Los ases de la baraja revolucionaria

                               El as de oro: Hugo Chávez

            El as de copas: fernando Soto Rojas

El as de espadas: Henry Rangel Silva

El as de bastos: Nicolás Maduro                                               
Chávez presidente; Soto Rojas, presidente de la Asamblea Nacional; Maduro, canciller; Henry Rangel Silva, General de cuatro soles…. Esos son los ases de una baraja revolucionaria de la mediocridad. Hace algunos años escribí una nota que aún anda vueltas en Internet sobre la involución que ha sufrido nuestro país en materia de calidad en la función pública. Se llamaba: 50 años de involución: De Gonzalo Barrios a Nicolás Maduro.


Asomaba en esa nota que entre los problemas de naturaleza terminal que tiene este régimen, la mediocridad figura en lugar preponderante. Quien los vea actuar, hablar o escribir, se dará cuenta de que estamos frente a un régimen de analfabetas, algunos totales, otros funcionales.

La educación en los funcionarios públicos es una necesidada pero esta revolución ha decidido que la mediocridad debe ser un ingrediente de su naturaleza democrática, confundiendo la soberanía nacional con patanería y lenguaje franco con pachotada. Fernando Soto Rojas, nada menos que el presidente de la Asamblea Nacional y uno de los ases de la baraja, quien parece siempre estar en estado de euforia etílica (podría no estarlo, simplemente parece), dió hace unas horas un discurso aplaudido por las focas adyacentes, en el cual la frase para la historia era: “Se necesita tener dos bolas para tumbar a Chávez”. http://www.noticias24.com/actualidad/noticia/198579/advierte-a-la-oposicion-que-no-le-teme-a-la-confrontacion/ La figura de este personaje vestido de rojo, dando esta demostración de chabacanería, ilustra bien la calidad deplorable del funcionario público chavista y la degradación en la función pública que ha sufrido nuestro país.

El caso de Nicolás Maduro es también revelador. Este personaje brincó de chofer de metrobus, no muy destacado por cierto, a canciller de Venezuela, a ser el jefe de los funcionarios de la cancillería venezolana entre quienes hay embajadores de carrera. Sin embargo, todos estos embajadores, tanto los de carrera y como los hechos “ a la carrera”, se encuentran a la orden de este improvisado canciller y acatan sus directrices y las de Pancho Arias de manera servil, incluyendo a los Chaderton y los Toro Hardys del mundo diplomático.

Henry Rangel Silva, General en Jefe del régimen, es otro caso emblemático. Este militar ha insurgido abiertamente contra la constitución y ha traicionado su misión de militar para apoyar a un dictador. Lo ha hecho con la patanería propia de quien se siente cómodo en un ambiente mediocre, de iguales.

Pero el líder de la mediocridad es Hugo Chávez. Tanto su aspecto adiposo, con disfraz de militar cubano, hasta sus discursos incoherentes, son recibidos con agrado por un sector de la población que lo ve como la encarnación de una Venezuela simiricuire, en la cual no hay necesidad de educarse, de tratar de ser mejor, de luchar por llevar al país a un nivel comparable al de países del primer mundo. Sus seguidores se manifiestan contentos con una bequita del régimen o “formados” como sargentos express en el ejército o como miembros de la gran legión mendicante que forma las milicias y los grupos de choque.

Esta es una revolución de la mediocridad. La mediocridad la que trata de imponer su dictadura en Venezuela. El acomodo con esta Venezuela no puede ser posible, a menos que los ciudadanos se resignen a bajar al nivel de la revolución.

Esto es lo que realmente está planteado en Venezuela, má allá de etiquetas ideológicas que difrazan el verdedero problema.