Tu vida fue relativamente breve
pero has dejado una profunda herida en el corazón de la nación. Tuviste una
niñez difícil, de alpargatas rotas, sin mucha educación, semi-abandonado por
tus padres. Un día te regresaron a casa de la escuela porque no tenías
alpargatas nuevas. Ello te marcó para siempre. Desarrollaste un gran
resentimiento contra la escuela y contra quienes si podían asistir a ella.
En tu adolescencia, un firifirito
desgarbado y poco atractivo, fuíste dejado de lado por las muchachas del
pueblo. Ello te convirtió en misógino. Ya les daré lo suyo cuando crezca, pensabas,
al verlas de brazo con los tarzanes del pueblo, mientras tu te sentabas solito
en la plaza, comiéndote las arañitas que se te habían quedado tan frías como el
apellido.
Sin poder ir a la Universidad te
hiciste cadete y desde el principio comenzaste a conspirar contra el gobierno
democrático que no te había dado lo tuyo, lo que te merecías. Te graduaste pero
tu promesa de lealtad a la nación y a la constitución fue una gran mentira
dicha en voz alta. Seguiste conspirando ya de oficial. Llegó tu momento y,
engañando a un grupo de soldados que te habían confiado para que los mandaras
profesionalmente, los llevaste al matadero, a tratar de derrocar a un presidente
democrático. Tu cobardía te hizo fracasar en ese intento.
Merecías treinta años de prisión
pero otro presidente democrático te perdonó. Y con la ayuda y guía de propios y
extraños pudiste llegar a la presidencia, encarnando el deseo del país de
cambiar radicalmente de rumbo. Tu llegada al poder coincidió con un boom
petrolero que te dió miles de millones de dólares, con los cuales cualquier
gobernante medianamente sensato y honesto hubiese construído una nación ejemplar.
Pero no fuiste ni lo uno ni lo otro. Te dedicaste a hacer una “revolución”,
entendida como la exaltación de los pobres y la eliminación de la clase media. Lo
primero, como estrategia de consolidación de poder. Lo segundo como expresión de
tu resentimiento y tus complejos.
Por mucho tiempo pudiste permanecer
en el poder, gracias al torrente de dólares petroleros. El desperdicio y la corrupción
fueron gigantescos. La torta a ser repartida se hizo progresivamente más
pequeña, creció el descontento de los acostumbrados a la dádiva, hasta que ellos
te abandonaron y contribuyeron a tu derrota.
Luego vino el exilio, la soledad,
la declinación mental, las melancólicas y cada vez más dificultosas caminatas
frente al mar, en la pequeña isla antillana que tanto dinero y petróleo recibió
de tu régimen. Pero allí también te abandonaron, estaban en otra onda,
respirando profundo y gozosos el nuevo aire de la libertad.
Hoy te decimos adiós. Pasamos esa
triste página que fué tu vida. Nuestro recuerdo será doloroso, no por tí sino
por el desastre que dejaste.
1 comentario:
que triste que un ser humano sea tan malo, malo, despiadado, incongruente, mediocre y sobre todo inhumano, deberías morir y que los gusanos te hagan sentir tus palabras, que tu lengua se quede en tu boca sin pronunciar palabras, solo deseo que te mueras y que venezuela nunca te reciba en sus tieras. maldito
Publicar un comentario