**** Prohiben a psiquiatras opinar sobre Chávez.
“Chávez y yo somos megalómanos”.
Alberto Muller Roja
“El Universal” de Agosto 2007.
La megalomanía es una condición
psicopatológica, la cual consiste en creerse la última coca-cola del desierto y
alimentar ilusiones y fantasías de
poder, riqueza u omnipotencia. Chávez y él comparten esa anormalidad, según le
confiesa el botado Muller Rojas a Sara Carolina Díaz, en El Universal de ayer
Domingo. Al mismo tiempo, sin embargo, el Ministerio de Salud ha enviado una
comunicación a los psiquiatras venezolanos, firmada por los encargados de salud
mental en ese ministerio, Doctores Muñoz Coll y Sánchez Vera, advirtiéndoles en
contra de “usar sus conocimientos a través de medios de comunicación para
irrespetar y lesionar la majestad del presidente o de miembros del gobierno”.
Anuncian sanciones para quienes hagan un uso “irrespetuoso y anti-ético” de su
saber adquirido en el área de la salud mental. Es decir, no pueden llamar loco a Chávez. Al menos un
distinguido psiquiatra venezolano, el Dr. Adrián Liberman, ha dicho que el
preferiría dedicarse a otras actividades antes de mutilar su libertad de
pensamiento y someterse a quienes “usan batas blancas e ideas rojas”.
Previendo que los psiquiatras
venezolanos no puedan seguir mencionando los transtornos mentales de Hugo
Chávez creo necesario ayudarlos. Como geólogo no me siento aludido por la
prohibición hecha a los psiquiatras y me considero libre de decir lo que no
requiere estudios especializados para ser dicho: Hugo Chávez es un loco
peligrosísimo. Hugo Chávez requiere urgentemente de tratamiento psiquiátrico.
Lo procaz necesita prozac.
La locura de Chávez ha ido in
crescendo, desde el momento en que prometió quitarse el nombre si no resolvía
en seis meses el problema de los niños abandonados. A nadie más que a un loco
se le ocurre decir eso, ya que una persona normal sabe que seis meses no son
suficientes para llevar a cabo esta necesaria tarea (casi nueve años no le han
bastado) y que los venezolanos le recordarían incesantemente su violación de
esta promesa. Locura irresponsable fue la de prometerle a Aristóbulo el palacio
de Miraflores para una universidad popular sin que tal cosa ocurriera. Locura
inofensiva pero evidente fue anunciar, hace siete años, un gran parque en el
sitio donde estaba, está y estará el aeropuerto de La Carlota. La prueba de su
locura es que nadie le hizo caso.
Y que decir de la ruta de la
empanada, gallineros verticales o los cultivos hidropónicos de la Avenida
Bolívar? Considerar seriamente estas insensateces como proyectos
gubernamentales no se le puede ocurrir sino a un demente.
En Enero 2004 Hugo Chávez dió un
discurso en la Asamblea Nacional, en presencia
del cuerpo diplomático, en el cuál se jactó de haber provocado una
crisis en Petróleos de Venezuela a fin de tomar el control de la empresa. Dijo
que había procedido a nombrar a Gastón Parra presidente de la empresa, sabiendo
que ello provocaría una protesta generalizada, la cuál le permitiría botar a
quienes protestaran. Se refirió con orgullo de orate al pito que había usado en
la televisión para botar a los gerentes que protestaban. Esto no se le puede
ocurrir sino a un loco. Si fue verdad lo que dijo en la Asamblea, ello sería un
acto de locura criminal, pero si fue mentira tal aseveración sería el producto
de una mente desquiciada, inmoral e irresponsable.
Pelearse con la Comunidad Andina
de Naciones porque lo que deseaba era irse para el Mercosur fue un acto
insensato pero, pelearse ahora con el Mercosur, atribuyéndole los mismos
defectos de la CAN, eso raya en la locura. Ahora probablemente lo veremos
tratando de entrar de nuevo a la Comunidad Andina.
Solo a un demente se le ocurre
prometer construir 13 refinerías en países visitados, incluyendo una en
Vietnam, otra en Siria, y hasta una en las islas Fiji.
