Mientras más envejezco y me
aproximo a Ítaca más admiración y más amor siento por la mujer. Es probable que
esto sea un proceso normal en el hombre, ciertamente lo ha sido en mi caso.
Como todos los miembros de mi generación, nacidos en la bucólica Venezuela de Juan Vicente Gómez, mis
primeros sentimientos en relación a la mujer eran lo que hoy se denominaría
machista. Agrego, en mi descargo parcial, que mi machismo nunca fue desmedido.
Fue muy moderado, pero suficiente para
ver la mujer primordialmente como un objeto de arte en lo físico y como una
natural ama de casa en lo intelectual. Y esto, a pesar que en mi hogar mi madre
era de una personalidad bastante más fuerte que la de mi padre. Mi madre era
una lideresa feminista, de las que encabezaban manifestaciones para pedir que
la mujer obtuviese derechos que en esa época eran monopolio de los hombres y la
que iniciaba campañas sociales de todo tipo en Los Teques. Mi padre era muy tranquilo,
aunque una vez – yo estaba allí - le
rompió una silla en la cabeza a otro hombre que lo acusó de pavoso en un juego
de cartas. En las disputas del hogar mi papá siempre concedía la victoria a mi
madre y utilizaba una estrategia infalible, se iba de la casa por un par de
horas.
Mi única hermana, solo fuimos
dos hijos, era un año mayor que yo, quien la celaba ferozmente y odiaba a todos
los muchachos que mostraban interés por ella, otro signo de machismo, hasta que
ella aprovechó mi ausencia en la universidad para enamorarse y casarse con un
médico anatomopatólogo con quien fue bastante feliz hasta la muerte.
En la universidad tuve tres novias,
una cuya madre baptista me prohibió entrar a la casa, porque yo era – según
ella - un latino, miembro de una “raza inferior”, lo
cual causó mi rompimiento. La segunda fue una joven de origen griego,
quien cantaba ópera, cuyo padre me daba perros calientes gratis. Aunque este
noviazgo tampoco cristalizó, hace pocos años estuve de regreso en Tulsa y fui a
verla y la familia, quien todavía tiene el establecimiento, me dio perros
calientes gratis. La otra fue una joven
de Oklahoma quien llegó a ser una actriz bastante buena, conocida como Blanche
Devereaux en “The Golden Girls”, con quien mantuve una buena amistad hasta su
fallecimiento hace algunos años. Rue McClanahan, así se llamaba, se casó cinco
veces en la vida real era muy parecida a su papel en la comedia de TV.
A mi regreso a Venezuela permanecí soltero por
unos cinco años, en una Maracaibo donde los caraqueños eran muy perseguidos.
Allí me encontré con Marianela, con quien estuve casado 62 años, un matrimonio
solamente interrumpido por su muerte. Esta relación fue fundamental en mi
apreciación de la mujer. Al ver hacia atrás en esta relación está claro para mí
que los papeles de ambos no permanecieron estáticos en el tiempo sino que
fueron cambiando con mayor o menor celeridad. Durante una buena parte de
nuestra vida Marianela fue conocida universalmente como mi esposa. Con el
correr de los años me fui convirtiendo, en la sociedad que frecuentábamos, como
el esposo de Marianela, gracias a su encanto personal. De la joven ama de casa
que dedicaba todo su tiempo a hacerme la
vida cómoda y tranquila, a alimentarme bien, a asegurarme que los niños no “molestaban”
a su padre quien llegaba cansado del trabajo, ese papel que el hombre en su
inmadurez le asigna a la mujer, la situación fue cambiando para hacer posible
que en algunos momentos yo fuese el líder del hogar pero en otros momentos la
fuese ella.
Marianela, reina del carnaval de Maracaibo
Mi machismo original le asignó
a mi esposa un papel subordinado pero ello fue cambiando, a medida que veía con
admiración su gran inteligencia emocional, una cualidad nueva para quien
originalmente solo comprendía el concepto de inteligencia a lo macho. Por algún
tiempo compartí aquel estereotipo según el cual los hombre se dedican a
resolver los grandes problemas del planeta, como la guerra Rusia-Ucrania, la
devaluación del bolívar o los problemas del futbol, mientras que las mujeres resuelven las
“pequeñas” cosas, cuidar niños, manejar el hogar, mantener el equilibrio entre
ser madre, esposa, hija y, si le queda tiempo, cultivar sus preferencias
legítimas, como aprender idiomas, bailar ballet, cantar, escribir poemas,
graduarse de ingeniero astrofísico o de abogado.
Los papeles fueron cambiando y
mi apreciación por la mujer fue creciendo gracias al ejemplo de Marianela,
haciéndose evidente para mí que ellas han tenido que esforzarse más que el hombre
para obtener el mismo nivel de reconocimiento, aunque todavía esta es una batalla
que no termina. Así lo he visto con mis hijas, quienes son ferozmente independientes y quienes me dicen que deben
hacer el doble del trabajo para obtener paridad de apreciación.
Hoy estoy solo y soy “amo de
casa”. Puedo admirar en toda su dimensión el esfuerzo que una mujer debe hacer
para lograr su sitio bajo el sol y cumplir con los deberes tradicionales en el
hogar. Hoy lavo, eso sí, no plancho, cocino las cosas más rudimentarias, limpio
por aquí y por allá y me asombra constatar que esta es una tarea que nunca
termina, una tarea poco fructífera en valor añadido, pero que no puede dejar de
hacerse. Es una noria que se le impone a la mujer, una carga que pocos hombres
aprecian, la cual las obliga frecuentemente a olvidar sus propios planes de
auto-realización.
Yo he llegado a apreciarlas
plenamente. Por eso cada día las amo más. Nunca he podido dejar de verlas como obras
de arte en lo físico pero he llegado a conocer las generosas dimensiones de sus
almas y la heroicidad con la cual enfrentan sus vidas.
2 comentarios:
Me haces recordar la novia que más cerca estuvo de casarse conmigo, una descendiente de búlgaros muy trabajadora. No terminamos casados porque la mamá me gritó en la puerta de su casa porque no dejé que uno de sus empleados entrara (yo no sabía y nadie me dijo) por lo que la humillación fue insoportable y decidi alejarme de esa familia. La muchacha murió hace poco, en New Orleans.
La mujer fué creada por el Todopoderoso para que fuese la compañera del hombre durante su estancia en este planeta. Asi como Coronel yo también he sido muy afortunado al encontrar a mi compañera que me ha hecho la vida mas hermosa y tolerable en esta Tierra.
Lamentablemente en la sociedad actual, y a nivel mundial en general, hay individuos y hasta algunos 'lideres" que están envenenados con la ideología "woke/transgender/liberal" que ni siquiera pueden o nó quieren aceptar o definir lo que es la mujer. Esta dicotomía está erosionando a la sociedad ademas de ser un irrespeto a la mujer.
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