Mi gran amigo, Carlos Alberto Moros, Cabeto, a la derecha
En el Los Teques donde crecí los
pobladores eran más que vecinos y amigos, eran casi familia, por virtud de la
plácida vida del pequeño pueblo. Una de las familias con las cuales teníamos más
contacto era con la familia Moros Ghersi. Mi hermana Cristina pasaba todos los
años nuevos en la casa de los Moros, donde se bailaba, mientras que yo, miembro
del Club de Tímidos, caminaba por las calle del pueblo con otros miembros del
club, hablando de Herman Hesse o de Puccini, cuando anhelábamos estar bailando
al ritmo de Billo’s con alguna joven del pueblo. Crecimos juntos con los Moros,
mi hermana muy amiga de Morelia y de Leticia, yo muy amigo de Carlos Alberto,
Cabeto.
Cabeto era menor que yo un año,
nacido en 1934. En el Liceo San José yo estaba un año más adelantado, en razón
de la edad, en un grupo donde recuerdo a los hermanos Gonzalez Barreat, a
Antonio Pasquali, recién llegado de Robato, Brescia, a un gigantón de apellido
Puertas a quien nunca vi después de salir del liceo, al “gordo” Acevedo, a Luis Segnini de Maracaibo y a algunos otros. Nuestros profesores
eran el Padre Ojeda, Puyula, los dos Padres Gonzalez y el Dr.Mendoza (nos daba
matemáticas), el padre de Edgar, Paco y Pipina y esposo de Alcira.
Sin embargo, conocía a Cabeto
desde pequeño y admiraba su aplicación. Era el primero de su clase, seguido de
cerca por José Luis Bonmaison, de Valencia, quien también llegaría a ser rector
universitario. En esos años Rosalio Castillo Lara era aun un joven sacerdote y de él recibí una
medallita de San Juan Bosco, que aun conservo en mi bolsillo, unos 63 años
después, medallita que gané por argumentar, casi solo, que no era necesario ser
católico para ir al cielo. Era un grupo
que tendría destacada figuración ciudadana, académica e intelectual.
Cabeto salió del Liceo San José,
se hizo médico como su padre, Teófilo, y su hermana Morelia y tuvo una brillante
vida professional y académica, hasta llegar a ser rector de la Universidad
Central de Venezuela, un hombre digno, ejemplar, de intachable conducta
ciudadana, como le habían enseñado en su casa y sus maestros salesianos. Era
uno de los favoritos del Padre Ojeda, aunque ese maravilloso sacerdote siempre
nos hizo sentir a todos como si cada uno de nosotros fuésemos su favorito.
Una niñez feliz generalmente produce ciudadanos de primera
clase. Cabeto fue un niño feliz y durante toda su vida proyectó esa felicidad, su empatía y
su alegría de vivir hacia la comunidad circundante. Aunque lo había perdido de
vista por años tuve la suerte de verlo hace pocos años, aquí en Washington,
donde vive una hija. Me contó que su salud era razonablemente buena, después de
haber combatido un cáncer de estómago con éxito.
Acabo de enterarme de su fallecimiento.
Pienso en, y veo, en mi imaginación, al adolescente que fue mi amigo, en ese brillante
adolescente que luego llegaría ser rector magnífico. Y siento ogullo de lo que
hizo con su vida, salido del Los Teques pequeño y cordial donde fuímos tan
felices. Los recuerdo a todos ellos: Eulogio, la Nena, Morelia, Leticia, Luis
José, Teofilito, el Dr. Moros y su esposa, quienes se parecían mucho fisicament
de tanto vivir juntos. Más que vecinos y amigos fuímos familia. Hoy despido, conmovido,
a uno de mis “hermanos” tequeños y les envio un abrazo de solidaridad a quienes lo lloran.
3 comentarios:
Gracias por compartir esa sincera carta de es buena amistad que se le fue a Ud y que se le fue al pais. Yo tambien estudie en el San Jose y recuerdo a Puyula (eso fue en los tempranos 70). Parece que unos cuantos buenos salimos de ahi para el mundo y estamos denunciando la tirania que se ha robado a nuestra Venezuela.
Saludos
El rectorado de Moros Ghersi coincidió con mi ingreso como docente en la UCV. Aunque sólo lo conocí de pasada, me pareció un hombre bueno y afable. Que en paz descanse.
Tremendo rector, me imagino que siempre habrá sido para él motivo de mucha pena entregar la UCV a un degenerado como Edmundo Chirinos. Pero poco podía hacerse, nuestro país siempre ha rendido culto a los inmorales y ha olvidado a los inmortales.
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