Promover un gasoducto
trans-amazónico no es, acaso, una señal de locura? Ni hay reservas suficientes
de gas en Venezuela para alimentar ese proyecto, ni hay dinero para
financiarlo, ni el análisis económico mas superficial lo respalda, ni hay
suficiente cañería para construirlo ni la gente es tonta para permitir que se
construya un gasoducto por la mitad de la cuenca amazónica. Que Lula y Kirchner
sigan hablando de esta estupidez solo significa que le tienen terror al loco.
No pensarían ustedes que nombrar
canciller a Nicolás Maduro demuestra un reblandecimiento mental acentuado?
Tener un canciller que anda sin frenos, quien no cesa de insultar a los
diplomáticos de países con los cuales se tienen relaciones comerciales y
diplomáticas no puede ser normal. Y eso es lo que hace Maduro: insulta al
embajador de USA, al canciller Peruano, al Congreso de Brasil, a Garzón. No es,
acaso, una promoción de la locura el nombrar ministro a Carreño, quien asevera
que lo están espiando por el televisor? O a Ramírez, quien anunció hace unos
meses su determinación de invadir a
Bolivia? O a Baduel, quien dice haber reencarnado cuatro o cinco
veces?
Quien duda que ir a Irán, a rezar
a la tumba del Ayatollah Khomeini para pedirle la destrucción de los Estados
Unidos, no constituye una señal de locura? Ese señor Khomeini presidió una
dictadura teocrática en la cual murieron millón y medio de personas. Solo a un
loco se le ocurre ir a rezar a esa tumba, nada menos que a pedir la destrucción
de la nación que le da de comer a su régimen.
Y quien puede dudar que
rebautizar el hospital La Coromoto, de Maracaibo, con el nombre de un asesino
sea un acto de desequilibrio mental?
Decirle a los rusos que siente
nostalgia de la Union Soviética o a los chinos que él es Maoista o a los
Peruanos que Velasco Alvarado fue su ídolo no se le ocurre sino a un chiflado.
Hacer bautizar las promociones de
cadetes de este año con el nombre de “4 de Febrero de 1992”, la fecha de su
traición a la patria y de la muerte de docenas de inocentes venezolanos, es un
insulto a todos los venezolanos y un acto de locura que debería bastar para que
Edmundo Chirinos y Jorge Rodríguez ordenaran
ponerle una camisa de fuerza
Mandar a construir un
mini-monumento de Carabobo de cartón piedra para llevar a cabo un desfile
militar encerrado en la Academia militar es un preocupante indicio de temores
irracionales. La paranoia es eso, precisamente, una desconfianza patológica en
todo y en todos.
Sacar a un frágil militar de su retiro, reactivarlo como
miembro del ejército, nombrarlo asesor militar principal y designarlo como
miembro clave de la junta organizadora
de un partido político único, ya eso de por sí nos huele a manicomio. Pero
despedir a ese militar meses después porque ha dicho que la fuerza armada
venezolana está politizada, cuando el mismo ha sido el autor de esa politización, con la asesoría
del propio botado, ya eso es demasiado. Aquí hay más de un loco suelto!
Imagínense ustedes un ejército venezolano luchando contra “el invasor” al mando
de Baduel, Muller Rojas y Chávez!
Cuando los venezolanos dicen que
gastar seis mil millones de dólares en armas cuando el país no tiene
infraestructura o la gente pasa hambre, es una locura, están haciendo un
diagnóstico sin ser psiquiatras, porque ello es literalmente correcto. Nadie en
su sano juicio gastaría miles de millones de dólares en instrumentos de muerte
cuando las evidentes necesidades del pueblo son muy diferentes.
Es preciso, entonces,
preguntarnos: Como puede un loco llegar a ser la única ley que exista en un
país de 26 millones de habitantes? Si a un piloto de aviación se le quita la
licencia por ligeros problemas mentales. Si un simple chofer de autobús debe
someterse a un exámen psiquiátrico para obtener su licencia. Como es posible
que un presidente que muestre señales tan evidentes de desequilibrio mental
pueda continuar manejando un país y se le permita llevarlo al desastre?
Será que los locos somos
nosotros?
Reproduzco este escrito para demostrar que la locura de Chávez no es nueva. esto lleva ya algun tirmpo. Solo la cobardia de los venezolanos ha permitido que este loco de atar haya permanecido tanto tiempo en el poder.
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