Lo que estamos viendo en este
momento en Venezuela es un acto de resistencia abierta, no violenta, por parte
de venezolanos dignos, hastiados de ser humillados y oprimidos por una pandilla
ignorante, inepta y corrupta. Admiro y
apoyo a estos venezolanos quienes han tomado la calle para protestar contra la
pandilla que está en el poder, una pandilla castro-ada, con vinculaciones al
narcotráfico, inepta en el manejo de los bienes y politicas públicas y muy
corrupta. Estoy convencido de que la única alternativa digna para la Venezuela
que desea ser democrática, próspera y libre es tomar la calle para acelerar la
salida de la pandilla podrida del poder. No se cuantos centenares, miles o
millones de venezolanos piensan de la misma manera pero, aun cuando nadie más
pensara así, seguiríamos aferrados a nuestra postura.
El núcleo principal de los
manifestantes está representado por el estudiantado venezolano aunque líderes
democráticos como Leopoldo López, María Corina Machado, Diego Arria y Antonio Ledezma
están plenamente identificados con el movimiento de protesta, así como
sociedades profesionales, organizaciones empresariales y sindicales, en suma,
una buena parte de la sociedad civil.
Aunque digo que quienes apoyamos
este movimiento de protesta abierta y no violenta lo seguiríamos haciendo aunque
no advirtiésemos a nuestro alrededor apoyo significativo, está claro que tal
apoyo existe, tanto en Venezuela como en el exterior. El coraje y la decisión
de los jovenes manifestantes ha ido generando una toma de posiciones cada vez
creciente entre muchos venezolanos que estaban viendo los toros desde la
barrera. Porque solo la acción puede estimular acción. Durante algun
tiempo la inercia de nuestro liderazgo
ha estimulado la inercia de quienes los seguimos, pero lo que estamos viendo en este momento es
una acción por parte de venezolanos que están decididos a rescatar nuestra
dignidad como pueblo.
Se oyen voces que tienden a
descorazonar a los manifestantes, quizás de buena fé. Argumentan estas voces
que no es posible “tumbar” un gobierno armado hasta los dientes como el de la pandilla.
Que los pobres “no están con nosotros”, que
hay que “tener paciencia”. Y estos argumentos que suenan diferentes tienen el
solo propósito de desmontar la protesta,
de lograr que todo siga igual, permitiendo que el
régimen que acogota a Venezuela siga
siendo la verguenza del mundo libre y la población venezolana se acerque cada
vez más a la categoría de esclavos de una ideología fracasada.
Muchas voces se están levantando
cada hora que pasa en apoyo de la protesta y en crítica al régimen hamponil: Oscar
Arias, la Union Europea, John Kerry, las organizaciones internacionales de Derechos
Humanos, acusan al régimen de represión, de asesinatos, de prisiones y
torturas, de supresión de la prensa. Se pide la activación de la Carta
Democrática Interamericana. Maduro es visto
hoy en muchos círculos democráticos del mundo como un delincuente, como lo fué
Gadaffi, como lo fué Hussein, como lo es Asad. Quienes lo apoyan están escondidos
detrás de la Cortina Bananera: Castro, Ortega, Morales, Fernández de Kirchner y
algunas individualidades y organizaciones mercenarias en varios sitios del
mundo, todos quienes han sido beneficiados con el dinero que era nuestro, de
todos los venezolanos.
Quienes se sientan descorazonados
deben pensar en lo siguiente: El régimen actual está profundamente fracturado
internamente. El sátrapa a cargo es un analfabeta ridiculizado hasta por sus
mismos seguidores (lean www.aporrea.org ).
Su apoyo descansa en los llamados Colectivos, grupos urbanos semi-anárquicos,
con lazos estrechos con el hampa común y en un sector de las fuerzas armadas
que ha recibido enormes sumas de dinero y otras prebendas para comprar su
lealtad, especie de Janízaros tropicales que pueden voltear los calderos en
cualquier momento, cuando la satrapía no tenga más dinero que darles. El alto mando militar está con el régimen
porque tiene muchos crímenes por los cuales responder y están usando a los
soldados para protegerse. Pero los soldados, quienes deberían saber cual es su
deber constitucional, no tienen por qué
hacerlo y no todos lo harán.
Mientras tanto, hay un país que
está a la expectativa, porque la batalla no es entre el pueblo chavista y el pueblo
opositor. En Venezuela no hay guerra civil. No, la batalla es entre la mafia que está en
el poder y los ciudadanos que están protestando abiertamente. Y cada minuto que
pasa la atrocidad de la represión debilita al régimen y actúa a favor de
quienes desean vivir en una Venezuela decente y digna.
Estoy con la protesta no violenta
pero en la calle, abiertamente, sin tregua, hasta que la pandilla agarre sus
bártulos y deje de acogotar al país, hasta que el último castrista se haya ido
de regreso a su cueva y deje de ensuciar nuestro suelo con su presencia.
1 comentario:
Una vez llegados a este puento, no debería haber retroceso. A lo sumo, una retirada táctica de un día para evaluar los métodos de lucha.
Hay que desgastarlos, la calle no les pertenece. En cuanto a los "colectivos", loa malandros en moto armados por el desgobierno,echen aceite, muchachos, a las vías cuando vengan a agredir. No violencia, no confrontarlos, pero tampoco dejarse masacrar. El resto, a leer a Gene Sharp y a ayudar
Publicar un comentario