martes, 16 de octubre de 2012

La sencilla ternura de Edward McDowell


Hoy semi-olvidado, mereció una estampilla en su época

Hoy es raro escuchar en las salas de concierto las obras de Edward McDowell.  Sin embargo, en las últimas décadas del siglo XIX la figura de este compositor estadounidense fue la de un gigante, no solo como compositor sino como maestro. Me interesé en su música de manera fortuita, al saber que habia sido alumno de Teresa Carreño. Pensé por un momento que la relación entre ambos pudiera haber sido la re-edición del binomio sentimental Chopin-George Sand. Sin embargo, no fue así. Teresa Carreño fue maestra de un McDowell adolescente. En realidad, no fue su maestra verdadera. McDowell aprendió a tocar el piano con un músico Colombiano llamado Juan Buitrago, quien fue su maestro por varios años. Luego, studio con el músico Cubano Paul Desvernine. Es en esta etapa que Teresa Carreño le dió clases suplementarias de piano al joven y le recomendó que se fuese a Europa.

La música de McDowell tiene dos corrientes principales: una, viene de su amor por la naturaleza, de la vida rural y de su predilección por la poesía lírica inglesa. De allí  proviene la inspiración para sus bellas canciones. Estas canciones fueron escritas, como el dice en la partitura de “A una rosa salvaje”, para ser ejecutadas con “sencilla ternura”. La otra, de su admiración por lo brillante y majestuoso que encuentra en dos de sus ídolos: Wagner y Grieg. En especial, su Concierto #2,  dedicado a Teresa Carreño, está fuertemente inspirado por el estilo de Grieg, quien fue su amigo por correspondencia.  

A pesar de que el primer concierto para piano fue una obra de juventud, considerada  tecnicamente débil, a mi me gusta muchísimo, hasta más que el segundo. Fue dedicado a Franz Listz, quien fue un constante animador del joven compositor.  (El boceto de Listz, arriba, fue elaborado por McDowell)

El verdadero aporte de Teresa Carreño a la vida musical de McDowell no fue a través de la enseñanza sino como ejecutora de su música en las salas de América y Europa. Tocó su segunda suite para piano por primera vez en Nueva York, en 1884. En 1885 Carreño inorporó la segunda suite en su programa de conciertos en los Estados Unidos y en 1900 tocó el segundo concierto para piano por primera vez en Londres. Aquí les doy un link para que oigan un trozo de este concierto, con el gran Van Cliburn al piano:  http://www.youtube.com/watch?v=9NfDyTYYuoE.

McDowell encontró una esposa ideal, quien vivió por y para él durante los 25 años que estuvieron juntos. En su casa rural de Petersboro, New Hampshire,  McDowell compuso casi todas sus canciones, alternando esa vida idílica con su trabajo como profesor de música en la Universidad de Columbia. Su salud mental comenzó a decliner, probablemente alguna variedad de demencia precoz, hasta que se convirtió en una persona callada y contemplativa, como unsilencioso niño viendo un libro de dibujos infantiles. Murió en Nueva York en 1908 y fue enterrado cerca de su casa rural. En su tumba puede lerse:
Su casa en en la campiña, donde fue feliz

“Una casa de sueños no contados

Situada en suspirantes árboles

Frente al crepúsculo”.

Esta es su descripción de la casa aérea que construyó en un árbol cercano a la casa principal, un pequeño refugio en el cual compuso muchas de sus bellas canciones.

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gustavo, querido Amigo......es LISZT. Como siempre, más que siempre, Victor Toth (del BID).