En el planeta, las sociedades están hastiadas de déspotas, tiranuelos y paracaidistas

En Egipto, Túnez, en Yemen, en Libia, en Bharain, en Argelia, en Cuba, en Nicaragua, en Bolivia, en Venezuela hay con variable intensidad movimientos populares contra un animal del jurásico político del planeta: El tiranuelo, el déspota.

Este personaje generalmente pomposo, ridículo, cargado de medallas y de dólares suatraídos a sus pueblos mediante la corrupción y el abuso de poder, ya sea en Coreal del Norte, en Zimbabue o en Bielorrusia, tiene el mismo objetivo: perpertuarse en el poder. Algunos, como Mugabe en Zimbabue, llevan más de 40 años en el poder, otros como los hermanos Castro casi 50 años. Todos han mostrado una inclinación por la “monarquía”, mediante la cual el poder es transmitido de padre a hijo o hija, de hermano a hermano, en múltiples variaciones de lo que es, en esencia, el mismo proceso de conversión de la mierda en más mierda.

Aquí, en Venezuela, el paracaidista está agobiado por la ineptitud de su régimen, consumido por su odio improductivo, naufragando en palabras vacías, enfrentando una sociedad cada vez más indignada en contra de la pesadilla que ha traído al país.