martes, 2 de octubre de 2012

Reflexión frente a la tumba del chavista desconocido


 

Tu vida fue relativamente breve pero has dejado una profunda herida en el corazón de la nación. Tuviste una niñez difícil, de alpargatas rotas, sin mucha educación, semi-abandonado por tus padres. Un día te regresaron a casa de la escuela porque no tenías alpargatas nuevas. Ello te marcó para siempre. Desarrollaste un gran resentimiento contra la escuela y contra quienes si podían asistir a ella.

En tu adolescencia, un firifirito desgarbado y poco atractivo, fuíste dejado de lado por las muchachas del pueblo. Ello te convirtió en misógino. Ya les daré lo suyo cuando crezca, pensabas, al verlas de brazo con los tarzanes del pueblo, mientras tu te sentabas solito en la plaza, comiéndote las arañitas que se te habían quedado tan frías como el apellido.

Sin poder ir a la Universidad te hiciste cadete y desde el principio comenzaste a conspirar contra el gobierno democrático que no te había dado lo tuyo, lo que te merecías. Te graduaste pero tu promesa de lealtad a la nación y a la constitución fue una gran mentira dicha en voz alta. Seguiste conspirando ya de oficial. Llegó tu momento y, engañando a un grupo de soldados que te habían confiado para que los mandaras profesionalmente, los llevaste al matadero, a tratar de derrocar a un presidente democrático. Tu cobardía te hizo fracasar en ese intento.

Merecías treinta años de prisión pero otro presidente democrático te perdonó. Y con la ayuda y guía de propios y extraños pudiste llegar a la presidencia, encarnando el deseo del país de cambiar radicalmente de rumbo. Tu llegada al poder coincidió con un boom petrolero que te dió miles de millones de dólares, con los cuales cualquier gobernante medianamente sensato y honesto hubiese construído una nación ejemplar. Pero no fuiste ni lo uno ni lo otro. Te dedicaste a hacer una “revolución”, entendida como la exaltación de los pobres y la eliminación de la clase media. Lo primero, como estrategia de consolidación de poder. Lo segundo como expresión de tu resentimiento y tus complejos.

Por mucho tiempo pudiste permanecer en el poder, gracias al torrente de dólares petroleros. El desperdicio y la corrupción fueron gigantescos. La torta a ser repartida se hizo progresivamente más pequeña, creció el descontento de los acostumbrados a la dádiva, hasta que ellos te abandonaron y contribuyeron a tu derrota.

Luego vino el exilio, la soledad, la declinación mental, las melancólicas y cada vez más dificultosas caminatas frente al mar, en la pequeña isla antillana que tanto dinero y petróleo recibió de tu régimen. Pero allí también te abandonaron, estaban en otra onda, respirando profundo y gozosos el nuevo aire de la libertad.

Hoy te decimos adiós. Pasamos esa triste página que fué tu vida. Nuestro recuerdo será doloroso, no por tí sino por el desastre que dejaste.

 

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

que triste que un ser humano sea tan malo, malo, despiadado, incongruente, mediocre y sobre todo inhumano, deberías morir y que los gusanos te hagan sentir tus palabras, que tu lengua se quede en tu boca sin pronunciar palabras, solo deseo que te mueras y que venezuela nunca te reciba en sus tieras. maldito