazar lo que queríamos recordar con otras cosas, lo cual facilitaba el recuerdo. También nos enseñó a resumir la historia en algunas cifras básicas, las cuales al ser traídas a la memoria generaban asociación con eventos históricos. Y así.
El General Alfonzo me pidió una vez que le diera una pildora sobre la industria petrolera venezolana, para él utilizarla en sus conversaciones, ya que él no era un petrolero. Le dí el número 40 y le dije: tenemos unos 40 mil millones de reservas probadas, hemos producido otros 40.000 millnes de barriles desde el inicio, tenemos unos 40.000 empleados, la ley de hidrocarburos de 1940 fue la más importante, etc.
Uso pequeños trucos de asociación, la cual es la palabra mágica para mejorar la memoria.
Yo tego los números de mi cuenta bancaria y de varios teléfonos importantes en mi memoria, de la misma manera.
Si el número comienza con un 5 lo llamo el gato, le busco las cinco patas, etc.
Lo primero dispara lo segundo...
Cuando cantamos Vereda tropical y decimos: En la brisa que viene del mar, ello nos hace pensar de inmediato en: se oye el rumor de una canción....
Interesante Sr. Coronel. Gracias por su aporte.
Por eso mismo traen agua a mi molino, la nmemotécnica se puede estimular pero la capacidad es innata e incluso hay competiciones en las que he visto japoneses e indios calculando sumas gigantescas y recuerdan el número en cada fase de forma perfecta. Y también he visto recitar "Cien años de soledad" sin apoyo alguno más que recordar (lo ví frente a mi en un restaurant en Bogotá, un colombiano llamado Jaime Garzón Forero).
Othani no nació lanzando a 86 millas, tuvo que practicar y Yo Yo Ma, tremendo ejemplo por cierto caballero anónimo, pasaba horas y horas de pequeño tratando de ejecutar movimientos de Mozart, se equivocaba y empezaba, se equivocaba y empezaba. Ahora lo hace de forma perfecta. Pero la capacidad es innata, póngame Usted a tratar de hacerlo, ni cambur pinton con un cuatro saco.
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