Hoy es raro escuchar en las salas
de concierto las obras de Edward McDowell. Sin embargo, en las últimas décadas del siglo
XIX la figura de este compositor estadounidense fue la de un gigante, no solo
como compositor sino como maestro. Me interesé en su música de manera fortuita,
al saber que habia sido alumno de Teresa Carreño. Pensé por un momento que la
relación entre ambos pudiera haber sido la re-edición del binomio sentimental
Chopin-George Sand. Sin embargo, no fue así. Teresa Carreño fue maestra de un
McDowell adolescente. En realidad, no fue su maestra verdadera. McDowell
aprendió a tocar el piano con un músico Colombiano llamado Juan Buitrago, quien
fue su maestro por varios años. Luego, studio con el músico Cubano Paul Desvernine.
Es en esta etapa que Teresa Carreño le dió clases suplementarias de piano al
joven y le recomendó que se fuese a Europa.
La música de McDowell tiene dos corrientes
principales: una, viene de su amor por la naturaleza, de la vida rural y de su predilección por la poesía lírica inglesa. De
allí proviene la inspiración para sus
bellas canciones. Estas canciones fueron escritas, como el dice en la partitura de “A una rosa salvaje”, para ser
ejecutadas con “sencilla ternura”. La otra, de su admiración por lo brillante y
majestuoso que encuentra en dos de sus ídolos: Wagner y Grieg. En especial, su
Concierto #2, dedicado a Teresa Carreño,
está fuertemente inspirado por el estilo de Grieg, quien fue su amigo por
correspondencia.
A pesar de que el primer
concierto para piano fue una obra de juventud, considerada tecnicamente débil, a mi me gusta muchísimo,
hasta más que el segundo. Fue dedicado a Franz Listz, quien fue un constante animador
del joven compositor. (El boceto de Listz, arriba, fue elaborado por McDowell)
El verdadero aporte de Teresa
Carreño a la vida musical de McDowell no fue a través de la enseñanza sino como
ejecutora de su música en las salas de América y Europa. Tocó su segunda suite
para piano por primera vez en Nueva York, en 1884. En 1885 Carreño inorporó la
segunda suite en su programa de conciertos en los Estados Unidos y en 1900 tocó
el segundo concierto para piano por primera vez en Londres. Aquí les doy un
link para que oigan un trozo de este concierto, con el gran Van Cliburn al
piano: http://www.youtube.com/watch?v=9NfDyTYYuoE.
McDowell
encontró una esposa ideal, quien vivió por y para él durante los 25 años que
estuvieron juntos. En su casa rural de Petersboro, New Hampshire, McDowell compuso casi todas sus canciones,
alternando esa vida idílica con su trabajo como profesor de música en la
Universidad de Columbia. Su salud mental comenzó a decliner, probablemente
alguna variedad de demencia precoz, hasta que se convirtió en una persona callada
y contemplativa, como unsilencioso niño viendo un libro de dibujos infantiles. Murió
en Nueva York en 1908 y fue enterrado cerca de su casa rural. En su tumba puede
lerse:
“Una casa de
sueños no contados
Situada en
suspirantes árboles
Frente al
crepúsculo”.
Esta es su
descripción de la casa aérea que construyó en un árbol cercano a la casa principal,
un pequeño refugio en el cual compuso muchas de sus bellas canciones.
1 comentario:
Gustavo, querido Amigo......es LISZT. Como siempre, más que siempre, Victor Toth (del BID).
Publicar un comentario