Uno de los argumentos que Nicolás M aduro llevó a la OPEP
es que ningún país debe utilizar el petróleo como arma geopolítica. Hablaba de
la postura de Arabia Saudita de no querer bajar la producción. La explicación
lógica es que Arabia Saudita aspira a controlar más mercado, porque tiene
producción de sobra y no necesita un precio tan alto del petróleo como
Venezuela, Irán, Rusia o Nigeria. Pero Maduro lo considera un acto de agresión
contra la “revolución”, porque piensa que su régimen es el ombligo del mundo.
Ese mensaje en contra de la utilización del petróleo como
arma geopolítica, sin embargo, es una muestra de ignorancia y/o hipocresía. Porque
el régimen del difunto sátrapa, ahora rematado por Maduro, ha estado haciendo
precisamente eso desde que llegó al poder. Lo primero que hizo fue comenzar a
enviar petróleo
prácticamente regalado a la Cuba castrista, para apuntalar
al par de dictadores. Por algunos años utilizó petróleo y dinero derivado del
petróleo para financiar a las guerrillas Colombianas. Le ha enviado petróleo y
dinero a gobiernos como el de los Kirchner, en Argentina; el de Evo Morales en
Bolivia; el de Daniel Ortega en Nicaragua, y el de Rafael Correa en Ecuador.
Financió con petróleo la campaña del Frente Farabundo Martí en El Salvador y al
gobierno del parásito José Manuel Zelaya en Honduras, a quien el régimen
venezolano ha puesto en su nómina de empleados. Financió a Fernando Lugo en
Paraguay. Financia hoy, a pesar de estar quebrado, la campaña de PODEMOS en España.
Le dio dinero a la primera campaña presidencial de Humala en Perú. Financió con
dinero petrolero a Bielorrusia y construyó estadios y casas en varios países de
África. En 2005 el difunto sátrapa creó Petro-Caribe, para subsidiar a los
países del Caribe con petróleo barato, a ser pagado con bananas o frijoles, con
el fin de comprar sus votos en la OEA. Le regala productos del petróleo a los “pobres”
de Usa, a fin de crearse una imagen de filántropo en ese país, a costa de los
verdaderos pobres, los venezolanos. Le dio al Alcalde rojo, rojito, de Londres,
Ken Livingstone, diésel con un 20% de descuento, para los buses londinenses,
que exhibían la efigie de Chávez para que los habitantes vieran quien era su
benefactor.
Cuba le pagó al régimen esa prodigalidad enviando
médicos, espías, entrenadores deportivos, guardaespaldas, asesores militares y
agrícolas y adueñándose del control de la identificación, los puertos y aeropuertos,
convirtiendo a Chávez y a Maduro en indignas marionetas controladas desde La
Habana. La relación entre Venezuela y Cuba ha sido similar a la que mantiene
una puta con su gigolo, a quien se le entrega parte de los ingresos. Y todavía el difunto sátrapa tenía la bajeza
de decir que lo que nos daba Cuba era más de lo que nosotros le dábamos.
Hablaba posiblemente de su relación freudiana con Fidel.
A Uruguay el régimen le daba dinero para sus empresas
quebradas, enviando diésel a cambio de vacas y de Argentina le enviaba
productos petroleros y recibía arroz a
precios groseramente sobrefacturados para beneficio de miembros de la familia
real.
Como contraprestación de todos estos actos de generosidad
hechos a costa de nuestro pueblo, el régimen solo pedía lealtad política a la “revolución”.
Lo opuesto también existió y existe. Si un país se salía
de la línea, se le cortaba el petróleo. Así sucedió con Paraguay, cuando el
Congreso de ese país expulsó al obispo gozón, Fernando Lugo, de la presidencia.
Así sucedió con Honduras, cuando el Congreso de aquél país expulsó al parásito
Zelaya. Así sucedió con República Dominicana, cuando ese país dio asilo a Carlos
Andrés Pérez. A Costa Rica se le amenazó con cortarle el suministro si no
expulsaba de su territorio a venezolanos de la oposición. Cuando el difunto
sátrapa se excitaba en sus discursos, utilizaba frecuentemente la amenaza de
cortar el petróleo “a los gringos”, algo así como un mosquito tratando de amenazar
a un elefante con inyectarle su ponzoña. “Ni una gota de petróleo más para el
imperialismo, si se meten con Irán”, clamaba.
Ahora, Maduro anda de mendigo por todos los rincones del
planeta, pidiendo dinero urgente, de rodillas, envuelto en una hamaca tricolor.
Cuando tenían ventajas eran arrogantes y crueles. Ahora son rastreros y
melosos, típica actitud de los cobardes.
No es lo mismo un petrolero maduro, lleno de sabiduría,
que un Maduro petrolero, ignorante e hipócrita. El orden de los factores altera
profundamente el valor del producto.
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